Publicado en Literatura y crítica. com. José Ángel García Landa
Sobre vanidad de la escritura y en la escritura... hay un bonito artículo, "Literatura y cosmética", reproducido en Apostillas Literarias. Irresistible para mí, que tengo por la vanidad un interés casi profesional. Le comento:
Los escritores son vanidosos (ellos, yo no), pero no se les tiene que notar: la vanidad ostentosa tira para atrás. Aunque tanto más taimada es la vanidad de los escritores "humildes", y para vanidad torticera la de los que no se llegan ni siquiera a enterar de lo vanidosos que son. Cree el ladrón, me dirá algún humilde observador.
Me ha gustado mucho el primer párrafo:
Es difícil no enamorarse por carta, por correo-e o por Messenger. Nada enamora más que la distancia, que la espera, que la impotencia, la imposibilidad de poseer al otro ahora mismo. El amor se nutre de los aplazamientos; el sexo puede detestar la impotencia, el amor es finalmente siempre una forma de ésta. Amamos lo que no tenemos, porque es nuestra única forma de tenerlo. O de sentir al menos por un segundo que lo tenemos. Amamos a la que se fue, porque a través de las cartas, de los Messenger, de la urgencia siempre aplazada de nuestros sentimientos, podemos mentirnos y pensar que no se ha ido. Amar es en gran parte una forma de salvar las distancias, de negar la muerte -esa distancia final.
Y siguiendo esa lógica, supongo que si amarse a sí mismo es como podría decir Wilde la más continuada historia de amor—el narcisismo del escritor es en parte una manera crear esa distancia necesaria para amarse, y también de intentar preservar el tiempo, de salvar la distancia que nos separará (también) de nosotros mismos. Pero esa distancia sin embargo ya nos separa de todo lo que hemos sido y de todo lo que hemos escrito, manchas de tinta o rastros de letras que vamos dejando por los días.
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