"Esta
investigación es profundamente desconcertante. Si no podemos fiarnos de
nuestra memoria para las cosas grandes de la vida—el 11-S, los abusos
sexuales, estar hospitalizados tras el ataque de un perro— ¿cómo
podremos fiarnos de ella para las cosas pequeñas? ¿Cómo podemos creer
que nada en nuestras vidas sucedió tal como lo recordamos, visto
especialmente que confiamos en nuestros recuerdos
falsos—nuestras "alucinaciones retroactivas"—exactamente igual que en los auténticos?"
(168)
"Dicho de otro modo, el pasado, como el futuro, no existe en realidad. Ambos son fantasías que genera nuestra mente. El futuro es una simulación probabilista que pasamos por la cabeza para ayudar a dar forma al mundo en que vivimos. El pasado, a diferencia del futuro, ha existido en realidad. Pero el pasado tal y como es representado en nuestra mente, también es una simulación mental. Nuestros recuerdos no son registros exactos de lo que sucedió en realidad. Son reconstrucciones de lo que pasó, y muchos de los detalles—grandes y pequeños—no son de fiar" (169).
"Dicho de otro modo, el pasado, como el futuro, no existe en realidad. Ambos son fantasías que genera nuestra mente. El futuro es una simulación probabilista que pasamos por la cabeza para ayudar a dar forma al mundo en que vivimos. El pasado, a diferencia del futuro, ha existido en realidad. Pero el pasado tal y como es representado en nuestra mente, también es una simulación mental. Nuestros recuerdos no son registros exactos de lo que sucedió en realidad. Son reconstrucciones de lo que pasó, y muchos de los detalles—grandes y pequeños—no son de fiar" (169).
Parte de la función de la memoria es convertirnos en protagonistas de nuestra propia épica. Todos tenemos razón, si nos preguntan, y somos gente excepcional:
"Los
estudios muestran que cuando la gente corriente hace algo mal (romper
una promesa, cometer un asesinato) normalmente lo envuelven en un
relato que niega o al menos disminuye su culpa. Esta tendencia
autoexculpatoria es tan potente en la vida humana que Steven Pinker la
llama la 'Gran Hipocresía'". (170)
No salimos bien en las fotos, sobre todo si las hacen los demás, pero en el espejo somos más guapos, porque metemos tripa y sacamos barbilla. "Es una buena metáfora de lo que hacemos constantemnte: construir una autoimagen que mejora lo que hay" (172). En un blog llamado Vanity Fea no podría yo pasar por alto los datos que ofrece Gottschall:
"Todos
lo hacemos. Por ejemplo, el 90 por ciento de nosotros pensamos que
conducimos mejor que la media, y el 94 por ciento de los profesores
universitarios piensan que son mejores que la media en su trabajo.
(Sinceramente, me sorprende que la cifra sea tan baja)." (173)
Eso lo llaman el "efecto Lake Woebegone"—todos somos más sinceros, fiables u auténticos que el vecino. Estamos por encima de la media, y, además, somos especialmente inmunes al efecto Lake Woebegone, porque nos conocemos a nosotros mismos mejor de lo que los demás se conocen a sí mismos. Eso del autoconocimiento es o una farsa, o una ficción agradable, concluye Gottschall. No queremos saber la verdad; nos gusta más la historia que nos montamos. Nos moriremos, esa es la verdad, y todos nuestros conocidos. Somos insignificantes. Tenemos que mantener a raya semejante autoconocimiento. Y quien no lo consigue—al psicoterapeuta. Los psicoterapeutas son para Gottschall especialistas narrativos.
"Según
la psicóloga Michele Crossley, la depresión normalmente se debe a un
'relato incoherente', a una 'representación narrativa de uno mismo que
es inadecuada', o a 'una historia vital que se ha desorientado'. La
psicoterapia ayuda a la gente desdichada a recomponer sus historias
vitales; literalmente, les proporciona una historia con la que puedan
vivir. Y funciona. (...) Un psicoterapeuta es por tanto una especie de
médico de guiones que les ayuda a los pacientes a revisar las historias
de su vida de modo que puedan jugar de nuevo el papel de protagonistas.
Protagonistas que sufren y tienen defectos, por supuesto, pero
protagonistas que se dirigen hacia la luz." (175)
Vamos revisando la historia de nuestra vida a la vez que la vivimos,
concluye Gottschall, y el narrador es un narrador no fiable. Vivimos,
en gran medida, de ficciones y en ficciones.
Oigan, pero hay un consuelo. Realmente,
y esto no es ensueño sino matemáticas, al menos la mitad de nosotros
acertamos cuando creemos que estamos por encima de la media.
______
Pongo un comentario en The Storytelling Animal, el blog de Jonathan Gottschall.
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PS, 2022: Y diez años después se demuestra que mi blog tiene más staying power que Jonathan Gottschall o Psychology Today... Todo fluye, y la web más.
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