Cuando proyectaba marchar de España a Italia con un ejército, Aníbal preveía la gran dificultad de avituallarlo y de disponer siempre de víveres, ya que, por su duración, la marcha era casi inacabable y, encima, había que contar con el número y la ferocidad de los bárbaros que vivían a lo largo de ella. En el consejo esta dificultad se debatió ampliamente y uno de sus miembros, llamado también Aníbal, por sobrenombre "el gladiador", hizo evidente que había sólo un único medio para poder llegar a Italia. Aníbal le pidió que lo expusiera y él contestó que era preciso enseñar al ejército a comer carne humana, y habituarle a ello. Aníbal fue incapaz de oponerse razonadamente a la audacia y a la eficacia de esta idea, pero nunca la tomó en serio y no intentó convencer a sus amigos. No falta quien afirma que los actos de salvajismo cometidos por Aníbal en Italia se deben imputar al otro Aníbal, pero en gran medida se debieron también a las circunstancias.
Las circunstancias, y los consejos de nuestros amigos, nos vuelven caníbales.... ¡pero aún tenían el cuajo estos cartagineses de hablar de la "ferocidad de los bárbaros"!
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