Publicado en Nenes. com. José Ángel García Landa
Pibo y Otas, los pequeñajos, no salen aún a la calle solos, pero a pesar de eso ya van apropiándose a su manera de los trayectos y del paisaje urbano de Zaragoza. Una de las maneras en que lo hacen es siguiendo la pista a un monigote de graffitti que algún artista callejero va dejando a modo de firma por distintas partes de la ciudad. Este monigote tiene cara de ser alguien zumbado por ver demasiado rato la tele, y aparece en actitudes variadas y en los sitios más inopinados, en tapias, en pegatinas, a veces fuera de alcance en la pared de un edificio (ya se lo curra el grafitero, ya).
Los falsos gemelos lo han adoptado, y lo llaman "El Coleguita"— se alegran enormemente cada vez que descubren uno nuevo, y se dedican a seguirle la pista por las calles por donde pasan. "’¡Mira! ¡El coleguita con tupé!" —"¡He visto un coleguita que dormía, y echaba zetas!" —"¡Uau! , mira! ¡Un supercoleguita tamaño gigante!"—"¡Qué majo es! Bueno, mejor, adorable." Hasta tienen pensado hacer un comic protagonizado por el Coleguita y otro santo de su devoción, el abyecto Fluvi. —"Papá, ¿sacarán peluches de El Coleguita?"
Ahora en seguida los recojo del cole, y tenemos que bajar a casa por la calle Hernán Cortés, para que Ivo le enseñe un nuevo coleguita a Otas. Bueno, pues que sepa el infatigable artista que su coleguita, que igual tiene un nombre auténtico que desconocemos, tiene fans por aquí cerca.
—"¡El coleguita sonríe con la barriga!"
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