Conferencia de Adela Cortina en la Fundación Juan March (2009):
Neuroética: ¿Las bases cerebrales de la justicia y la democracia?
El énfasis principal recae en la posibilidad de fundar universales
éticos en la neurología, sobre todo en una época de globalización y
universalización. Una cuestión a relacionar con las reflexiones
sociobiológicas sobre la naturaleza humana, y la consiliencia entre ciencia y humanidades, en la obra de E. O. Wilson.
Discute Cortina la cuestión evolutiva del altruismo, y lo basa en la
capacidad de reciprocidad, en el hombre y otros animales. Pero para las
hormigas no sirve, creo, y quizá tampoco para los humanos, en el
sentido de que la capacidad de reciprocidad es el fenómeno a explicar,
no la causa. Ahora bien, mejor está relacionar la selección de los
mecanismos de reciprocidad con la selección de grupo como hace también
Cortina. Mucho habría que hablar sobre la variable capacidad de
reciprocidad humana, con las variables identificaciones entre grupos—es
enormemente elástica, compleja y contradictoria, la reciprocidad
humana. Hay que decir que con frecuencia no se basa en el cálculo para
nada, sino en estructuras de comportamiento y de personalidad e
ideologías recibidas, donde el elemento de cálculo de costes y
beneficios recíprocos a veces es mínimo. A unos les toca siempre dar, a otros siempre recibir, en democracia y fuera de ella. O sea, frente al contractualismo de Rousseau, la teoría del hábito de Hume. La fuerza de la costumbre es nuestra guía y nuestra lumbre—también en neuroética.
Termina Adela Cortina con un énfasis no en la biología sino en la cultura: la tradición
del reconocimiento recíproco de las personas. Lo dice con una frase
griega, "nada de lo humano nos puede resultar ajeno", pero me parece
que se deja en el tintero, o alude veladamente, a una noción cristiana
de altruismo, lo que se llamaba la compasión o la caridad. La ética no
puede fundarse únicamente en el innatismo o en un estudio de los
instintos biológicos heredados, sino en un futuro deseable a alcanzar,
y en una tradición que seleccione lo más deseable del comportamiento
ético de que es capaz la humanidad. Porque lo que hagamos con la
capacidad cultural que nos da nuestra biología ya es responsabilidad
nuestra a cada momento.
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