Yo me remendaba, yo me remendé
Publicado en Cómo somos. com. José Ángel García Landa
Salía en el periódico (el 20 Minutos,
y es la primera vez que lo veo comentar por escrito) la noticia de la
gran cantidad de operaciones de remiendo de virgos que se hacen en
Zaragoza (y supongo que en todas partes). Entrevistaban a una
especialista, que dice lo importante que es esta operación para que los
himeneos gitanos no empiecen con pésimo pie... y es que los pobres
maridos prefieren vivir engañados en sus ilusiones, al parecer, o si no
podría correr otra sangre.
Incluso la sangre de
la remendadora, pues dice que hay familias que la amenazan de muerte si
la operación no da el resultado requerido en la noche de autos. Al
parecer hay cientos de operaciones, mayormente de gitanas y musulmanas. Y
aún debe echar la cuenta por lo bajo la doctora, porque supongo que no
tiene la exclusiva.
Pues lo de las gitanas
canta bastante, cuando ves a todas las féminas de la familia que van
juntas a visitar al ginecólogo, acompañando a una en la edad crítica.
Como que me da que no van a hacerse chequeos periódicos en masa. Es que
tenemos varios ginecólogos por alrededor, y muchas veces las mujeres de
negro están cuchicheando apasionadamente en el patio de entrada, o
llaman a la puerta de mi casa por error—yo ya las mando en la dirección
adecuada.
Qué país—haciendo ver que hay
modernidad, ahí con el coche tuneao y el estéreo a toda pastilla, y
seguimos como en tiempos de la Celestina. El país autónomo ese digo; y
el otro, que tampoco va muy a la zaga: resulta que otras operaciones son
para prostitutas de lujo, jovencitas lagartísimas que se venden como
vírgenes a precio de oro, y otros más para señoras maduras que contentan
así las fantasías sexuales desvirgadoras de sus maridos. Por favor, que
me da... Lo poco que le ponen a uno las fantasías sexuales del vecino,
ya lo decía Freud. Aún menos que las realidades.
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