La identidad es, según Zygmunt Bauman, "esa obra de arte que queremos modelar a partir de la dúctil materia de la vida":
"Las identidades únicamente parecen estables y sólidas cuando se ven, en un destello, desde afuera. Cuando se las contempla desde el interior de la propia experiencia biográfica, toda solidez parece frágil, vulnerable, y constantemente desgarrada por fuerzas cortantes que dejan al desnudo su fluidez y por corrientes cruzadas que amenazan con despedazarla y con llevarse consigo cualquier forma que pudiera haber cobrado.
"La identidad experimentada, vivida, sólo puede mantenerse íntegra con la fuerza adhesiva de la fantasía, tal vez de la ensoñación. Sin embargo, dada la obstinada evidencia de la experiencia biográfica, cualquier adhesivo más fuerte—una sustancia con mayor poder de fijación que la fantasía, de fácil disolución y eliminación—resultaría una perspectiva tan repugnante como la falta de ensoñación. Por ese motivo, según observó Efrat Tseëlon, la moda funciona tan bien: es la sustancia correcta, ni más fuerte ni más débil que la fantasía. Proporciona 'maneras de explorar los límites sin comprometerse con la acción . . . y sin sufrir las consecuencias'. 'En los cuentos de hadas', nos recuerda Tseëlon, 'el atuendo soñado es la clave para revelar la identidad de la princesa, tal como lo sabe muy bien el hada madrina que viste a Cenicienta para el baile'." (Bauman, Modernidad líquida 89-90)
La compra compulsiva se convierte en una modalidad de construcción y destrucción de identidades desechables. Pero aparte de objetos, compramos imágenes que nos representan. Y así habla Bauman de
El vídeo en cinta está periclitado, claro (aunque aún venden VHS con grabadora DVD). Pero llámenlo digital, y el formato es aún más plástico, modelable y borrable. Estas reflexiones de Bauman pertenecen a un tiempo mental anterior a las webs personales, blogs y redes sociales, pero en gran medida parece aplicable lo que dice a estos medios electrónicos y sus respectivas pantallas, personalizadas esta vez a medida de la identidad del sujeto y (además) convertidas en moda. El sujeto se reconoce al menos parcialmente en la proyección multimedia que va generando de sí (a veces incluyendo vídeos caseros insertos, en efecto)—recopilando cosas que se dicen, dichos de moda, objetos que remitan a su identidad ideal y cambiante.
Al parecer el aprecio por la autoimagen va positivamente correlacionado con la actividad en Facebook, nos decía un experimento hace poco. No es la menor de las ventajas del "cuerpo angélico" de la web personal que ésta va cambiando día a día, como una identidad a la vez permanente y fluida. Bauman cita a Christopher Lasch, en The Culture of Narcissism, que también parecía muchos años antes anticipar el análisis de estos fenómenos típicamente postmodernos:
Siempre me ha parecido un defecto de Facebook el que sus archivos sean en la práctica inaccesibles—no hay un sistema ordenado para ir a buscar la información relativa a tal o cual día, si lo comparamos con los blogs. Pero quizá sea sólo una fase más avanzada de esa contradicción a que alude Lasch—en el blog, a veces aún consultas (o la gente consulta) artículos anteriores; en Facebook, queda el archivo para el Juicio Final, o para uso deshonesto de la propia empresa.
Y lo único que queda del trayecto del sujeto por la red es, en la práctica, su huella inmediata, la de moda, podríamos decir. Facebook es mucho más evanescente, más atado a la inmediatez—está entre el chat y el blog, no en vano se escribe en la misma página en que se lee, sin tener que pasar a un modo de edición. En modalidades distintas, los facebooks y los blogs parecen encarnaciones ideales de esa cultura del narcisismo de la que hablaba Lasch: una imagen electrónica de la identidad que es a la vez automodelable, fluida y variable, personalizada a voluntad, y muy mediatizada por la moda, como una vestimenta electrónica del cuerpo y de la mente para lucirla en "las ubicuas pantallas".
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Se aceptan opiniones alternativas, e incluso coincidentes: