De las razones que tienen que ver con la docencia, la primera y supongo que fundamental es que también allí hay un recorte encubierto,
recorte al bienestar del profesorado y a nuestros privilegios
lentamente adquiridos. Creo que no me engaña la memoria si recuerdo que
en los años 80 un profesor medio daba más horas por sueldo medio de las
que imparte ahora. Otra cosa es que el sueldo no haya subido
espectacularmente desde los años 80. A cambio, sí hay alguna horilla
menos de clase. Y ahora este taimado Real Decreto a algunos les reduce
aún más las horas de clase, sí, a otros los deja virgencita virgencitacomo
están, y a bastantes (previas cuentas habrán echado ya, de que sale a
cuenta) les aumenta la carga docente obteniendo así unos miles o
millones de horas de trabajo adicional para el ministerio. Y el recorte
en puestos volantes, quod erat consiguiendum.
Antaño, el catedrático tenía el
privilegio de enviar al ayudante a dar las clases, y se hacía su propio
horario más a medida. Ahora todo está mucho más ahormado, y creo que
pocos tienen el cuajo de apoyarse demasiado en los ayudantes. El
catedrático sigue teniendo muchos privilegios, sí. A efectos prácticos,
es un miembro de una especie de logia o club rotary, el de los
catedráticos del área, que se van aceptando y promocionando y apoyando
unos a otros, y tienen más influencia en la profesión, y se reparten las
comisiones e invitaciones y cargos a dedo y proyectos de investigación y
asesorías de calidad, etc. etc., o hablan de oído de druida a oído de
druida para ver a quién de su cohorte tienen que ir esas codiciadas
prebendas. El catedrático tiene además un bonito complemento de destino
que, si no hace rico a nadie, le demuestra al profesor titular quién es
quien, con una ley que todos entienden, el lenguaje inapelable del
dinero. La cátedra es, por tanto, un objeto de deseo no sólo como cumbre
simbólica de la carrera, sino por otras razones políticas y prácticas.
Pero resulta que este sistema tiene algunos descosidos. Por ejemplo, la jubilación del catedrático no es mucho mejor (creo) que la del profesor titular, pues ya camino de la pensión y de la tumba vamos dejando por el camino complementos y ropajes prestados. Por otra parte, desde hace ya varios estratos legislativos, el catedrático y el profesor titular tienen la misma dedicación docente. Ni siquiera unas horitas simbólicas de menos para el catedrático—menos las que se pelee sentando cátedra y aporreándose el pecho en el consejo de departamento, claro; estamos hablando aquí de cuestiones legales iguales para todos, no de la Realpolitik que logre imponer cada gallo en cada corral. Y ahora, este Real Decreto viene a introducir diferencias apreciables entre la dedicación de unos universitarios y otros, en base a su investigación. Eso viene a ser tanto como introducir nuevas reglas del juego, o reordenar súbitamente los cuerpos docentes y sus atribuciones, siendo el horario de dedicación una de las diferencias más llamativas que venían distinguiendo a un cuerpo investigador, el de profesores de universidad, de uno no investigador, el de profesores de escuela universitaria. Ahora repentinamente ya no se le presupone la investigación a todo universitario. Y, oh inri,cuando se redefine la dedicación docente de los profesores, el Real Decreto no lo hace atendiendo a razones de la valía de su Cuerpo, sino muy al contrario. Emplea el criterio de los sexenios, que ha enfadado a los rectores. Hasta ahora no parece que les molestase especialmente en sus aplicaciones extráneas al sentido original, que era cobrar un poquito más. Aunque ya la idea de que pudiera haber un titular con más sexenios (y complementos por tanto) que un catedrático supongo que venía minando las líneas divisorias de los Cuerpos Docentes. Ahora, más ofensivamente, resulta que un titular con tres sexenios obtiene una reducción de carga docente. Y un catedrático no. Un catedrático necesita cuatro sexenios (—con lo cual pudiera darse el caso chusco de que un Titular de Tres Sexenios, nuevo pseudocuerpo éste, sacara la cátedra y tuviera que pasar a dar más docencia por el hecho de hacerse catedrático). Esto no parece muy bien pensado, a menos que alguien lo haya pensado realmente muy bien.
Esperaremos por tanto esta normativa
de aplicación del RD que los rectores quieren pactar con el ministro, a
ver en qué queda la cosa. Arguyen los rectores que el sexenio no es el
único criterio aplicable para valorar la investigación... pero claro, es
el que ya viene siendo aplicado, el oficialmente validado, y en época
de recortes no parece plausible que se cree una nueva agencia y una
nueva serie de comisiones para volver a valorar la investigación de los
profesores.
De momento, por donde va la cosa es
por la creación de nuevos cuerpecillos docentes con líneas divisorias
móviles que minan la diferencia entre titulares y catedráticos. Se da
más peso a la investigación medida con sexenios que a la promoción
obtenida no sólo a base de sexenios sino también de alianzas políticas,
turnos, imponderables locales, jubilaciones, etc., y quiérase que no
supone un serio revés en las dinámicas por las cuales se orienta el
personal en sus afanes e intrigas. Todos iban a la cátedra, y ahora los
cogen con el pie cambiado, resulta que igual es más ventajoso ser
titular sexeniado que catedrático. Hay remolinos en el fluido,
confusión. ¿Para qué hacerse catedrático? ¿Qué está pasando? ¿Se
difuminan los Cuerpos? Podría ser el primer paso para declarar a los
catedráticos cuerpo en extinción, por qué no, como sucedió en tiempos
con los de instituto. ¿Y qué sentido o dirección tendría entonces la
vida, o la carrera? El sexenio, claro. Porque ahí se vuelve a tocar la
retribución incontestable, si no en dinero, en tiempo que es oro: todo
docente quiere docer menos de lo que doce, eso parece una ley de
aplicación si no universal sí bastante general. Y la nueva manera de
sentar uno su caché de pata negra, el nuevo objeto de deseo es ser un
Descargado. Si es posible también catedrático, claro, pero para eso
habrá que hacer cola un poquito más, que serlo con tres sexenios está
penalizado, e igual deja de valer la pena...
Ah, no, que me olvidaba del club de druidas. A ése se pertenece por vocación, aunque el right of passagelleve penalización incluida. Igual por eso se puede pujar a la baja, e incluso cobrarles a los que quieran entrar.
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lunes, 11 de junio de 2012
Cogidos con el pie cambiado
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