Y treinta mil fotos en mi fotoblog.

Casi sin darme cuenta, esta semana he pasado ya de las 30.000
fotos en mi
fotoblog de Flickr—ésta de arriba, "Último rayo al arco iris", es la número 30.026.
Treinta mil, un número arbitrario, puede ser también un número
significativo. Una vida media, una vida larga normal, tiene unos
treinta mil días. Podemos imaginar que he hecho una foto por cada día
de mi vida pasada y futura (o futurible). También aparecen bebés en mis
fotos, y niños—y mis experiencias eran muy parecidas a las de ellos,
intercambiables. Y aparecen ancianos que me esperan para cuando llegue
hasta ellos, si llego. Podríamos considerarlo el fotoblog de una
vida—como esos experimentos virales de Internet en los que una persona
se hace una foto ante el mismo espejo a lo largo de un año, o
fotografía la misma esquina de calle cada día una y otra vez. Lo mío no
es ni tan repetitivo ni tan variado—porque la intensidad añade
variedad, igual que la diversidad.
No conozco ningún fotoblog que tenga más fotos. Si lo conocen Vds.,
díganmelo por favor.
Tengo otro dudoso honor—como si la cantidad no
fuese ya dudosa de por sí (se lleva más la rarefacción, como decía
Foucault). El honor, digo, aparte, de tener la más baja relación entre
número de fotos / número de respuestas del público. Si consultan mi
Flickr, verán que tengo casi un millón de visitas:
—pero los comentarios podrían contarse con los dedos de un par de
personas. Una proporción extrañamente baja, si me preguntan—habida
cuenta que algunas de mis fotos, no todas, no muchas, son muy buenas. Una opinión
que evidentemente no está muy extendida.
Dice Denis Roche en Notre antéfixe
(1978) que "Una cámara fotográfica no crea una situación o un gesto o
un objeto dados, sino que mediante el encuadre les obliga a existir de
nuevo y, de ese modo, a decir sin duda algo completamente diferente de
lo que decían antes de irrumpir ante el aparato captor" (cit. por
Antonio Ansón en Novelas como
álbumes, 2000).
Muchas cosas deben de decir mis fotos, sin decir ni palabra. O al menos
podríamos hacérselas decir, quizá mediante un tercer desplazamiento
verbalizante.
A
una foto la hace buena, sobre todo, la atención que se le dedica, el
comentario con que se la arropa, la circulación que se le da. En este
sentido (además de en obvias cuestiones de técnica y capacidad) aún
admiten muchas mejoras mis fotos.
Pero sí les di un poquito de arropamiento verbal o teórico, aquí en mi
artículo sobre la
narratividad del fotoblog, o en el
nuevo régimen de las imágenes.
Supongo que poco
arropamiento dividido para muchas fotos también es contraproducente. La
cantidad misma, repito, es contraproducente, y hace que baje la calidad
media. Para ver las mejores, en todo caso, pueden ir a mis álbumes, por
ejemplo éste
del año pasado.
Pero todo esto va en gustos. La mejor foto, en todo
caso, no es nunca la de otro, sino la que tiene una relación con
nuestra vida que se impone como una revelación— revelación a la cual es ajena la
foto misma. La foto que es nuestra o hacemos nuestra, la hayamos hecho nosotros o no. Así que aquí estamos a la espera de ese lento trabajo del
tiempo, qué remedio nos queda. Ya lo noto, y lo siento, no lo celebro.
_______
PS, diez años más tarde, 2025:
Más de cinco millones de visitas, más de cinco o seis comentarios (por ese lado sigue todo parecido), más de 170.000 fotos. La mayoría de me gusta, pocos, vienen de Thomas Hawk, el tipo al que más fotos le he robado o reciclado, y el único al parecer que tiene un fotoblog mayor que el mío. La novedad es que mi fotoblog ha sido retirado esta semana del visionado público, por incumplir demasiadas normas de la compañía, demasiadas refotos sobre todo, y demasiada piel a la vista, no mía por suerte. Lástima, pero a mis años ya no sé si cambio de estética, ni de costumbres. Se quedará el fotoblog para que lo veamos mi perro y yo, o el espectador virtual, o algún invitado a alguna foto aislada como ésta que se ha colado hasta aquí.
—oOo—