Interesante es en muchos sentidos la lectura de Polibio. Oscar Wilde vio en él el máximo exponente del desarrollo de una visión crítica de la historia en Grecia. También podemos ver en el a un proto-evolucionista, al menos en el sentido del evolucionismo cultural.
Como pensador político, es un antecesor de Maquiavelo, un desengañado y a la vez un posibilista. Considera la paz uno de los mayores bienes de la humanidad, pero no el mayor: a veces hay que avenirse a hacer la guerra, para evitar la servidumbre. Y mucho se hace la guerra en las historias de Polibio, bastante más de lo que parecería necesario; pero leyéndolas al menos se le abren a uno los ojos sobre la auténtica naturaleza de la Grecia clásica—que en absoluto era el paraíso filosófico de artistas y pensadores que Occidente tiende a imaginar, llevado de sus fantasías intelectuales. Ayer leía en una reseña del Archipiélago de Hölderlin cómo esa Grecia idealizada es una ficción creada retroactivamente—pero hay que leer a Polibio para darse cuenta hasta qué punto.
Consideraba Polibio el dominio romano, la Primera Globalización podríamos decir, como el acontecimiento crucial de la historia reciente, y a su análisis dedicó su obra. Dado el carácter férreo y explotador del imperio romano, podría no apreciarse mucho qué ventajas le veía Polibio (al margen de la cuestión pragmática de que él era uno de los beneficiarios)—pero, como digo, la larga pesadilla de saqueo y masacre que describe como el estado de cosas habitual entre los miles de pueblos, gentes, razas, ciudades-estado y micro-reinos en el periodo inmediatamente anterior al auge romano da la medida de en qué puede consistir el progreso, aunque se haga manu militari.
Polibio
habla como un hombre de su tiempo, de una cultura basada en el
esclavismo (nos dice en el libro IV que "las regiones del Ponto nos
proporcionan de manera abundante y lucrativa lo que resulta
indispensable para la vida: rebaños y muchos hombres reducidos a la
esclavitud; la cosa es bien notoria. Nos aprovisiona también
copiosamente de artículos más bien superfluos, miel, cera y salazón.").
Sin esclavos no hay Roma, sin Roma no hay Polibio, y sin Polibio no
contamos una Historia—así de desagradables son las cosas.
Como digo, hombre de su tiempo era Polibio, pero con una comprensión de los
acontecimientos muy superior a la de (casi?) todos los hombres de su
tiempo. Ya no me refiero a su análisis militar de las campañas, o a su
amplia visión de por qué fue posible el auge romano, basado a su juicio
en la fortaleza de la constitución romana y el equilibrio de poderes. O
a su amplia perspectiva de la anaciclosis, según la cual las culturas
pasan por momentos de formación, desarrollo, auge, decadencia y vuelta
al caos o a caer bajo el dominio de otros. Hoy me voy a centrar en otra
de sus grandes intuiciones que diríamos que se adelantan mucho a su
tiempo si no fuese que es Polibio el que hace adelantar a su tiempo con
ellas. Me refiero a la idea de tiempo geológico, y de cómo enfocar su
medición.
En este caso es una intuición a la que no le conozco muchos paralelos
ni mucha progenie—de hecho, hasta el mismísimo siglo XVII, con las
reflexiones de Edmund Halley sobre la salinidad de los océanos (Nota 1), no
vuelvo a encontrar un razonamiento tan avanzado al respecto como el de
Polibio. Hay que tener en cuenta que entre uno y otro hay muchos siglos
de relato bíblico que, proporcionando una explicación "satisfactoria"
de la historia del mundo, no incitaba a hacer más reflexiones al
respecto—cuando no las suprimía violentamente, como en el caso de
Giordano Bruno.
Las reflexiones geológicas de Polibio están en un excurso auxiliar del libro IV de las Historias—vienen
al hilo de una descripción de la situación de Bizancio, de la
importancia estratégica de esta ciudad. Polibio la relaciona con su
situación geográfica, con una discusión muy detallada de por qué el
Bósforo es el punto estratégico que permite dominar la navegación, y
por qué una ciudad que esté en la orilla oeste del Bósforo tiene, por
la configuración de la costa y el sentido de las corrientes, unas
ventajas para la navegación que no tiene la ciudad de enfrente situada
en la orilla este.
Este análisis geoestratégico es de por sí fascinante por su originalidad, pero todavía más cuando consideramos las reflexiones geológicas a que da lugar. Desde luego que contienen éstas varias inexactitudes—por ejemplo, Polibio desconocía que a la corriente superficial del Bósforo que va del Mar Negro ("Ponto Euxino") al Mar de Mármara y al Mediterráneo se ve compensada en gran medida por una corriente submarina, invisible para la navegación, que va en sentido contrario, del Mar de Mármara al Mar Negro.
Tampoco participa Polibio de la teoría (sea
correcta o no) según la cual hubo una gigantesca inundación procedente
del Mediterráneo que dio lugar al Mar Negro, tras una apertura
catastrófica del Bósforo. Precisamente el interés de su reflexión está
en el gradualismo y en el tiempo profundo geológico, y hasta apunta una
manera de medirlo (una medición algo más complicada en la práctica),
comparando la diferencia de salinidad de los mares. No sólo una teoría
innovadora y clarificadora, sino también una teoría falsificable
experimentalmente—y allí hay otro punto de originalidad y clarividencia
en Polibio.
Con respecto al tiempo geológico y a las
transformaciones lentas del paisaje me viene a la cabeza otro pasaje
clásico, uno de la Eneida, donde se describe el estrecho de Messina, y otro de la Jerusalén Liberada de Tasso, que lo homenajea. Aquí hablo algo al respecto.
Pero veamos la descripción que hace Polibio de la geografía y "larga
historia" del Ponto. Destaco en negrita las ideas que me parecen más
llamativas. (Y en cursiva mis comentarios. Trad. y notas de Manuel Balasch).
Lo que llamamos Ponto Euxino tiene un perímetro de cerca de veintidos
mil estadios y dos embocaduras, situadas una frente a otra, la de la
Propóntide y la del Lago Meótido (95); esta última tiene un perímetro
de ocho mil estadios (96). Muchos grandes ríos de Asia y otros todavía
más caudalosos y en mayor número, europeos, desembocan en estas dos
cuencas; la del Lago Meótido, rebosante por estos ríos, vierte en el
Ponto Euxino por una de sus bocas, y del Ponto Euxino a la Propóntide.
La embocadura del Lago Meótido se llama Bósforo Cimerio (97); tiene
unos treinta estadios de ancho y sesenta de largo; toda ella es poco
profunda. La boca del Ponto se llama, paralelamente, Bósforo Tracio; su
longitud es de ciento veinte estadios, su anchura no es en todas partes
la misma. El paso que hay entre Calcedonia y Bizancio, situadas a
catorce estadios una de otra, empieza en la embocadura de la
Propóntide. Por el lado del Ponto Euxino empieza en el llamado Hierón
(98), en cuyo lugar dicen que Jasón cuando regresaba de la Cólquide
ofreció un primer sacrificio a los doce dioses. Está situado en la
costa de Asia, a una distancia de doce estadios de Europa, donde se
levanta, precisamente enfrente, el Serapeo de Tracia.
Dos son las causas por las cuales el agua fluye continuamente del Lago
Meótido y del Ponto Euxino. Una de ellas es obvia y evidente a todo el
mundo: si muchas corrientes caen dentro de la circunferencia de unos
recipientes limitados, entonces el nivel del agua sube continuamente.
Ésta, si no encuentra salida por ninguna parte, necesariamente se
elevará cada vez más y ocupará un área cada vez mayor de la cuenca.
Pero si hay salidas, el agua sobrante irá creciendo y se verterá
ininterrumpidamente por estas bocas. La segunda causa es que los ríos
aportan gran cantidad de material de aluvión de todo tipo hacia las
cuencas en cuestión; ello es debido a la intensidad de las lluvias. (Note
in passing: Polibio no parece creer en la alimentación subterránea de
los ríos, teoría clásica—aparece en Séneca, por ej.— que gozaría de
gran predicamento hasta la época moderna. Ver La Gloriosa y los ríos sagrados).
Entonces el agua se ve obligada a desplazarse por la presión de los
bancos que se acumulan, y por eso crece continuamente, y se vierte de
la misma manera por las desembocaduras existentes. puesto que el
depósito y el vertido de materia de aluvión son incesantes y continuos,
se sigue de ahí que también ha de ser constante y continuo el vertido
por las bocas. (La verdad de esto no
queda desmentida, antes bien al contrario, por el hecho de que las
corrientes subterráneas del Bósforo antes mencionadas también
aportan aluvión arrastrado por el fondo del mar hacia el Mar Negro,
según han mostrado los recientes estudios de la Universidad de Leeds).
Éstas son las razones verdaderas por las cuales el agua del Ponto
Euxino vierte hacia afuera. Su credibilidad se funda no en narraciones
de comerciantes, sino en una explicación natural: no sería fácil
encontrar otra más exacta.
Puesto que nos hemos detenido en este punto, no hay que dejar nada que
no se haya fundamentado, ni tan siquiera lo que está en la propia
naturaleza, que es lo que suele hacer la mayoría de los historiadores;
debemos usar más de una exposición apodíctica (99), pero no dejar
dificultades a los interesados en nuestra investigación. Esto
es lo indicado para nuestra época, en la que todos los parajes se han
convertido en accesibles por tierra o por mar, y no sería adecuado usar
como testigos de regiones desconocidas a poetas y mitógrafos. Esto
lo han heho casi siempre nuestros predecesores, quienes, según el dicho
de Heráclito, "aportan como garantías, en puntos discutidos, a unos que
no merecen crédito" (100). Debemos intentar que nuestra historia
ofrezca por sí misma confianza a sus lectores. (Aunque
no quedan claras las fuentes usadas por Polibio, al margen de la propia
experiencia y de las "narraciones de comerciantes", hay que resaltar la
voluntad de asentar el conocimiento en el saber acumulado y en las
nuevas fuentes disponibles; así como la consciencia clara de que el
conocimiento del mundo físico y la interpretación de los fenómenos
progresan históricamente, gracias a las comunicaciones y en parte
gracias al nuevo orden político romano, globalizador, que es el tema de
la obra de Polibio; hay la consciencia de una historicidad de las
explicaciones: las que eran adecuadas o suficientes antes ya no lo son
ahora, pues la información circula de otra manera).
Afirmamos, pues, que ya antiguamente, y también ahora, en el Ponto
Euxino se acumula material de aluvión y que, con el tiempo, él y el
Lago Meótido se llenarán por completo si continúa la misma disposición
de estos lugares y las causas de este acumulamiento van actuando
ininterrumpidamente. Efectivamente: el tiempo es ilimitado, (El
tiempo nunca es ilimitado, diríamos hoy, pero sin embargo podemos
apreciar esta supuesta infinitud del tiempo como una nueva percepción
de la escala geológica de los fenómenos temporales, ilimitados en
relación a las medidas humanas) pero las cuencas son limitadas por todos lados. Luego es evidente que por mínima que sea la acumulación, con el tiempo se llenarán.
Es ley de naturaleza que una cantidad limitada que crece o decrece
continuamente durante un tiempo ilimitado, aunque se haga en
proporciones mínimas, forzosamente llegue al término previsto segu nsu
sentido. Y si el aluvión que se acuula no lo hace en cantidades
mínimas, sino muy grandes, esto que anunciamos ocurrirá dentro de poco.
Y se ve que ha ya ocurrido, pues el Lago Meótido ya ahora se ha
rellenado; en su mayor parte tiene de cinco a seis brazas de
profundidad, y no es navegable por naves de gran calado si no las guía
un práctico. Al principio era un mar que comunicaba con el Ponto
Euxino, según el testimonio unánime de los antiguos, pero ahor es un
lago de agua dulce, pues la del mar se vio impulsada por aluviones, y
ha prevalecido el agua de los ríos. Algo semejante ocurrirá en el Ponto
Euxino, es más, ocurre ya, pero todavía hay muchos que no lo comprenden por la enormidad de su cuenca. (Ejemplo
de una comprensión gradualista que permite ver la similitud de
fenómenos análogos, una vez se tiene en cuenta la escala geológica del
tiempo). Pero ya ahora es claro este hecho a los que se detienen algo a observarlo, por poco que sea. (Obsérvese:
los fenómenos geológicos son para Polibio observables en sus
transformaciones, aunque la observación haya de venir de razonamientos
analógicos entre procesos que se hallan en distinta fase, y no de la
percepción directa—como muestra a continuación con su interpretación de
la forma de las barras).
En efecto, el río Danubio, procedente de Europa, desemboca en el
Ponto por numerosas bocas, y frente a él se ha formado una barra de
casi mil estadios, que dista de tierra firme un día de navegación; esta
barra se ha formado por el aluvión transportado desde las bocas. Los
que navegan por el Ponto Euxino corren, aun en alta mar, por encima de
esta barra, y por la noche embarrancan en estos lugares, de los que no
se han apercibido. Los navegantes llaman a este paraja Stethe
(101). He aquí la causa que, según parece, hace que el limo no se
detenga junto a la tierra firme, sino que es empujado mucho más lejos.
Mientras las corrientes de los ríos, por la fuerza de su empuje,
dominan y desplazan el agua del mar, es inevitable que la tierra y todo
lo que transportan las corrientes se vea impulsado y no encuentre
reposo ni estabilidad. Pero cuando las corrientes ya se diluyen por la
profundidad y la masa de las aguas marinas es lógico que el limo caído
hacia abajo por ley natural, se detenga y adquiera consistencia. Por
esta razón las barras de los ríos grandes e impetuosos están lejos, y
las aguas próximas a la tierra son profundas; las barras de los ríos
pequeños y débiles se forman junto a las mismas desembocaduras. Esto
resulta evidente especialmente en las épocas de las grandes lluvias:
entonces aún las corrientes pequeñas, cuand por su fuerza vencen al
oleaje, empujan el limo mar adentro, de modo que en cada caso la
distancia resulta proporcional a la fuerza de las corrientes que
desembocan. Sería necio dudar de las dimensiones del banco citado y de
la cantidad de piedras y tierra que el Danubio transporta, cuando
tenemos a la vista que un torrente cualquiera se abre paso en poco
tiempo por lugares abruptos, y arrastra toda clase de maderas, tierra y
piedras, y forma unas barras tan enormes que a veces varían el aspecto
de los lugares y en poco tiempo los convierten en desconocidos.
Por todo ello no es natural
extrañarse si unos ríos tan caudalosos y tan rápidos en su influencia
ininterrupida producen el resultado antedicho y acaban por rellenar el
Ponto Euxino. Si se razona correctamente, se ver claro que esto es ya
natural, sino ineludible. Una
señal de lo que va a ocurrir: en el mismo grado que ahora el Lago
Meótido es más dulce que el Mar Póntico se ve que éste difiere del
Mediterráneo. Esto evidencia que cuando
el tiempo en que se ha llenado el Lago Meótido alcance una duración
proporcional al tiempo que exige la cuenca en relación a la otra,
ocurrirá que el Ponto Euxino se convertirá en un lago limoso y dulce,
exactamente comparable al Lago Meótido. Y hay que suponer que éste se
llenará más velozmente, por cuanto son más numerosas y mayores las
corrientes de los ríos que desembocan en el Ponto Euxino (102).
Teníamos que decir esto a quienes
son escépticos acerca de si se rellena ahora y si se rellenará el
Ponto, y si este mar será como un estanque cenagoso. Y había que
decirlo, todavía más, ante los embustes y las fantasías de los
navegantes, para que, por nuestra inexperiencia, no nos veamos en la
situación de atender puerilmente a cualquier cosa que se nos diga. Si
disponemos de algún rastro de verdad, por él podremos juzgar si lo
dicho es verdadero o falso.
A continuación pasamos a tratar de la ventajosa situación de los bizantinos. (...)
(Nota 2)
__________
Notas
(Nota 1). Stephen Jay Gould, "On Rereading Edmund Halley," en Gould, Eight Little Piggies: Reflections in Natural History, 1993 (Harmondsworth: Penguin, 1994) 168-80; trad. española: "Relectura de Edmund Halley, en Gould, Ocho cerditos: Reflexiones sobre historia natural (Barcelona: Grijalbo Mondadori-Crítica, 1994) 157-69.
(Nota 2). El pasaje comentado aparece en el Libro IV de las Historias de Polibio (Biblioteca Gredos, 61-63; Barcelona: RBA, 2007), pp. 413-18.
Notas de Manuel Balasch:
(95) Son el Mar de Mármara, entre el Helesponto y el Bósforo de Tracia, y el actual Mar de Azov, respectivamente.
(96) Notan los comentaristas que las dimensiones indicadas por Polibio
en todo este capítulo son notablemente próximas a la realidad.
(97) Hoy es el estrecho de Yenikale. El otro es el Bósforo propiamente dicho, delante de Constantinopla.
(98) Templo dedicado a Zeus Ourios (=limítrofe), en la costa asiática.
(99) Esta terminología de la época significaba exposición acompañada de pruebas. Referente a esto puede leerse con provecho DÍAZ TEJERA, Polibio, págs. LXXXV-XCI.
(100) Este fragmento de Heráclito no es conocido únicamente por este texto de Polibio. Cf. H. DIELS, Fragmente der Vorsokrätiker,
I, Berlín, 1951, pág. 149. Si Polibio ha leído directamente a Heráclito
o bien ha tomado la cita ya de otro autor, por ejemplo, Eratóstenes,
cf. WALBANK, Commentary, ad loc.
(101) Término griego, cuyo significado es "los pechos".
(102) El Dnieper, el Dniester.
Polybius on the Pontus: A Tale of Geological Time
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