"El más alto funcionario de los servicios de inteligencia de una nación es en cierta manera un tribunal de última instancia, y un tribunal de última instancia es de alguna manera el tutor de la realidad. (Y habla con un acento de ministerio de asuntos exteriores). Si la última persona que tiene la autoridad te vende en secreto a los enemigos de su nación, y es por tanto lo contrario de lo que parece ser, entonces ¿en qué podemos confiar que sea lo que parece ser? Podría añadirse que el máximo cargo político de un estado parece situar a su ocupante en un tipo de relación especial con las realidades. Se le toma como el representante de éstas. Si resultase, por tanto, que vive engañado, o que está engañando, su reputación no es lo único que sufre por eso: la reputación de las realidades también se resiente." (470)
Me parece que de los tres o cuatro o cinco poderes del Estado ninguno se libra en estos momentos de sospechas de estar alterando el valor y sustancia de la realidad.
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