Deseos de ser piel roja
Publicado en Cine. com. José Ángel García Landa
Esto es una reseña de La Carta Esférica
de Arturo Pérez Reverte, con guión y dirección de Imanol Uribe,
interpretada por Aitana Sánchez-Gijón y Carmelo Gómez. En breve: para
pasar el rato, y poco más; apta para echar el domingo por la tarde en la
tele.
Se le ha criticado que si es poco espectacular, que si
el ritmo no arranca, que si es demasiado estereotípica en sus diálogos;
es cierto que con frecuencia no suena como gente conversando sino como
pesonajes exponiendo una historia para ilustración del espectador. Da
impresión de estar hecha con pocos medios, tan pocos los buscadores de
tesoros como los buscadores de tesoros cinematográficos; se les debió ir
el presupuesto en cenar langosta ("langosta verde") en lugar de echarlo
en la película. Pero bueno, no me quejo de los mafiosos con pocos
medios, por lo menos tenían buena jeta de mafiosos.
El asunto va de un rescate ilegal de un tesoro hundido, del barco jesuita Dei Gloria, a
manos de los protagonistas, con competencia por parte de una empresa
dudosa con base en Gibraltar. Al final lo localizan calculando la
desviación en base a ciertos errores en un mapa y gracias a un sistema
de referencia secreto que empleaban los jesuitas, dato que les da un
catedrático (posible víctima de los encantos de la protagonista).
Se le ocurre a uno que el reciente caso que sucedió y que tuvo tanto
eco en los noticiarios nacionales debió ser en parte una estrategia de
lanzamiento de esta película, a través de algún contacto con los
noticiarios. Aunque no dudo que piratas hay en Gibraltar, y en todas
partes. Hasta en el Ministerio, vamos, porque la Aitana, aquí "Tánger",
hace de funcionaria del Museo de la Marina que, con financiación
oficial, se dedica a barrer para casa y llevarse las esmeraldas,
estafando a todo el mundo por el camino: a su ex (el gibraltareño,
bueno, italo-gibraltareño Nino Palermo), a su sicario a quien soborna, a
su pareja el marinero protagonista Carmelo Gómez / "Coy" y al socio de
ambos "Piloto"... menos mal que el tal Coy cambia las esmeraldas de
sitio en el último momento, y la deja con un palmo de narices llevándose
un cargamento de piedrecitas. ¿Volverá Tánger a por las esmeraldas, a
cambio de más sexo? Nos quedamos con la duda, no despejada por la
narración retrospectiva.
Quizá las mejores escenas son las que aparecen las viñetas de El Tesoro de Rackham el Rojo,de
Tintín, pero hasta esas son bastante glaciales. La película es fría
hasta en las escenas de orgasmos, orgasmos a golpe de guión. Claro, que
la impresión que le dejaría a cualquiera la señora funcionaria ésta
sería más bien glacial, pero se supone que el marinero tenía otros
parámetros y su narración debería ser más apasionada.
En cuanto
a mí, lo que me apasiona y me deja frío a la vez es la fascinación del
protagonista, y del autor y guionista, por las tías malas remalas—eso
sí, mientras estén buenas rebuenas, que sin un culo a juego el mal no
tiene el menor atractivo. Uno piensa que una elementa tan vendida,
mentirosa y manipuladora como la Tánger-Aitana ésta habría que tenerla
apartada con un palo largo, pero no, el sueño del marino Coy es que se
vuelva a meter algún día en su vida, como un elemento turbio de pasión y
feminidad insondable, que le atrae como las profundidades marinas al Dei Gloria. Como
digo, el mismo encanto femenino le veo yo al mafioso italiano y a su
sicario, y es posible si nos pasamos a la vida real que la señora
recupere las esmeraldas por el procedimiento de romperles las piernas a
la pareja de nostálgicos que se acuerdan de ella conversando por el
puerto al final. Que la mafia es la mafia.
Ella proyecta mejor
idea de sí misma, como mujer de rompe y rasga: cuenta que en las
películas de vaqueros hay dos tipos de mujeres, las que chillan cuando
vienen los indios, y las que cogen el rifle—y que ella decidió ser de
las segundas. Pero del argumento se desprende más bien que prefiere ser
de los indios. O más bien podríamos ponerla como emblema de la cultura
del pelotazo de los 90: desde el puesto oficial, y con financiación
ministerial, pero a barrer para casa sin contemplaciones. Y tal es el
oscuro objeto de deseo que se nos hace oscilar ante las narices,
encarnados en nuestro Coy-avatar. Hemos de tenerla. Veamos: señoras
fantásticas que vemos pasar y con las que no nos acostaremos, son el
100% de ellas, así redondeando o sin redondear. ¿Por qué entonces tenía
Tánger "algo especial"? Yo le veo al protagonista, o más bien al autor a
través del protagonista, ese mismo deseo de ser piel roja—dividido
entre la honestidad ya no ético-política, sino personal-amorosa
(guardemos las medidas) con la que actúa, y las ansias de libertad
total, para robar, traicionar, no tener ataduras de ningún tipo que no
sean las del egoísmo más desmesurado, destructivo e insensato. Que es
atractivo, pero para sentirlo como atractivo hay que verlo desde fuera. Y
encarnado en una tía buena. Vamos, que el protagonista/guionista/autor,
sus ansias de ser piel roja las expresa por vía sexual, y se apropia de
la ilegalidad de la vida dándole un cuerpo que se pueda penetrar con
violentos embates físicos. ¿Es misoginia, es machismo, esta encarnación
de la amoralidad absoluta en la mujer, que con un chasis bien asentado
queda absuelta de responsabilidad ética, o más bien invierte los
parámetros y se convierte en lo absolutamente deseable? Bueno, es ese
tipo especial de misoginia que se combina con la atracción sexual y con
una buena dosis de sadomasoquismo. Y machismo, todos muy machos, eh.
Hasta ella. Esto es todo un psicodrama del machismo y un catálogo de
síndromes varoniles.
Con estos planteamientos queda claro
que "para poder quererte / es mejor que tú no estés" como decía
Gurruchaga; donde se está bien de verdad es en la pequeña sociedad
homosocial, con un colega tan castigado como tú, hablando de ellas y de
lo que nos hacen sufrir, y de cómo las toreamos, y de lo remalas que son
cuando son tan duras y tan ellas a la vez, y qué atractiva que es la
maldad en cueros, y quién fuese un piel roja...
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