Película con guión de H. G. Wells sobre su novela futurista,
ahora retrofuturista. La he visto en
Sesión
Continua.
Tiene aspectos muy interesantes: la profecía de la segunda guerra
mundial, con la Batalla de Inglaterra y el Blitz de Londres muy bien filmados avant coup;
un episodio de decadencia post-apocalíptica, y una utopía urbanística
en el siglo XXI. Me han llamado la
atención los años 60 y 70 imaginarios, frente a los que viví yo de
verdad. Quizá estén a la espera en otro momento del futuro, quién sabe.
Algunas de sus profecías se han cumplido sin embargo antes de lo
previsto: Wells situaba los viajes espaciales a la Luna en la década de
2030—y ya ven. Los ascensores transparentes y la arquitectura de
grandes plataformas interiores también se han puesto de moda mucho
antes, quizá por influencia de la propia película...
La película presenta su sociedad ideal futura, una vez superada la
epidemia y la decadencia en la barbarie medieval, como una versión
mejorada de los años 30, con todo un canto visual al industrialismo y a
la producción maquinista; casi parece soviética en este sentido, y muy
de la era fascista-comunista en la subordinación total del individuo al
avance de la colectividad, aquí un orden mundial entre benevolente y
agobiante en su planificación perfecta, mal de muchas utopías.
Más ambivalente es el conflicto del final, cuando la exploración
espacial divide a la humanidad; algunos quieren detener el progreso y
vuelven las revueltas—se presenta a estos agitadores de masas usando
unos medios de comunicación audiovisual que el Estado podría suprimir
pero elige no hacerlo. Estas pantallas futuristas están entre el
televisor de plasma y los hologramas de la Guerra de las Galaxias; la
estética vestimentaria futurista passé es atroz, aunque a veces le da
un toque de intriga shakespeariana a los que abogan por detener el
progreso—su imagen está entre Bruto en Julio César y Catón anunciando
que hay que destruir Cartago. La película es ambivalente en su final:
la expansión humana al universo parece un sueño inevitable, una
compulsión, más que una realidad factible—termina con esta alternativa
crucial, entre las estrellas o ser un animal más sobre la tierra.
Parece que hoy es precisamente la alternativa a evitar—hay mucho
espacio intermedio por explorar, más abajo del espacio.
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