miércoles, 28 de julio de 2010

El fin del olvido y la Visibilidad Universal

Un artículo de Jeffrey Rosen en el New York Times del 19 de julio: "The Web Is the End of Forgetting".

In a recent book, “Delete: The Virtue of Forgetting in the Digital Age,” the cyberscholar Viktor Mayer-Schönberger cites Stacy Snyder’s case as a reminder of the importance of “societal forgetting.” By “erasing external memories,” he says in the book, “our society accepts that human beings evolve over time, that we have the capacity to learn from past experiences and adjust our behavior.” In traditional societies, where missteps are observed but not necessarily recorded, the limits of human memory ensure that people’s sins are eventually forgotten. By contrast, Mayer-Schönberger notes, a society in which everything is recorded “will forever tether us to all our past actions, making it impossible, in practice, to escape them.” He concludes that “without some form of forgetting, forgiving becomes a difficult undertaking.”

It’s often said that we live in a permissive era, one with infinite second chances. But the truth is that for a great many people, the permanent memory bank of the Web increasingly means there are no second chances — no opportunities to escape a scarlet letter in your digital past. Now the worst thing you’ve done is often the first thing everyone knows about you. 


La idea moderna de una identidad fluida y modelable estaría en peligro. (El self-made man, ideal americano, un término popularizado por Henry Clay en 1832). Internet prometia en principio mayores perspectivas de fluidez: avatares, identidades selectivas según círculos sociales, etc. Pero

"now that so many people use a single platform to post constant status updates and photos about their private and public activities, the idea of a home self, a work self, a family self and a high-school-friends self has become increasingly untenable."

Y el aspecto más llamativo de la red es la persistencia de la memoria en ella. "In February, the European Union helped finance a campaign called “Think B4 U post!” that urges young people to consider the “potential consequences” of publishing photos of themselves or their friends without “thinking carefully” and asking permission"—y hubo el debate sobre los controles de privacidad de Facebook. Hay una tensión entre la persistencia de la memoria en la red y la voluntad de las personas de mantener una identidad controlable y fluida, "to escape our pasts and to improve the selves that we present to the world." Así, Michael Fertik formó la empresa Reputation Defender, que hace un seguimiento de la imagen de sus clientes en la web y contacta con los administradores de sitios pidiendo la retirada de materiales indeseados… o puede inflar artificialmente los aspectos positivos o neutrales de una identidad web. Pero la tecnología de la red avanza y crea problemas: así, ya se empieza a poder buscar fotografías no etiquetadas de una persona, con lo cual la visibilidad universal está más que asegurada. Y hay múltiples agregadores que coleccionan información sobre una persona.

"Increasingly these aggregator sites will rank people’s public and private reputations, like the new Web site Unvarnished, a reputation marketplace where people can write anonymous reviews about anyone"

—aún peor, o mejor, serán los servicios y agencias de información y valoración de reputaciones—para ligues, para trabajo... Todo esto son cuestiones que plantean problemas legales inauditos hasta ahora. En el nuevo régimen de comunicaciones deberíamos tener la opción, dice Zittrain, de declarar nuestra reputación en bancarrota cada diez años o así—como en las bancarrotas financieras (es el autor de The Future of the Internet and How to Stop It). En especial es urgente la legislación sobre la interferencia entre las esferas laboral y privada, y los límites del uso de material privado para la definir la reputación laboral de una personal, o para eliminar información falsa o calumniosa sobre las personas en la red. Son problemas distintos, la información falsa que pueda venir de otros o la auténtica (y dañina) que pueda venir de uno mismo—o la falsa que pueda venir de uno mismo, o la auténtica (y dañina) que pueda venir de otros. Si alguna perspectiva se ve en este asunto clara, es multiplicidad de pleitos y grandes ingresos para los abogados—pues como es previsible chocan de maneras indecidibles los derechos propios a la imagen y los derechos ajenos a la libertad de expresión (o viceversa). Es difícil detener el proceso del rumor y del word of mouth:

"Generally, American judges hold that if you disclose something to a few people, you can’t stop them from sharing the information with the rest of the world."

Se pueden desarrollar protocolos de caducidad: así, "Google not long ago decided to render all search queries anonymous after nine months (by deleting part of each Internet protocol address)", y se está desarrollando el sistema Vanish para hacer desaparecer los documentos digitales al cabo de un tiempo. Será relevante hacia dónde se muevan las grandes plataformas: Facebook se ha ido moviendo hacia mayor publicidad, no hacia mayor privacidad. Un estudio de Pew Internet revela sin embargo que los usuarios jóvenes son más conscientes de los peligros de la exposición de la privacidad y más cuidadosos cada vez. Se desarrollan también normas sociales sobre el uso aceptable de los medios: compromisos de no bloguear o no fotografiar tal cosa o evento, etc.—y a veces la gente te lo pide explícitamente, conscientes de la nueva Visibilidad Universal.

Los experimentos (además del sentido común) parecen demostrar que la información negativa sobre las personas tiende a ser más llamativa y a durar más tiempo en la memoria que la información positiva.

Estudios realizados por Samuel Gosling y un equipo de psicólogos sobre los perfiles de Facebook muestran cómo se corresponden de manera bastante estrecha y fiable con la manera en que son percibidas las personas en su vida real. Aunque también señalan que la fiabilidad es mayor en el caso de personas sociables y extrovertidas, y menos fiable en el caso de personalidades neuróticas e introvertidas que se aferran a una auto-imagen idealizada (se pregunta uno si será éste el caso propio...).

Enfatiza Rosen que las nuevas modalidades de comunicación y la visibilidad aumentada de la web requerirá encontrar nuevos protocolos para tratarnos y nuevas maneras de tratar con el rastro digital que dejamos—entre otras cosas, nuevas maneras de perdonarnos las impropiedades de imagen cometidas en el pasado. Cierto es que el caso con el que comienza y termina el artículo es terrorífico: una profesora, Stacy Snyder, a la que no se le permitió continuar en su puesto porque aparecía en una foto de MySpace, en sus ratos de ocio, con un gorro pirata y bebiendo. Allí se juntaron el puritanismo, el culto a la imagen de empresa, y la hipocresía. La alternativa a la tolerancia, y al cambio de chip, sería que personajes como los que despidieron a Snyder, los que no toleran este tipo de "interferencias" de la vida privada, sean los que pongan su rasero para determinar qué es lo que hace la reputación de una persona. De estos escarabajos mentales hay muchos más de los que sospechamos, por lo visto, entre quienes promueven el culto a la eficiencia profesional.




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