Comentario de texto de una viñeta aparecida en ADN ayer, lunes 1 de octubre:
Es una viñeta política, con lo cual la polémica y el posicionamiento están servidos (aunque la viñeta parezca sugerir lo contrario). El humorista de la prensa busca ofrecernos sobre la situación política, aquí y en general, una mirada crítica con los partidismos; representa (o se coloca en el lugar de) la visión certera del pueblo llano, que no se deja engañar por los discursos de sus representantes. Ahora bien, el humor no escapa a la regimentación ideológica, y el humorismo de un medio suele estar en sintonía flexible pero coherente con la línea marcada por quien paga las judías.
No conozco bien la línea ideológica de ADN (presidido por José Manuel Lara Bosch); pongamos que no es un periódico obviamente partidista, y tomémoslo, quizá precipitadamente, como representante (no necesariamente certero) de la opinión pública media española. O sea, de un país en el que Rodríguez Zapatero es presidente por votación popular (mi voto, ay, entre otros), y en el que la mayoría de las cadenas de televisión y posiblemente la mayoría de los ciudadanos son favorables a la política del Gobierno. Eso como contexto general. Como contexto más preciso, hay que remitirse obviamente a la polémica de la nueva guerra de banderas y más generalmente al debate de estos días y décadas en torno al significado de los símbolos políticos de la nación española y de sus diversas comunidades autónomas—esto en un momento en el que los dirigentes vascos y catalanes optan abiertamente (abiertamente sin decirlo nunca, claro) por la secesión, y en que el gobierno da señales ambiguas (por ejemplo negociando de tapadillo con la ETA, o declarando que la ley de banderas es de imposible cumplimiento).
Para más cotexto textual, la portada de este número lleva un gran titular de política, relativo a la convocatoria anunciada de un referéndum por la "autodeterminación" del País Vasco: "Ibarretxe: 'No me temblará el pulso' / Zapatero: 'Ibarretxe se equivoca de siglo'" (—lo cual sugiere a la vez una equiparación "neutral" de la validez de los puntos de vista, y también una actitud determinada y serena por parte de Zapatero). Y la última página lleva un artículo de Lucía Etxebarria argumentando que "Rosa Díez ha iniciado su campaña desde el discurso de la provocación"—de la "provocación pepera" por más señas—; eso por declarar que no se sabe la letra del Eusko Gudariak.
Pongamos, pues, que en la polémica de la simbología sobre la que versa la viñeta, ADN está más próximo a los puntos de vista defendidos por El País o La Vanguardia que a los defendidos por El Mundo. Ya vamos más contextualizados.
En la viñeta vemos a dos patriotas opuestos pero idénticos, perfectamente idénticos hasta el punto de que incluso la bandera contrapuesta que los opone es la misma. Son intercambiables a todos los efectos. Esto quiere decir que son idénticos no uno para otro—naturalmente—sino idénticos para el autor implícito, llamémosle "Ernesto Rodera", que se hace cargo del juicio político expresado entre líneas por la viñeta. Formulemos ese juicio tentativamente: para "Ernesto Rodera" los patriotas son extremistas obsesos, siempre a vueltas con sus banderas, que no dejan a la población vivir tranquila; sus obcecaciones con esos trapillos son materia de viñeta. Las banderías patrióticas son actitudes mecánicas indignas de un ser pensante (ver La Risa de Bergson) y por tanto invitan a la contemplación irónica desde fuera de la viñeta: el espectador implícito se ve invitado a sumarse al sano escepticismo de "Ernesto Rodera" y a contemplar esta esquizofrenia vexilofílica como un ejercicio de patriotismo mal entendido: para "Rodera" y para "nosotros", como para Samuel Johnson, el patriotismo es el último refugio de un sinvergüenza, y debemos desconfiar por igual de los que izan como de los que arrían banderas. Toda bandera es mala, de hecho, si de verdad hemos de llegar hasta el fondo del asunto. Tal es la doxa popular de la que participan y nos invitan a participar "Ernesto Rodera" y ADN.
(Hay otra lectura posible, en la que el patriota es efectivamente el mismo mismísimo, en dos viñetas "secuenciadas" y no dos patriotas "simultáneos/contrapuestos". Pero esta lectura nos remite al mismo posicionamiento, pues el antagonista y alter ego del patriota está entonces presente in absentia, y dice lo mismo que él in absentia).
Esta que decía es la lectura amistosa de la viñeta, la lectura que saca a la luz y expresa el discurso ideológico con el cual sintoniza el autor implícito y la formación ideológica a la que representa—tal como éste quiere ser leído.
Ahora bien, pasemos a una lectura propiamente crítica, antagónica, o antipática, a la que yo soy mucho más aficionado, porque es más compleja. La lectura antagónica de un texto es más compleja, porque contrapone dos lecturas: a la ya vista, la manera en que el texto invita a ser leído, le opone una lectura no invitada, una lectura contraria al punto de vista ideológico del texto, que saca a la luz los aspectos de la referencia contextual, o del propio texto, que la retórica del texto intenta disimular; o expone las tensiones y contradicciones inherentes al propio texto—cuestionando así o desacreditando la coherencia ideológica de su proyecto.
En este caso, el efecto crítico equivale a lanzar una mirada irónica sobre la mirada irónica de "Ernesto Rodera" que va implícita en la viñeta.
Los dos patriotas son presentados por la retórica del texto como idénticos (en su antagonismo entre sí y en el rechazo por parte de la ética textual implícita). Son visualmente idénticos, y están simétricamente enzarzados en un absurdo y estéril círculo vicioso, que nos va llevar al aburrido espectáculo de subir y bajar banderas sin sentido ad infinitum. De lo cual se desvincula el espectador implícito: sale del marco de la viñeta para alcanzar su significado implícito, se coloca a un nivel superior irónico de observación, y escapa así del círculo vicioso, alzándose hasta la libertad de contemplación de los espíritus libres.
Vale. Idénticos insectos políticos, estos patriotas. Pero... no tan idénticos. Por ejemplo, si acudimos al contexto extratextual, podríamos deducir fácilmente que el primer patriota está arriando la bandera española por la fuerza, lo cual es ilegal, mientras que el segundo la está izando, lo cual es legal e incluso obligatorio a veces. Pequeño detalle—pero ay, si observamos eso nos convertiremos para el punto de vista implícito en uno de los dos insectos: tomamos partido, nos volvemos patriotas... incluso nos podría decir Lucía Etxebarria que nos dedicamos a la provocación pepera por el mero hecho de mentar las leyes.
Limitándonos al texto en sí, observemos otra diferencia (—puesto que los dos dibujos invitan por su mismo parecido a jugar al juego de las diferencias—aunque la gracia de la viñeta, en la medida en que la tiene, se basa en encontrar los parecidos... lo cual es un ejercicio ciertamente superficial en el caso del juego de busque las diferencias).
Esa diferencia es que el primer patriota—llamémosle abertzale por no liarnos—quita la bandera de los otros. Mientras que el segundo iza la bandera propia. Hummm...
Observemos que el abertzale no es que sea un enemigo de las banderas. Tiene su propia bandera, distinta para él (aunque "Ernesto Rodera" solo vea trapos idénticos). Y sin duda piensa izar esa bandera después de quitar la bandera de los otros.
Volviendo al punto de vista externo, vemos que la viñeta, en la medida en que (también) admira irónicamente la energía y empeño patriotero de los unos y los otros, se sitúa tanto fuera del ordenamiento jurídico invocado por unos—los abertzales, o sea la patria vasca in fieri—como por los otros—o sea, la Constitución española y las leyes de banderas que de ella derivan. "Ernesto Rodera" es libre—no tiene ni bandera, ni rey, ni ley, y nos invita a participar de esa infinita libertad intelectual. Allá se las compongan los unos con su Euskalherría / Polonia Libre, y los otros con su Constitución. (Fascistas, probablemente, estos últimos, según dictaminaba el agudo olfato de Polanco cuando veía mucha bandera constitucional).
Observemos que el segundo patriota, el exaltado pepero de extrema derecha según la sabiduría popular a la que apela la viñeta, tiene una actitud hacia su propia bandera—no la nuestra, válgame Dios, ¡nosotros los lectores NO TENEMOS BANDERA! – su bandera, digo, que, por cierto, es la constitucional, la que izan para irritación de los abertzales los provocadores peperos como la alcaldesa de Lizarza, mientras otras personas más equilibradas, razonables y brujuleadoras la mantienen sabiamente arriada, para no tensionar... El segundo patriota, digo, insiste en izar "su propia" bandera, pero hay que reconocer que no va arriando la del primero, menos aún por la fuerza. También es una significativa diferencia, vaya. A ver: no arría la del primero, porque la del primero también es (que sepamos) legal: la ikurriña, por ejemplo. Ni el PP ni la Constitución dicen que haya que "quitar" ikurriñas en las provincias vascas. Distinto es no izar lo que debe ser izado por ley, o arriar a la fuerza lo que otros han izado siguiendo la ley.
Observemos también que el abertzale no es alguien que meramente se limite a no izar la bandera que no le gusta, no: esa bandera ha sido izada (quizá por algún facha, optativamente, pero en cualquier caso, siempre y de modo obligatorio, por las autoridades encargadas de poner símbolos por ley). Y este espontáneo abertzale, que no es cargo público, sino patriota vocacional, va y la quita, con dos huevos. Ahora, ¡que no le quiten a él la suya! Porque quizá trabaje técnicamente fuera de la ley, pero sí sigue en cambio una ley inflexible (tan del gusto vasco, y ahora extensiva a nivel nacional): la ley del embudo, por la cual ha de imponerse mi voluntad sea cual sea la legislación vigente. La ley que haya, se seguirá o no, según convenga. Y de aquí pasamos al territorio comanche, donde ya se sabe quién dicta la ley más fundada: el que tiene el gatillo más suelto. No andan éstos lejos de los descolgadores de banderas.
Ah, pero déjenlos estar... nos invita a decir la viñeta. Y el Ministro del Interior.
El segundo patriota, patriota oficial de un Estado existente, si iza banderas, puede que sea como la alcaldesa de Lizarza, que quizá la ize por gusto y vicio, o quizá no, pero en todo caso al hacerlo sigue la letra de la ley (y así provoca, parece decirnos la viñeta). ¿Estamos mejor sin ley, quizá? ¿O con una ley flexible, que se cumpla o no según respiren los próceres locales, y los de la pistola?
Pero estas diferencias no son relevantes para "Ernesto Rodera": como decíamos, los dos patriotas son iguales, para él y para el hontanar de la sabiduría popular. Porque al pueblo, la Constitución y las banderas se la traen floja. Y el pueblo es sabio.
En suma: una viñeta falsaria, de una mala fe que tira para atrás, pero muy adecuada para que la rían hoy por España. Pues está basada en una posición política hipócrita, insostenible y autodestructiva—que es básicamente la del actual gobierno español, y posiblemente también la de la mayoría de la sociedad española, una sociedad dispuesta a venderse barato a quien más apriete, pues está libre intelectual y moralmente de compromiso con ningún símbolo ni ninguna ley.
Que la ley la cumplan sólo los convencidos, como dice la Vicepresidenta, sin imposiciones de las autoridades—y ya veremos lo bien que nos va a todos en esa utopía de la tolerancia y el falso buenismo.
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