Un interesante artículo de Susan Savage-Rumbaugh en On the Human, "Human Language—Human Consciousness", comparando las modalidades de cognición humanas con las de los bonobos, parientes biológicos cercanos pero cognitivamente lejanos. Enfatiza la importancia del lenguaje en la construcción de un orden simbólico virtual que es el que habitan los humanos (ver más en "La caverna del cerebro: el lenguaje como realidad virtual"). Me interesa este párrafo que especifica las consecuencias para la autoconceptualización vital humana, mostrando cómo somos seres cognitivamente narrativos, que construimos una historia particular en la que habitamos.
Hoy mismo, por cierto, ponían este enlace en el grupo de LinkedIn de Narratividad: you are a living story, nos dice Juliet Bruce, y el trabajo de construir y reconstruir y reescribir la historia personal—aparte del de vivirla—es continuo. El libro de Gary Saul Morson Narrative and Freedom: The Shadows of Time analiza algunas maneras patológicas, y otras críticas y saludables, de vivir la relación con el tiempo y el pasado y el futuro, y de construir una imagen de nuestra experiencia temporal que sea habitable y no nos encarcele en nuestras propias ficciones.
En el seno de otras historias la construimos esa historia personal, claro, y esto me hace insistir en la importancia de la noción de anclaje narrativo, sobre la que pienso volver próximamente. El anclaje narrativo de unas historias en otras, es parte de una construcción cognitiva de la realidad—más en concreto parte de la dimensión narrativa de esa construcción cognitiva de la realidad, lo que podríamos llamar narrative mapping o la construcción de mapas narrativos.
En "Interacción internalizada: El desarrollo especular del lenguaje y del orden simbólico" comentaba más aspectos de esta interacción entre cognición y lenguaje que crea la realidad simbólicamente estructurada propia de los humanos.
Podríamos concebir La Máquina de E. M. Forster como una expresión límite de dicha construcción humana de una realidad virtual en la que habitar. La Máquina, la Caverna, Matrix—se le pueden dar distintos nombres a la realidad mental en que habitamos. Y cierto que elijo unas versiones inquietantes o sofocantes, de esa realidad artificial que creamos—versiones que se han vuelto en exceso artificiales. Pero es difícil concebir la vida humana en un espacio y en un tiempo no amueblados y habilitados por las tecnologías de generación social. El espacio en que habitamos está socializado, estructurado artificialmente e interaccionalmente—y asimismo el tiempo. (Sobre la teoría del tiempo social de Julio Iglesias de Ussel escribí en Tecnologías de sincronización).
Y también es una construcción social la interioridad humana—el espacio y el tiempo interiores. En este artículo sobre la realidad como expectativa autocumplida desarrollo más esta idea: la realidad en la que habitamos es, en principio, la que esperamos encontrar, la pactada socialmente—y ese pacto social se aplica a nuestras relaciones con nosotros mismos. Son consecuencias ulteriores de ese carácter construido del espacio-tiempo humano al que se refiere Savage-Rumbaugh.
(Lo que no me queda claro es el matiz antidarwinista de Savage-Rumbaugh—por qué no habría de estar la capacidad cognitiva humana sometida a leyes darwinianas. Si ha resultado seleccionada hasta ahora la cognición humana, es precisamente por sus beneficios competitivos en el ecosistema en el que competían los humanos. Otra cosa es que den lugar esa cognición humana y esa socialidad humana a otro ecosistema emergente, propiamente humano).
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Y otro corolario más, sobre esto de habitar espacio-tiempos virtuales. Una observación sobre la vida personal como historia o narración me ha venido a la cabeza, a cuenta de La Carte et le territoire de Michel Houellebecq. Oyendo hablar a su padre, observa el protagonista de la novela cómo la obra y carrera de su padre, un arquitecto, parecen resumirse en la recreación y reelaboración de una obsesión infantil. Las vidas son resumibles: lo que tienen de característico o individual, si es identificable o reconocible, se resume al fin en poco espacio:
(...) Les derniers dessins réalisés par son père n'évoquaient en aucun cas un bâtiment habitable, en tout cas par des humains. Des escaliers en spirale montaient vertigineusement jusqu'aux cieux, rejoignant des passerelles ténues, translucides, qui unissaient des bâtiments irréguliers, lancéolés, d'une blancheur éblouissante, dont les formes rappelaient celles de certains cirrus. Au fond, se dit tristement Jed en refermant le dossier, son père n'avait jamais cessé de vouloir bâtir des maisons pour les hirondelles. (406)
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