sábado, 26 de marzo de 2011

El Hipermercado de las Verdades Postmodernas


En su libro Modernidad Líquida (2000), Zygmunt Bauman disecciona las características de la sociedad que otros llaman postindustrial o postmoderna, que para él se caracteriza por la livianidad, la rapidez y la movilidad que evita asentarse. Por la proliferación del mercado de consumidores—y por la individualidad autogestionada, que se da forma a sí misma.  

Bauman emplea un estilo portentoso y exagerado de descripción, es lo que podríamos llamar un all-or-nothingist, en el sentido de que detecta una tendencia o un síntoma hacia donde parece que se mueve la cosa, un signo de los tiempos, y lo convierte ya en la regla general—tiende a hablar de lo emergente como si fuera lo dominante.  Pero es la condición de hacer su análisis llamativo, el aumentar desmesuradamente las formas, caricaturizar las tendencias culturales para reducirlas a su rasgo más distintivo y grotesco. Un botón de muestra, su discusión de la autoridad y la verdad postmodernas, en el capítulo "Individualidad":

El capitalismo pesado, de estilo fordista, era el mundo de los legisladores, los creadores de rutinas y los supervisores, el mundo de los hombres y mujeres dirigidos por otros que perseguían fines establecidos por otros de una manera establecida por otros. Por esa razón era también un mundo de autoridades: líderes que sabían qué era mejor y maestros que enseñaban a seguir adelante.
    El capitalismo liviano, amistoso con los consumidores, no abolió las autoridades creadoras de la ley, ni las hizo innecesarias. Simplemente dio existencia y permitió que coexistieran una cantidad tan numerosa de autoridades que ninguna de ellas puede conservar su potestad durante mucho tiempo, y menos aún calificarse de 'exclusiva'. A diferencia del error, la verdad es única, y puede reconocerse como verdad (es decir, tener el derecho de afirmar que todas las otras opciones son erróneas) sólo en tanto sea única. 'Numerosas autoridades' es, en realidad, una contradicción en los términos. Cuando las autoridades son muchas, tienden a cancelarse entre sí, y la única autoridad efectiva es la de quien debe elegir entre ellas. Una autoridad en potencia se convierte en autoridad por cortesía de quien la elige. Las autoridades ya no mandan, sino que intentan congraciarse con los electores por medio de la tentación y la seducción. (69-70)

A esto lo podríamos llamar el hipermercado postmodernista de las verdades—nueva Feria de las Vanidades, a escala globalizada, que marearía al peregrino de Bunyan.


Es un diagnóstico que dice también mucho de los modos políticos que hemos visto en años recientes, en particular en el PSOE. Y hasta el PP actual es postmoderno ligero, precisamente por la vía de evitar caracterizarse en demasía, frente a lo que se le supone, y mantener una ambigüedad que viene a ser una fluidez posmoderna, utilizando contra el adversario incluso los movimientos que presumiblemente habrían de ser compartidos por los dos.


 
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