El chamizo éste de los "Indignados" en la Puerta del Sol es, ahora mismo, el ombligo simbólico del país. No le voy a explicar la importancia simbólica de los centros a nadie; léanse algún tratado de omfalología, o pregúntense por qué encienden la tele para ver la puerta del sol cada fin de milenio, y aun más a menudo. Las fiestas requieren la apropiación simbólica del centro—las revoluciones también. Aquí tenemos, pues, un monumento simbólico de lo que es, o va a ser, España—la España de los indignados, la que les indigna tener, o la que van a tener quizá como se salgan con la suya. Símbolo de lo que son los Sueños erigidos en utopía política, sin mayor apoyatura ni sustancia. Es un símbolo multidimensional y algo ambiguo.
De momento es lo que han construido, lo más monumental— con cierto orgullo además, como manifestación de la puerilidad abismal ésta que les ha llevado a "reinventar en pequeño", en las plazas de las ciudades, un modelo a escala de la Sociedad Ideal, la República, o la Civitas Solis. El chamizo éste es la gloria arquitectónica que nos demuestra lo que son capaces de hacer, en pocos días. No lo subestimemos: tiene, como he dicho, un valor simbólico que trasciende su roñosa arquitectura, hecha de desechos. ¿Homenaje al bricolage, al reciclaje, al desmantelamiento del capitalismo? Su simbología, como digo, es múltiple.
Pero hay un valor simbólico en la imagen que me interesa destacar entre todos, porque es el más potente. Es la apropiación del centro, por una supuesta revolución que no es tal —es "pacífica"— pero ahí lo tenemos: los indignados son imposibles de expulsar, porque son pacíficos, okupan pacíficamente y se agarran unos a otros como garrapatas. Así consiguen generar un ambiguo clima de tolerancia e intimidación, tolerancia e intimidación por ambas partes. Si los echan, se vuelven violentos, claro. Por tanto, su apropiación simbólica del espacio público también se basa en la violencia. Pero es una violencia consentida por las autoridades, que los observan, los infiltran, hacen tentativas de aproximación, se preguntan si en realidad "somos nosotros" quienes hemos ocupado la plaza. El centro, como siempre, lo controlan las autoridades, aunque no se les vea por allí.
Entre tanto ahí sigue el chamizo, símbolo de España en este momento, símbolo de la política fracasada, manipulativa y ambigua. De la negativa del PSOE a aceptar su responsabilidad por la argentinización gradual del país. De los Sueños y los Ideales convertidos en consignas para la manipulación e hipnotización de unas generaciones que ignoran la pe con la a de la política, de la dinámica de las revoluciones, y hasta de las Asambleas de Facultad, pero que tienen la necedad y prepotencia de creer que esto lo arreglan ellos sacando una lista de propuestas de una asamblea. Ahora que enseguida se redescubre la dinámica de los comités.... Para muchos ha sido una experiencia cuasi-religiosa flipante, una educación básica en el éxtasis político. Y es que los pobres sólo habían visto Educación para la Ciudadanía, pura teoría y letra muerta. Esto es otra cosa: no hay más que ver las fotos de Indignados, levantando todos las manos como los mecheros en un concierto rock, o como (disculpen la comparación) las masas que siempre se han dado baños de masas en sí mismas, normalmente aclamando a algún líder que los lleva de las narices, con una anilla y un cordel. Esto es como las manifestaciones de la Plaza de Oriente de apoyo a Franco, pero con tres vueltas de tuerca postmodernista. Aquí ya ni saben a quién están apoyando. Aquí el Líder soñador no se manifiesta, porque ha fracasado—por eso no está, aunque dice que de ser joven estaría— y los Indignados se manifiestan contra el fin del sueño, y nos muestran el chamizo que han preparado. Como emblema simbólico que ahora ocupa el centro de España. Y no son expulsados, porque al gobierno le interesa que sigan ahí—como prueba visible, y recordatorio para todos, de que las leyes funcionan en España según para quién. Eso no parece llamarles la atención a los Indignados, de hecho les parece tan natural que se tolere su presencia allí con doble rasero—y por eso son un síntoma. Pero es quizá lo más característico de la España que tenemos, el doble rasero, y sin duda de la que vamos a tener. Ahí está el Chamizo: todo un símbolo, clavao en el centro, donde debe estar para que todo quede claro.
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