Leyendo este artículo de Graham Lampa, "Imagining the Blogosphere", incluido en Into the Blogosphere, se echa de ver lo que ha cambiado la blogsfera desde 2004. O sea, cuando abrí mi primer blog, ya hace casi siete años. Y lo más vistoso del cambio se debe, me parece, a la irrupción masiva de las redes sociales, que no sólo han crecido por su cuenta, sino que han influido mucho en la dinámica que seguían los blogs antes de su llegada. Cuando el boom de los blogs, hace, pues eso, siete años, casi nadie de tus conocidos se abría un blog. Algún raro, que además solía dejarlo abandonado. Ahora, en cambio, todo el mundo se abre un facebook. Y casi nadie se abre ya un blog.
Lampa distingue dos tipos de blogueros, los activos, actualizadores, enlazadores, productores de contenido—una minoría—y luego la gran masa de la blogosfera, la que no se identifica con el bloguero tipo: la chica adolescente que se abre el blog para estar en contacto con las amigas. Esto pasó mucho en Francia por ejemplo con los Skyblogs, que ahora supongo que estarán de horas bajas—porque la gran masa de la gente se ha pasado al facebook o alguna otra red social. Aquí en España no llegó a haber gran masa de blogs adolescentes y sociables: la gente se apañaba con los contactos del teléfono móvil, puesto que los SMS fueron la red social antes de la red social y antes de Twitter—y luego se pasaron en masa al facebook; en la blogosfera no se les echará mucho de menos porque como dice Lampa no le daban carácter. Estaban a la espera de que surgiese un instrumento más adecuado para ellos.
Con el transvase de todo ese personal, por suerte, ha desaparecido también mucho troll que rondaba por los blogs. Es curioso, todos estos términos, blog, troll, blogosfera, netiqueta, etc., tienen un toque de trasnochadillo ya, de 2005 (aunque por supuesto siguen siendo de máxima relevancia—me refiero a que han adquirido un aire de época). Los trolls que quedan, los insultones y buscabroncas profesionales, se concentran en torno a las webs de política o de noticias, donde siguen siendo masivos los comentaristas anónimos.
En cuanto a los blogueros, en conjunto han perdido peso en los últimos años los blogs anónimos y pseudónimos. Me refiero a peso psicológico en mi percepción del panorama, no he hecho estadísticas, pero sí parece que no son ya un trending topic, como los trending topics (aunque hasta los trending topics dejan ya de ser trending topics, les veo que amagan un cierto aire pre-passé...). Ganan peso los blogs periodísticos y de periodistas, blogs firmados con nombre real, y los blogs tecnológicos. Muchos blogueros antiguamente anónimos van dejando entrever su identidad y hasta su foto, conforme el blog se ha ido asentando y ganando relevancia. (Otros ya empezamos dando la cara descaradamente, y luciendo títulos pseudo-vanidosos, en lugar de pseudo-humildes). En esto convergen los blogs con las redes sociales: en ellas, por convención inicial (que no por imposibilidad técnica) empezó la gente poniendo su nombre real, quizá sintiéndose protegidos por la murallita de invisibilidad relativa que proporcionaba la privacidad de la red, es como tratarse con los de la urbanización, en vez de con toda la ciudad. Y aunque ahora hay mucho pseudo(a)nónimo por Facebook, ha proliferado más lo de la identidad real. La gente en general es vaga, no se lo plantea dos veces, y hace lo que hace Vicente, o lo sigue las instrucciones y costumbres que le llegan de otros.
También a la vagancia (en este caso llámesele usabilidad) deben su éxito las redes sociales. El blog, en sus interfaces más habituales, presentaba como las webs típicas de la generación del 2000, el pequeño inconveniente de que para escribir había que "activar un modo de edición". Pinchar un icono, y esperar unos segundos. Igual hasta poner un password.... Buf, tremendo. Esa barrera no se la salta la mayoría del personal. En cambio, en Facebook tienes a la vez la red, con el ejemplo de los otros que han escrito ya, y con un pequeño cuadro de texto ya listo para escribir tú. Irresistible, casi. Es una buena manera de mostrar cómo las capacidades tecnológicas guían o encauzan la actuación efectiva de la gente. No de los individuos uno a uno, porque quien quiere puede escribir Notas en Facebook—¿pero quién lo hace? Nada, mejor poner una frase cortita, un pinchacito en la conversación, y a ver quién responde, que la respuesta es más fática que intelectual de todos modos, y la participación inicial también.
Por cierto, esto también ha favorecido, frente a los blogs, el acortamiento de las intervenciones. Ya en los blogs aconsejaban no enrollarse, hacer posts muy breves, y la gente lo hacía, pero en Facebook la cosa ha ido a más. El propio sistema no te deja escribir mucho en el muro—aunque observo que se puede escribir más (sin inaugurar una Nota) continuando tu redacción o mini-post en forma de comentario a tu propio "what's on your mind" (Es que mi facebook está en inglés, me lo abrí cuando en España no se llevaba, y me quedé años esperando a que se me uniese algún tipo de red social). Bueno, en todo caso, nadie lo hace, como digo, escribir más de unas pocas líneas. Si acaso se copia un texto que circula por la red, eso sí se lleva. Y sobre todo se enlaza: webs, vídeos, notas de otros... Ha prosperado lo del enlace al enlace.
Y sobre todo se ha intensificado la superposición e interacción entre lo real y lo virtual: tus contactos bloguísticos eran otros blogueros que en general no conocías (como la red social de Sandra Bullock en La Red, una chica que nos llevaba quince años de adelanto, a nosotros y a La red social). Pero en Facebook se superponen conocidos y desconocidos, interacción fuera de red e interacción en red, y hay mucho más trato efectivo y continuo con los contactos, o con algunos de ellos al menos.
Es un síntoma y adelanto de lo que será el mundo en 2020 según este vídeo de Telefónica, basado en las actuales tendencias: la Red se extenderá mucho más y penetrará en muchos más ámbitos, y la frontera entre lo real y lo virtual se hará cada vez más borrosa. Es lógico, si tenemos en cuenta que lo que llamos real ya está mediado por la red social anterior a la red social: la red de presuposiciones, modos de interacción y de esquemas mentales que llamamos nuestra cultura. La red converge con la red, y se atrapa a sí misma en ella: nada que deba sorprender, aunque quién nos lo hubiera dicho hace sólo unos pocos, poquísimos años.
Joder, justo el otro día estaba meditando sobre lo mismo...
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