Ya tiene cuarenta años bien cumplidos The Sense of an Ending: Studies in the Theory of Fiction, el libro de Frank Kermode. Versa sobre las ficciones entendidas como maneras de imponer forma y orden al tiempo, de humanizarlo, a través de una estructuración narrativa, tanto en literatura como en la historiografía o en la experiencia humana generalmente. Es una línea de reflexión narratológica muy próxima a la de Paul Ricoeur en Temps et Récit, y a otras cosas que aquí hemos tratado.
Aquí puede leerse un resumen de The Sense of an Ending que me acaba de hacer llegar Leonor Navales Beltrán (—thanks for this).
Y aquí hay un ensayo de contestación a Kermode, también excelente, de Richard Webster, que mantiene un sitio web con "ensayos escépticos": "New Ends for Old: Frank Kermode’s The Sense of an Ending" (Critical Quarterly 16.4 - Winter 1974), ahora en RichardWebster.net (2002).
Webster acusa a Kermode de formalismo complaciente—de jugar, como los intelectuales elitistas de la novela de Herman Hesse, a El juego de las cuentas de cristal, sin responsabilidad ni atención alguna a las realidades sociales que hacen posible ese juego.
El problema identificado por Webster es que el propio Kermode crea una ficción consoladora, una especie de mandala teórico que da forma a la literatura contemporánea—mientras que esta literatura se caracteriza esencialmente por su voluntad de caos, su lucha contra la forma. Kermode interpreta las formas literarias modernas, aun las aparentemente rupturistas (Beckett, etc.) como una formalización que es capaz de incluir cada vez más contingencia o caos de la "realidad", dándoles una estructura y sentido. Webster rechaza esa interpretación de la literatura, que considera formalista y ciega a los conflictos humanos que son el tema más inmediato de las obras literarias.
Habla Webster de un desfase entre los críticos, todavía preocupados por las cualidades trascendentes de la literatura, y el arte moderno, que niega esa trascendencia idealista (al menos parte de él, supongo). Es interesante su contraposición entre arte inmortalizante, acabado, y el arte dinámico y en curso característico de la modernidad:
"This
attitude can be traced back to the declaration of the Futurists that
against the conception of the immortal and the imperishable they would
‘set up the art of the becoming, the perishable, the transitory and the
expendable’. At the same time as Marinetti published his Futurist
manifesto, Bergson was exploring his interest in ‘the fluid continuity
of the real’ and both figures gained literary followers. While these
revolutions have all too frequently been seen to herald a new interest
in time, they might better be seen as embodying a more erotic
relationship to experience, together with a fundamental rejection of
that resistance to process which underlies both Platonic philosophy and
Pauline eschatology."
Bueno, un blog, por derivar hacia aquí el argumento, es a la vez flujo, proceso, acumulación caótica—por una parte—y estructuración también, por otra (—aparecen recurrencias, repeticiones significativas). Y lo mismo sucede a otro nivel con cualquier texto literario: es a la vez secuencia para ser leída, e icono verbal impreso en el papel, o fijado por la interpretación. Las dos dimensiones son necesarias, el flujo y la trascendencia (aunque ésta sea provisional e imaginaria, una eternidad relativa siempre medida en relación al flujo). Y para trascender y "elevarse" a ciertas alturas, hay que subirse a alguna atalaya, quizá perdiendo de vista los detalles del suelo para abarcar más panorama. Por eso prefiero defender la argumentación "trascendentalizante" de Kermode, a pesar de que las objeciones antitrascendentalistas y escépticas de Webster parecerían casar mejor con mi tendencia materialista y escéptica (poco paulina y poco platónica). Kermode, después de todo, también realiza en última instancia una crítica escéptica y desconstructiva de esas formas "consoladoras" que imponemos al tiempo.
No creo, pues, que Kermode niegue o ignore que la literatura o la historiografía resulten de o traten con problemas sociales o que su evolución sea ajena a la de la sociedad, o que se despeguen de su base material. Sí sitúa la discusión Kermode a un nivel mayor de abstracción—y de ahí puede parecer que no se interesa por esas cuestiones. Su prioridad es otra, ciertamente: la experiencia temporal en relación al sentido percibido en la acción humana, y en el marco de una narratividad global—una cuestión que tiene puntos de contacto con lo que hemos llamado el anclaje narrativo.
Hay que recordar el mismo Beckett a quien pone Webster como ejemplo de arte escéptico hablaba de su obra como una manera de "acomodar el caos" o de tratarlo artísticamente a la vez que se lo reconoce como tal. Y cuando Webster niega al final de su ensayo que la literatura se ocupe de cuestiones como el tiempo, el orden o la contingencia parece su postura al menos tan tendenciosa como sería el intentar desligar la literatura de la sociedad, sus conflictos y tensiones. (Quizá me haya picado yo con Webster al ser uno de esos críticos que menciona que han buscado estructuras y juegos formales en la trilogía de Beckett Molloy, Malone Muere y El Innombrable).
Es posible en última instancia que la divergencia entre Webster y Kermode sea un problema de la escala a que se ve la cuestión: el ensayo de Kermode mira la historia a vista de pájaro—y quizá sea pretencioso el hacer eso desde "el medio" (the middest, como dice él) y no desde el final, pero es allí donde estamos necesariamente—en medio de la mitad. Cosa de la cual es muy consciente. De ahí las ficciones argumentales y apocalípticas, tan precarias o cuestionables como necesarias son para pensarnos y ubicarnos.
(Y, hablando de milenarismos apocalípticos, hoy me regala Micaela World Without End, de Ken Follett: ¡Muchas gracias, y que nos dure, el libro y el mundo!)
(PS: Estos días le doy vueltas a un artículo sobre la narratividad de la vida, tema kermodiano... aquí: "Out of Character: Narratología del sujeto y su trayectoria vital").
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