Habrán ustedes oído, leído, visto muchas historias muy maceradas sobre los heroicos periodistas. Hay una gran literatura, especialmente fílmica, sobre ese asunto. Es verdad, unos son héroes, van a lugares infestados de peligros, de incomodidades, mueren a veces por los fuegos cruzados o mueren simplemente asesinados por los poderosos. Pero yo no me estoy refiriendo a eso, que por supuesto entra dentro del paquete, pero no es lo que yo quiero subrayar.
Yo me estoy refiriendo a otro tipo de valor, a otro tipo de coraje. Al valor que tienen ustedes, que deben tener ustedes, respecto a las personas cercanas. En el ámbito donde ustedes se mueven, a veces los periodistas somos extremadamente valerosos y extremadamente arrogantes con casos y personas que suceden a miles de kilómetros de nuestra realidad. Y, en cambio, somos serviles y casi cucarachas con los poderosos que están a cien metros, sea al otro lado del despacho o sea en el otro lado de la Alameda.
Sean valientes con los poderosos cercanos, plántenles cara cuando haya que hacerlo. Y aún más difícil, sean valientes con los verdugos, pero sean valientes también con las víctimas. Porque la condición de víctima no implica, por desgracia, la condición de la razón y de la verdad. A veces las víctimas no tienen razón en lo que dicen, y también hay que decirlo.
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