martes, 4 de septiembre de 2012

Neuroética

Conferencia de Adela Cortina en la Fundación Juan March (2009):

Neuroética: ¿Las bases cerebrales de la justicia y la democracia?

El énfasis principal recae en la posibilidad de fundar universales éticos en la neurología, sobre todo en una época de globalización y universalización. Una cuestión a relacionar con las reflexiones sociobiológicas sobre la naturaleza humana, y la consiliencia entre ciencia y humanidades, en la obra de E. O. Wilson.

Discute Cortina la cuestión evolutiva del altruismo, y lo basa en la capacidad de reciprocidad, en el hombre y otros animales. Pero para las hormigas no sirve, creo, y quizá tampoco para los humanos, en el sentido de que la capacidad de reciprocidad es el fenómeno a explicar, no la causa. Ahora bien, mejor está relacionar la selección de los mecanismos de reciprocidad con la selección de grupo como hace también Cortina. Mucho habría que hablar sobre la variable capacidad de reciprocidad humana, con las variables identificaciones entre grupos—es enormemente elástica, compleja y contradictoria, la reciprocidad humana. Hay que decir que con frecuencia no se basa en el cálculo para nada, sino en estructuras de comportamiento y de personalidad e ideologías recibidas, donde el elemento de cálculo de costes y beneficios recíprocos a veces es mínimo.
A unos les toca siempre dar, a otros siempre recibir, en democracia y fuera de ella.  O sea, frente al contractualismo de Rousseau, la teoría del hábito de Hume. La fuerza de la costumbre es nuestra guía y nuestra lumbre—también en neuroética.

Termina Adela Cortina con un énfasis no en la biología sino en la cultura: la tradición del reconocimiento recíproco de las personas. Lo dice con una frase griega, "nada de lo humano nos puede resultar ajeno", pero me parece que se deja en el tintero, o alude veladamente, a una noción cristiana de altruismo, lo que se llamaba la compasión o la caridad. La ética no puede fundarse únicamente en el innatismo o en un estudio de los instintos biológicos heredados, sino en un futuro deseable a alcanzar, y en una tradición que seleccione lo más deseable del comportamiento ético de que es capaz la humanidad. Porque lo que hagamos con la capacidad cultural que nos da nuestra biología ya es responsabilidad nuestra a cada momento.



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