Una cosa que me dejo en el tintero al cerrarse el congreso sobre "Darwin: del Big Bang al hombre"; ya que no la puedo comentar allí, que estaban las palabras medidas y la gente con muchas ganas de hablar, me lo cuento a mí mismo aquí. Se ha hablado mucho de la gran contribución de Darwin al pensamiento evolucionista: la selección natural, que consigue explicar la creación espontánea de formas vivas complejas a partir de las simples, y la diversificación de las especies. Y, extrapolada o entendida en un sentido más amplio, la selección natural se convierte en un principio que a otros niveles de complejidad explica la formación de estructuras astronómicas, químicas o geológicas.
El denostado contemporáneo de Darwin, Herbert Spencer, propuso otro principio de orden general para explicar el surgimiento de la complejidad: la conservación de la Fuerza. Habría que entrar más despacio en la cuestión de si la selección natural es reducible al principio de conservación de la fuerza; hoy no tiengo ni tiempo ni formación para eso, aunque sí escribí unas cogitaciones preliminares al respecto en este artículo, La lucha por la vida y la ley del mínimo esfuerzo, en el que comparo otros dos principios darwiniano y spenceriano muy relacionados con los aquí aludidos. Sirva eso de discusión preliminar para este artículo, que hoy tengo poco tiempo y aún no he hecho la cena.
No se ha subrayado suficientemente en las jornadas una paradoja o bucle reflexivo que se produce en el concepto de la selección natural una vez ésta se aplica a entes con mentes—a los que podríamos llamar (m)entes si aplicamos la ley del mínimo esfuerzo. Como digo en el artículo aludido, "se producen interesantes efectos de retroalimentación cuando el producto de la selección natural (el cerebro, la cultura) efectúa a su vez una selección deliberada (y por tanto artificial, pero natural también). Lo cual nos deja alguna paradoja que no acaba de ser bien tratada por la teoría evolucionista—por ejemplo, cómo el hombre es en parte un ser autodiseñado, un self-made man, en mayor medida que otras criaturas, y precisamente por su capacidad intencional y su tendencia a la planificación." Para más vayan allí, pero recapitulo o reformulo: la selección natural no es un concepto unitario o coherente, pues opera de modo diferente según de qué tipo de fenómenos estemos hablando. Por poner un ejemplo darwiniano: la producción de razas y variedades artificiales por parte de ganaderos, agricultores y criadores (de palomas por ejemplo) la utiliza Darwin a modo de analogía para explicar el modo de operar de la selección natural en la que no hay ganadero agente ni otro sujeto que no sea la Naturaleza, esa dama alegórica, o la Mano del Mercado de Adam Smith.
A lo que voy es que la analogía es útil pero contiene un fallo de lógica o quizá de retórica: es una metonimia que se quiere hacer pasar por metáfora. La selección artificial del ganadero no es como la selección natural ("según y como", etc.)—sino que más bien es selección natural, pues el ganadero es un fenómeno natural. Quizá se vea allí lo que quiero indicar cuando señalo el carácter paradójico del concepto. Un grácil bucle reflexivo problematiza la definición de selección natural cuando aplicamos el concepto a cualquier entorno en el que intervienen seres pensantes, (m)entes. Algunos de los fenómenos producidos por selección natural son a la vez productos, incluso (o monstrum horrendum) del diseño inteligente. Aunque yo diría más bien del diseño parcialmente inteligente, pues incluso la idea mejor pensada tiene efectos colaterales no pensados, y el hombre, al diseñarse a sí mismo siguiendo su inspiración, o al trazar sus bellos campos cuadriculados en la pradera, produce no exactamente lo que quería sino otra cosa, o produce ese cultivo y otra cosa también.
El otro bucle de la selección natural se produce cuando Darwin introduce el concepto de selección sexual. También ésta resulta ser una variante o sub-tipo de selección natural, y no tanto un principio totalmente distinto o alternativo. Pero claro, esto no queda claro. Véanse algunos pasajes donde Darwin habla de la diferencia entre los dos (?) tipos de selección:
Darwin menciona como caracteres o instintos desarrollados por selección sexual las armas de los machos para luchar con sus rivales, su valentía y belicosidad, por un lado, pero también sus adornos, sus dispositivos para producir música vocal "o instrumental", y sus glándulas para emitir olores—es decir, también medios de atracción a la hembra, aunque a veces las armas o la belicosidad pueden resultar muy atractivas, y poner a algunas hembras a cien—otro efecto de retroalimentación, por cierto.
Como se ve, se produce aquí una vez más el bucle de los (m)entes: la selección tiene ahora un sujeto que no es Mother Nature, y su complejo de circunstancias, sino (cherchez la femme) otra hembra, no alegórica ésta: una hembra pensante y con gustos especiales, "a radiant Being / with a brain far-seeing". La selección sexual no es toda una cuestión de elección por parte de la hembra (o del macho, como aclarará Darwin luego), quiero decir que no es toda una cuestión en la que interviene la elección o la mente. De hecho es de por sí la selección sexual, como la natural, una colección de principios de diversos órdenes. Pero sí es este tema de la selección sexual uno de los episodios del pensamiento de Darwin en los que más se acerca al problema antes mencionado—qué sucede cuando las mentes se encuentran entre los principios de la selección. Otro famoso pasaje al respecto lo encontramos en The Descent of Man cuando habla Darwin de cómo un grupo altruista guiado por una ideología de sacrificio del individuo puede obtener ventajas competitivas frente a otros grupos en la lucha por la vida. (Darwin y la guerra, podríamos llamar a este pasaje, o Darwin y el tribalismo, o Darwin y la religión—vienen a ser aspectos de lo mismo). Aquí se ve la selección de la hembra pensante:
"Sin duda ello implica capacidades de discriminación y gusto por parte de la hembra que, a primera vista, parecen muy improbables; pero, mediante los datos que a continuación se ofrecerán, espero ser capaz de demostrar que las hembras poseen realmente dichas capacidades. Sin embargo, cuando se dice que los animales inferiores poseen un sentido de belleza, no debe suponerse que dicho sentido sea comparable al de un hombre culto, con sus ideas multiformes y complejas asociadas. Una comparación más justa sería entre el gusto por lo bello en los animales y el que tienen los salvajes más primitivos, que admiran y se englanan con cualquier objeto brillante, reluciente o curioso." (280-81).Desde el momento en que hay varios machos compitiendo por la hembra, la hembra tiene la oportunidad de seleccionar uno de entre varios machos, "suponiendo que su capacidad mental baste para ejercer una elección". Selección por elección, por tanto, es un elemento prominente en la definición de selección sexual, con los bucles retroalimentativos que mencionábamos en cuanto hay conciencia, o gusto estético. Otros pasajes que aclaran o complican lo que entendía Darwin por selección sexual frente a selección natural, y con eso ahí lo dejo:
La selección sexual puede modificar adornos o armas hasta límites extraños o llamativos—y se diferencia ahora de la selección natural por el hecho de que es esta última la que actúa de mecanismo de contención para el tamaño de los cuernos del alce irlanés o de la cola del pavo real:
Il n'a rien dit, mais il me plaît. Y esto se puede relacionar con otro principio más general: que más vale para un organismo estar adaptado a las condiciones específicas de su nicho ecológico, y a las reglas no escritas de su sociedad animal, que ser un todoterreno generalista, apto para la vida en general pero menos para la vida en sociedad. Más vale contar con la cooperación de las hembras, al menos en el caso de las hembras pensantes.
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