viernes, 16 de julio de 2010
Martínez Tendero en el Sástago
Nos vamos a ver en comandito la exposición de pintura que hay en el Palacio de Sástago, una retrospectiva de José María Martínez Tendero. Este es un pintor nacido en Albacete que vive en Zaragoza desde 1971. Y hay un buen número de cuadros, algunos de los setenta, más de los ochenta y noventa, y de este siglo. Una estética algo atormentada, con rojos y negros y grises y mezclas de máquinas y vísceras, explosiones de colores a lo Viola, o paisajes infernales, pero a la vez muy interesante de ver—se juntan en este pintor así en plan olla podrida todas las tendencias pictóricas del siglo anterior, que si geometrías y espacios a la Kandinski, gotelés a la Mathieu y borrones a lo Pollock, pero que de repente se vuelven figurativos, y se convierten en figuras tipo Natalio Bayo, o en formaciones vegetales salidas de Max Ernst o de algún amigo suyo. También figuras embozadas magritteñas, o semiborradas, o que sufren una invasión de elementos pictóricos y colorines abstractos surgidos de otra dimensión estilística... Bocetos (muy acabados) de edificios y ciudades, como una Zaragoza retrofuturista de ensueño o pesadilla, pero con ingredientes de realismo a lo Antonio López— una panorámica de la ciudad donde la historia parece pasar sobre las torres y las casas en gris a modo de sinfonía de colores y splashes y desconchados... Aparecen en algún cuadro las Torres Gemelas de Zaragoza (el World Trade Center), o la Torre del Agua, o el Pabellón Puente, con toques casi de promoción municipal de la Expo. En los títulos, mucho módulo, mucho espacio de reflexión, y mucha línea constructiva y desconstructiva alrededor de las figuras, como el Hombre de Leonardo, o como mostrando la pintura en proceso o integrando el proceso en el resultado. En otras obras muestra sus cualidades de retratista hiperrealista, con toques un poco a lo carboncillo para tienda de fotos. En fin, una batidora de estilos pictóricos, que se puede ver con mucho provecho. Son trabajos extremadamente cuidados, y sin duda caros de la muerte. O merecen serlo.
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