"Perdita" es el nombre de una heroína de Shakespeare, y es la última sección de la novela de Jeanette Winterson El hueco del tiempo. Es ésta una reescritura multirracial y LGTBIQ de El Cuento de Invierno de Shakespeare, que si me preguntan a mí no suena muy prometedor, y cumple a la altura de las expectativas. Pero después de contarnos la historia almodovariana de "Leo" y "Xeno" y "Mimi" y su desastrosa historia de amor/odio, la autora deja caer las máscaras, con Perdita reaparecida y recuperada, y con Mimi como estatua resucitada (era cantante ex-famosa que ahora reaparece) dando de nuevo su concierto para Leo. In propria voce Winterson nos describe El Cuento de Invierno, lo que significa para ella, y la vivencia personal que asocia a esta historia de errores imperdonables, de pérdidas, separaciones y (por fin) de perdones.
Este es un cuento de viejas, un cuento maravilloso. Pero en los cuentos maravillosos normalmente la amenaza llega de fuera: un dragón, un ejército o un malvado hechicero. Shakespeare, adelantándose a Freud, sitúa la amenaza donde se halla en realidad: dentro de nosotros.
Cuento de invierno se llevó a escena por primera vez en 1611. Tuvieron que pasar otros trescientos años para que la incipiente ciencia del psicoanálisis empezara a entender cómo el pasado hipoteca el futuro, o que el pasado puede redimirlo. Que el pasado espera emboscado como un mendigo disfrazado. A Shakespeare le gustaban los disfraces, que una cosa se hiciese pasar por otra: una chica que es un chico que es una chica. Una princesa que es una pastora que es una diosa. Una estatua que cobra vida. El horror y el esplendor de Cuanto de Invierno radican en que las cosas no son lo que parecen.
Y el tiempo, que establece todos los límites nos ofrece la única oportunidad de liberarnos de sus límites. Después de todo, no estamos atrapados. El tiempo puede redimirse. Lo que se pierde se encuentra...
Dejemos, pues, que ella diga la última palabra.
PERDITA
Pronto esta será nuestra vida juntos y tendremos que vivir en el mundo, como todos. Tendremos que ir a trabajar, tener hijos, construir un hogar, preparar la cena, hacer el amor, y, en estos tiempos en que la bondad escasea en el mundo, nuestras vidas correrán el peligro de quedarse en nada. Tendremos sueños, pero ¿se harán realidad?
Tal vez olvidemos que fuimos el lugar donde ocurrió el milagro. El lugar de peregrinación que cayó en desuso, cubierto de hierbajos, ruinoso y olvidado. Puede que no sigamos juntos. Puede que no sigamos juntos. Es posible que la vida sea demasiado dura en cualquier caso. Tal vez el amor sea solo cosa de las películas. Es posible que nos hagamos tanto daño el uno al otro que olvidemos que lo que sucedió sucedió. Encontraremos una coartada para demostrar que nunca estuvimos allí. Esa gente no existió.
A lo mejor una noche, cuando haga mal tiempo y me sujetes por las muñecas con demasiada fuerza, yo cogeré una linterna y saldré a pasear bajo la lluvia, con el cuello del impermeable subido para protegerme del viento, y no habrá estrellas en la oscuridad, y un pájaro saldrá volando sobresaltado del seto, y los charcos reflejarán la luz de la linterna, y más allá se oirá el rumor de la carretera pero aquí se oirá el rumor de la noche, mis pasos y mi aliento. Tal vez entonces recordaré que, aunque la historia se repite y siempre caemos, soy portadora de la historia cuya breve incursión en el tiempo no dejará huella, he aprendido algo que valía la pena saber, descabellado e improbable y que desafía la costumbre.
Como una bolsa de aire en un bote volcado.
El amor. Su dimensión. Su escala. Inconcebible. Inmenso. El amor que sentías por mí. El amor que sentía por ti. El amor que nos profesábamos. Real. Sí. Aunque me abra paso en la oscuridad con una linterna. Soy testigo y prueba de lo que sé: este amor.
El átomo y el ápice de mi vida.
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