domingo, 29 de mayo de 2011

Encerrados en Shutter Island: Un delirio coherente

Qué curioso, paseaba por el sitio sobre cine de David Bordwell (y Kristin Thompson), críticos atentísmos a la forma cinematográfica y de quienes he aprendido mucho. Y me doy cuenta de que al parecer no han entendido ni patata del argumento de Shutter Island de Martin Scorsese, al menos en lo que se trasluce de su discusión en ese artículo. Creía que no merecía la pena explicar lo que pasa en la película, pero ya que no lo entiende ni David Bordwell, que debe ser la máxima autoridad mundial en cine, igual la cosa merece un comentario. Trailers y demás aquí:

It's 1954, and up-and-coming U.S. marshal Teddy Daniels is assigned to investigate the disappearance of a patient from Boston's Shutter Island Ashecliffe Hospital. He's been pushing for an assignment on the island for personal reasons, but before long he wonders whether he hasn't been brought there as part of a twisted plot by hospital doctors whose radical treatments range from unethical to illegal to downright sinister. Teddy's shrewd investigating skills soon provide a promising lead, but the hospital refuses him access to records he suspects would break the case wide open. As a hurricane cuts off communication with the mainland, more dangerous criminals "escape" in the confusion, and the puzzling, improbable clues multiply, Teddy begins to doubt everything - his memory, his partner, even his own sanity.


La reseña de Roger Ebert es más perceptiva. Hay que reconocer que la construcción de la película es artificiosa de cojones. Lo que Bordwell interpreta como secuencias subjetivas, o alucinatorias, son alucinaciones en segundo grado. Pues la película es toda ella una alucinación—entramos en ella como si de un mundo sólido se tratase, aunque nos extrañe la presencia de esa isla-manicomio-fortaleza en la bahía de Boston, pero la solidez del mundo presentado se va disolviendo. Por grados. 

Primero descubrimos, con el investigador Teddy Daniels, una serie de falsas historias, charadas, complots y montajes a cargo del equipo médico y los guardianes de la isla. El detective se abre paso hacia lo que cree la realidad, o un juego tipo The Game. Pero a la vez el protagonista Daniels va perdiendo solidez como un punto de vista interpretativo. Al fin vemos que hemos estado habitando íntegramente dentro de su alucinación, y que el temido faro al que se acerca esperando descubrir allí terribles experimentos cerebrales es sólo la consulta de su psiquiatra, que ha logrado abrirse paso momentáneamente a través de la psicosis traumática del protagonista.



Así pues, es una de esas películas en las que decíamos que "la realidad flojea", películas tipo Total Recall  o Matrix. Al entrar en ella no entramos en el mundo diegético del film sino en un submundo alojado en él—hemos entrado en un mundo al parecer estable, pero como iremos descubriendo poco a poco no estábamos en el mundo social del protagonista, sino en el mundo de su visión alucinatoria, la roca que (al modo de la canción de Simon y Garfunkel que quizá haya servido de inspiración parcial a la película) ha construido para refugiarse contra una realidad demasiado dolorosa. 

Y es casi la realidad dolorosa la que parece una alucinación más, o un desplazamiento onírico como los anteriores: la esposa demente de Teddy Daniels que ha asesinado a los niños, también ella habitando no se sabe qué mundos de tormento interno—y luego el propio protagonista asesinando a su esposa, por "liberarla", creía, sin saber que se estaba encerrando a sí mismo, con ella también, en una prisión de obsesiones desesperadas.

(Por cierto, aquí la película enlaza casi con un fundido a distancia con la situación emocional del personaje que también interpreta Leonardo DiCaprio en Origen). 

 Muchos detalles atípicos en la película presagian y preparan su final inesperado. Algunos se funden impredeciblemente con la locura ambiental de pesadilla medicalizada, con el stress que sufre Daniels aun dentro de su ficción autogenerada, o con la retórica impredecible y un tanto arbitraria del suspense cinematográfico. Entre esos, me ha gustado el de la ilustración del vaso, que sugiere cómo fallos de continuidad o "defectos" técnicos pueden usarse para crear una atmósfera inquietante u ominosamente irreal. El movimiento extraño del humo de los cigarrillos en alguna escena. También esa escena en que Daniels cree ver el cuerpo de su colega estrellado en el fondo del acantilado, y cuando baja ve que es una roca con silueta humana. El papel que se sujeta de modo extraño en las rocas. O las escenas del principio en el barco, extrañamente artificiales de manera casi subliminal, como los paisajes de eXistenz. O el huracán sin más, o cada detalle del ambiente, pues todo aquí es simbólico en dos niveles. Tiene su interés, claro, la manera en que un delirio coherente (en los términos en los que un delirio pueda ser coherente) asume aquí los trazos de una película bien construida. El cine como delirio, no es mala base sobre la que trabajar para introducirnos en una ensoñación provisional. 

 

 

Y aún hay un nivel de lectura que no se pierde al disolverse la fantasía de Daniels—a saber, la fuente de los ingredientes de su invención. La exclusión social y la violencia oficial de la que participamos, la culpa compartida, la desconfianza del gobierno de los nuestros, la política sanitaria democrática colaborando con procedimientos nazis o preparando una pesadilla que atropella los derechos de los ciudadanos, eran (y son) demasiado reales, aunque los reprimamos al nivel de traumas del inconsciente político.



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