Es inútil: no se puede tener bicicleta, o si la tienes, la tienes que encerrar en casa. Es una ciudad llena de chorizos, chorizos impunes, pues lo de "ladrón de bicicletas" es una película italiana, no una figura penal. Si denuncias el robo a la policía, archivan el papel y te dicen que la vayas a buscar al rastro a los puestos de ventas de bicis, a ver si la encuentras allí. Igual te la venden barata, pero lo más seguro que esté en otra ciudad, que la cosa va organizada. Esto ni se persigue ni se pena ni le interesa a nadie. Si a alguno cogiesen robando una bicicleta, ni el nombre le tomaba el policía, seguro. Y así, la cosa se convierte en una industria, una materia prima a explotar por la canalla—canalla encantadora con sus amigos, no lo dudo, y benevolentemente ignorada por las autoridades, jueces y penalistas.
Pero un país que funciona así, se va al guano. O mejor dicho, se ha ido ya.
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