miércoles, 30 de marzo de 2011

Modelando la identidad fluida

 

La identidad es, según Zygmunt Bauman, "esa obra de arte que queremos modelar a partir de la dúctil materia de la vida":

"la búsqueda de identidad es la lucha constante por detener el flujo, por solidificar lo fluido, por dar forma a lo informe. Nos debatimos tratando de negar o al menos de encubrir la pavorosa fluidez que reina debajo del envoltorio de la forma; tratamos de apartar los ojos de visiones que  esos ojos no pueden penetrar ni absorber. Sin embargo, lejos de disminuir el flujo, por no hablar de deternerlo, las identidades son semejantes a la costra que se endurece una y otra vez encima de la lava volcánica, que vuelve a fundirse y disolverse antes de haber tenido tiempo de enfriarse y solidificarse. Así, siempre hay necesidad de una prueba más, y otra—y esos intentos sólo se concretan aferrándose desesperadamente a cosas sólidas y tangibles, que prometen duración, sean o no adecuadas para combinarse entre sí, y aunque no nos den motivos para creer que, una vez combinadas, seguirán reunidas—. En palabras de Deleuze y Guattari, 'el deseo acopla constantemente el flujo continuo con objetos parciales que son, por naturaleza, fragmentarios y fragmentados' (Anti-Oedipus).
    "Las identidades únicamente parecen estables y sólidas cuando se ven, en un destello, desde afuera. Cuando se las contempla desde el interior de la propia experiencia biográfica, toda solidez parece frágil, vulnerable, y constantemente desgarrada por fuerzas cortantes que dejan al desnudo su fluidez y por corrientes cruzadas que amenazan con despedazarla y con llevarse consigo cualquier forma que pudiera haber cobrado.
    "La identidad experimentada, vivida, sólo puede mantenerse íntegra con la fuerza adhesiva de la fantasía, tal vez de la ensoñación. Sin embargo, dada la obstinada evidencia de la experiencia biográfica, cualquier adhesivo más fuerte—una sustancia con mayor poder de fijación que la fantasía, de fácil disolución y eliminación—resultaría una perspectiva tan repugnante como la falta de ensoñación. Por ese motivo, según observó Efrat Tseëlon, la moda funciona tan bien: es la sustancia correcta, ni más fuerte ni más débil que la fantasía. Proporciona 'maneras de explorar los límites sin comprometerse con la acción . . .  y sin sufrir las consecuencias'. 'En los cuentos de hadas', nos recuerda Tseëlon, 'el atuendo soñado es la clave para revelar la identidad de la princesa, tal como lo sabe muy bien el hada madrina que viste a Cenicienta para el baile'." (Bauman, Modernidad líquida 89-90)

La compra compulsiva se convierte en una modalidad de construcción y destrucción de identidades desechables. Pero aparte de objetos, compramos imágenes que nos representan. Y así habla Bauman de

"el formidable poder que los medios de comunicación masivos ejercen sobre la imaginación popular, individual y colectiva. Las imágenes poderosas, 'más reales que la realidad', de las ubicuas pantallas establecen los estándares de la realidad y de su evaluación, y condicionan la necesidad de hacer más agradable la realidad 'vivida'. La vida deseada tiende a ser como la vida 'que se ve en la TV'. La vida en la pantalla empequeñece y quita encanto a la vida vivida: es esta última la que parece irreal, y seguirá pareciendo irreal en tanto no sea recuperada en imágenes filmables. (Para completar la realidad de la propia vida, uno tiene que 'grabarla' primero, usando para ese propósito, por supuesto, la cinta de video... esa materia reconfortantemente borrable, siempre dispuesta a eliminar viejas imágenes y a registrar otras nuevas.)." (91)

El vídeo en cinta está periclitado, claro (aunque aún venden VHS con grabadora DVD). Pero llámenlo digital, y el formato es aún más plástico, modelable y borrable. Estas reflexiones de Bauman pertenecen a un tiempo mental anterior a las webs personales, blogs y redes sociales, pero en gran medida parece aplicable lo que dice a estos medios electrónicos y sus respectivas pantallas, personalizadas esta vez a medida de la identidad del sujeto y (además) convertidas en moda. El sujeto se reconoce al menos parcialmente en la proyección multimedia que va generando de sí (a veces incluyendo vídeos caseros insertos, en efecto)—recopilando cosas que se dicen, dichos de moda, objetos que remitan a su identidad ideal y cambiante. 

Al parecer el aprecio por la autoimagen va positivamente correlacionado con la actividad en Facebook, nos decía un experimento hace poco. No es la menor de las ventajas del "cuerpo angélico" de la web personal que ésta va cambiando día a día, como una identidad a la vez permanente y fluida. Bauman cita a Christopher Lasch, en The Culture of Narcissism, que también parecía muchos años antes anticipar el análisis de estos fenómenos típicamente postmodernos:

"la vida moderna está tan completamente mediada por imágenes electrónicas que no podemos evitar responder a otros como si sus acciones —y las nuestras— fueran filmadas y transmitidas simultáneamente a un público invisible, o fueran a guardarse para ser vistas con detenimiento más tarde." (cit en Bauman 91)

Siempre me ha parecido un defecto de Facebook el que sus archivos sean en la práctica inaccesibles—no hay un sistema ordenado para ir a buscar la información relativa a tal o cual día, si lo comparamos con los blogs. Pero quizá sea sólo una fase más avanzada de esa contradicción a que alude Lasch—en el blog, a veces aún consultas (o la gente consulta) artículos anteriores; en Facebook, queda el archivo para el Juicio Final, o para uso deshonesto de la propia empresa. 

Y lo único que queda del trayecto del sujeto por la red es, en la práctica, su huella inmediata, la de moda, podríamos decir. Facebook es mucho más evanescente, más atado a la inmediatez—está entre el chat y el blog, no en vano se escribe en la misma página en que se lee, sin tener que pasar a un modo de edición. En modalidades distintas, los facebooks y los blogs parecen encarnaciones ideales de esa cultura del narcisismo de la que hablaba Lasch: una imagen electrónica de la identidad que es a la vez automodelable, fluida y variable, personalizada a voluntad, y muy mediatizada por la moda, como una vestimenta electrónica del cuerpo y de la mente para lucirla en "las ubicuas pantallas".


 
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