viernes, 4 de marzo de 2011

El interrogatorio (Przesluchanie)


EL INTERROGATORIO (Przesluchanie)
Película polaca. Año: 1989 Duración: 118 min. Color

Dirección: Ryszard Bugajski.
Guión: Ryszard Bugajski y Janusz Dymek.
Fotografía: Jacek Petrycki.
Música: Danuta Zankowska.
Diseño de producción: Janusz Sosnowski.
Vestuario: Jolanta Gerneralczyk y Jolanta Jackowska.
Montaje: Katarzyna Maciejko-Kowalczyk.
Intérpretes: Krystyna Janda, Adam Ferency, Janusz Gajos, Agnieszka Holland, Anna Romantowska, Bozena Dykiel, Olgierd Lukaszewicz, Tomasz Dedek, Jan Jurewicz.

 


 

Estamos en Polonia hacia 1950, bajo el comunismo stalinista. Antonina 'Tonia' Dziwisz es una actriz de cabaret que mantiene relaciones con altos oficiales militares. Esos encuentros la hacen sospechosa y la policía secreta la encarcela cuando durante la investigación a uno de sus amantes. Comienza un proceso kafkiano de opresión y tormento que no tiene otro sentido que el de perpetuarse a sí mismo—un sistema de burocracia policial, infernal y cruenta, gozando de sí y de sus productos en los que se reconoce: miseria moral, sumisión forzada, recreación en la falsedad abusiva.

La película, en formato de pantalla estrecha para más agobio, transcurre durante dos horas claustrofóbicas de celda en celda, de interrogatorio en interrogatorio y de tortura en tortura, dando al espectador una impresión vívida de haber estado allí y ser un interno más. Tonya no es muy inteligente, pero tiene un tono vital innato y una alegría de vivir que le ayudan a mantenerse la primera temporada, entre la pequeña sociedad opresiva de reclusas hacinadas. Estas energías quizá también sean su perdición, al llevarla a la cabezonería de no confesar lo que le exigen que confiese (cuando es obvio que este sistema todo se lo guisa y todo se lo come él mismo, y tritura a quien se interpone).

Va Tonya de paliza en paliza y de ducha helada en ducha helada, pasa por ejecuciones simuladas, la desnudan y patean y humillan y maltratan y torturan, pero ella resiste por esa mezcla de dignidad humana, de estupidez, y de valor mal enfocado, que nadie le va a apreciar si no es el inexistente público de la película. El director sí parece apreciarla, y la convierte en una heroína ambigua o contradictoria—pues a pesar de aguantar, al final acaba firmando confesiones, claro, y —es más— desarrolla una descerebrada mezcla de síndrome de Estocolmo y frivolidad de cabaretera, y copula voluntariamente con su torturador. Este es un antiguo interno de Auschwitz, que ahora está crecido en su papel de torturador, pero arrastra sus propios traumas y se retuerce por dentro cuando ella lo llama Gestapo (parece que al hombre le faltaban dotes de autoobservación). 

En fin, una película que muestra cómo los guardianes (simpáticos y gente normal cuando están fuera de su trabajo) son ni más ni menos que torturadores nazis en horario laboral; como lo sería cualquiera en este sistema... es una de las sugerencias que se hacen. Y sin embargo, no queda menos claro que el sistema, aunque se compone de piezas normales, hace flotar hacia arriba como corcho blanco a las ratas humanas, los capataces psicópatas, los pequeños mandamases canallas que disfrutan reinando en su cuarto cerrado y maltratando, humillando a los demás, castigando y acorralando a la gente.  De debajo de las piedras salen, cuando el clima es favorable, o sea que por allí están, y abundan mucho más de lo que uno se sospecha, igualito que los cocainómanos.

La película es pesada en cierto modo, por la monotonía del agobio continuo y el maltrato al personaje con quien se identifica el espectador (en esa opresión continua basa su impacto), aunque como todas las películas de maltratos, especialmente a mujeres, tiene su propio encanto pornográfico. También es algo inconsistente, debido a la inconsistencia de los propios personajes. Un torturador psicópata agrietado por dentro, y que diríamos que acaba rompiéndose antes que su víctima si no fuese porque Tonya ha intentado de hecho suicidarse antes de su "romance" con el carcelero, con menos éxito que él—y sólo por casualidad no lo consigue. La inconsistencia de la película es necesaria quizá, la inconsistencia de ofrecernos un personaje en parte admirable o consistente, cuando a la vez muestra claramente cómo el sistema torturador desmonta al personaje (a la persona) en piezas y la vuelve inconsistente y poco admirable. Esta ambivalencia no funciona del todo a favor de la película; con estos mimbres no puede haber un desarrollo coherente, por definición.

Quizá la incoherencia sea parte del mensaje. Aunque sea de modo errático y mal calculado, y un poco por casualidad, Tonya consigue sobrevivir. Esto le había pasado, les relata a sus compañeras de celda, en otras situaciones en las que debería haber muerto, y se salvó precisamente por no hacer lo correcto. Observa la Dra. Penas, sentada junto a mí en el cine, que Tonya puede que no sea especialmente brillante, pero que una cosa sí que tiene que acaba salvándola: no se deja encasillar en los papeles que le proponen o que le imponen; se resiste, y redefine la situación de maneras inesperadas, dentro de las limitadas posibilidades que le da el sistema.

Tonya sale de la cárcel tras unos años, y quizá rehaga su vida, pues parece que su marido ha adoptado a la niña que tuvo ella con el torturador durante los años que pasó en la cárcel. El marido la fue a visitar y suelta una declaración de repudio que no puede ser sino prueba de su estupidez y desconocimiento del sistema, si cree las confesiones de su mujer que le han pasado, o prueba de su vileza y crueldad indiferente hacia Tonya, si es que el sermón que le suelta en la cárcel es una treta para exonerarse él frente a los guardianes. Este aspecto también es inconsistente en la película, o en los personajes, o tal vez en la vida, que en muchos rincones del siglo XX fue una auténtica mierda para quienes tuvieron que aguantar a nazis o a comunistas, y millones fueron, durante muchos años. La corrupción del sistema corrompe al individuo por dentro. 

La crítica que le podríamos hacer a esta película, en este sentido, es en todo caso de un exceso de optimismo y fe en el individuo, aunque sea sólo uno.... Dicen que esos son los imprescindibles, y la pobre protagonista, por inconsistente que sea, sí resulta ser aquí una pequeña piedra en los engranajes del régimen. Para poco más da la cosa, y el precio a pagar es alto.

 
 
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