Podría escribirse sobre el 15-M como revolución zapaterista– no contra Zapatero (o sea, la autoridad, contra quien deberían ir dirigidas las revoluciones) sino contra quien controla a Zapatero y le impide que sea Zapatero, o sea, el Mal, el Capital que le ha movido los hilos y ha desilusionado al personal. Hay mucha gente en las manifestaciones, y por diversas razones, pero todo acaba tomando su carácter, y ésta será la revolución de los NiNis. Y es esencialmente una revolución à la Zapatero, el tipo de revolución que les caracteriza como generación acomodada y sin expectativas de mejorar—subidos como estamos en la cresta de la deuda, y con la obligación de pagarla.
Como pensamiento, el pensamiento Alicia, igual que el del Presidente—un buenismo al cuadrado sin pies en la tierra, un simplismo atroz a la hora de las recetas, una ignorancia descarada de los derechos y prioridades de los demás, y una confusión casi conmovedora entre los deseos y la realidad. Por ejemplo, el deseo de "hacer una revolución", whatever that means, se confunde con la revolución en sí, y así unas protestas o disturbios se confunden con una revolución en la mente de los participantes. Que se están dando, eso sí, un "baño de democracia" asambleísta como nunca lo habían tenido, y el delirio les lleva a confundir su burbuja de utopía con una transformación social—para la cual no tienen ni instrumentos ni perspectivas ni siquiera se la ve venir por el horizonte. Creen que la mera formulación de objetivos es la revolución, aunque se toque muy remotamente con cuestiones como las elecciones que esas sí reparten el bacalao ("esto es democracia, y no lo de Sol", cantaban los del Partido Popular).
Parte del Ninismo de esta revolución se debe a que es esencialmente postmodernista, vive de imágenes de sí misma—los Indignados se indignan con frecuencia ante los medios de comunicación, sobre todo si muestran algún indignado con los indignados—pero ellos llevan sus propios medios, graban en directo con descarga inmediata a YouTube al policía que les da con la porra. Llegamos a los disturbios como parte necesaria de toda revolución que se precie, hace falta escenificar visiblemente la naturaleza opresora del Falso Orden Democrático, frente a la apropiación de la calle por parte de los Indignados (la calle es mía, decía también Fraga, indignado él). Viven de imágenes—de mayo del 68, de la Represión, de la Transición, de la película aquélla de V de Vendetta, del Flower Power y los claveles contra el Ejército...
Todos vivimos de retazos, claro, pero su conjunción concreta en este caso parece señalar que esta Spanish Revolution no es exactamente lo que quiere parecer, y eso por el hecho mismo de que quiera parecerlo cogiendo su imaginería de previos episodios de resistencia idealista tan reciclados por la mercadotecnia: por ejemplo, no el Che sino la Camiseta del Che, no el terrorista Guy Fawkes sino la máscara de Guy Fawkes de V de Vendetta—que apuntaba a su pesar una cierta despersonalización siniestra o sectaria en los revolucionados en cuanto todos adoptaban la máscara, como si todos fuesen John Malkovich o el Agente Smith—o los artistas de la Zeja. Los fenómenos de masas iluminadas tienen siempre algo de eso, como cuando los revolucionados hacían La Ola levantando las manos sincronizadamente, como en un concierto rock, y es que el meme revolucionario les da especialmente fuerte a los que ya tienen una inclinación al meme, al pásalo, pásalo sin analizar mucho.
Como decía, son a su manera la Vendetta del zapaterismo, no sólo por lo desnortado o utópico del programa, sino por su pretensión no muy democrática, digamos, de creerse el cogollo del mundo, una asamblea que va a dar instrucciones al Parlamento—porque está en posesión de la verdad. Tienen así una tendencia a saltarse a la torera, o a reinventar, los instrumentos de gobierno de la sociedad, para sustituirlos por una versión más casera y más de la propia línea (la "pequeña ciudad" cutre e ilusionada que crean en cada plaza), desautorizando al conjunto de la sociedad y a sus prioridades, y por supuesto a sus instrumentos de orden. Es una revuelta que ya que no puede o no quiere dirigirse contra el Gobierno, se dirige contra la Realidad. Y genera su propia burbujilla de realidad alternativa, que para los captados en la ilusión y en el deseo de ilusión parece sostenerse en sí misma, aunque obviamente va perdiendo lustre y como toda burbuja de realidad acabará haciendo plop.
Pero realmente la idea central de ese hipotético ensayo sobre los Indignados debería ser que son los hijos del Zapaterismo. No en vano le faltó un tris al presidente para ponerse al frente de la manifestación, de abanderado sin bandera—allí estaba su hija, se decía, y allí hubiera estado él de ser joven, dijo él mismo. Es la Revolución a la Zapatero, la Revolución del Pensamiento Alicia. Si nadie la esperó, deberíamos haberla esperado, porque tantos años de Zapatero tienen consecuencias. En fin, ya pasará la fiesta de la revolución, todo tiene su ciclo, y luego tendremos que ponernos a trabajar para pagar la deuda.
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