sábado, 4 de julio de 2009

Spencer y la narratología evolucionista

El gran pensador evolucionista del siglo XIX fue Herbert Spencer, hoy injustamente menospreciado y prácticamente ignorado. Suele considerársele un epígono de Darwin, cosa pasmosamente injusta para quien conozca su obra. En First Principles sienta las bases de una filosofía que hoy se llamaría "consiliente", una sistema unificador de la realidad y de las disciplinas del conocimiento, una especie de metafísica fenomenológica, que tras dividir el ámbito de la realidad entre lo cognoscible y lo incognoscible, establece principios de conocimiento e interpretación para lo cognoscible. Por ejemplo, la ley del mínimo esfuerzo, o la ley de la complejidad y unificación progresiva de las formas en su evolución.

En este capítulo, llamado la "Ley de la Evolución", nos plantea su narratología particular. Ya nos ha hablado de las formas lingüísticas, cómo progresan de formas simples o parcialmente integradas al desarrollo de complejas estructuras de integración—que muchas veces conllevan una aparente simplificación de las formas gramaticales: pero al nivel sintáctico y discursivo, observa Spencer, la complejidad e integración se hacen mayores en las lenguas de pueblos desarrollados.

"Si comparamos, por ejemplo, las Escrituras hebreas con los escritos de los tiempos modernos, se aprecia una marcada diferencia de agregación entre los grupos de palabras. En el número de proposiciones subordinadas que acompañan a la principal; en los varios complementos de los sujetos y predicados; y en las numerosas oraciones modificadoras—todas ellas unidas formando un todo complejo—muchas oraciones en las composiciones modernas exhiben un grado de integración que no se encuentra en las antiguas." ( § 113)

También presta atención Spencer a las estructuras narrativas y argumentales propiamente dichas, en las obras de arte literarias:

"Una vez más las artes del diseño literario, narrativas y dramáticas, nos proporcionan ejemplos. Los relatos de tiempos primitivos, como esos con los que los contadores de historias orientales todavía siguen entreteniendo a su público, están hechos de sucesivos acontecimientos, en general fantásticos, que no guardan conexiones naturales: son sólo otras tantas aventuras puestas juntas sin secuencia necesaria. Pero en una buena obra de imaginación contemporánea, los acontecimientos son producto adecuado de personajes que viven en circunstancias determinadas, y no se pueden cambiar en su género o en su orden sin estropear o destruir el efecto general. Es más, los propios personajes , que en las obras de ficción tempranas desempeñan su papel sin mostrar que sus mentes se vean modificadas unas por otras, o por los acontecimientos, ahora se nos presentan como sujetos unos a otros por complejas relaciones morales, y actuando y reaccionando a las naturalezas de los demás" (§ 114)

Se me dirá que esto ya lo dijo Aristóteles en la Poética, cuando hablaba de la unidad de argumento y de la superioridad de Homero a los demás poetas épicos. Y en cierta medida, así es: antes de Spencer, mucho antes, tenemos que ir a Aristóteles a buscar no sólo las raíces de la narratología, sino también las de la narratología evolucionista.

Pero la diferencia es en realidad la que explica Spencer: una diferencia de integración. El principio evolutivo de la narración está aquí integrado como parte coherente de toda una filosofía de la realidad que es de naturaleza evolutiva, como no podía serlo en Aristóteles.

Para Spencer, lo simple deriva de lo complejo—es el principio central del evolucionismo—de un modo no sólo conceptual sino histórico y genético. Su filosofía aplica este principio interpretativo sistemáticamente, para explicar la génesis de los astros, de las formas vivas, de los niveles de consciencia, de las instituciones culturales, de las relaciones económicas (pasando de las sociedades primitivas a la economía globalizada), de la política—predice Spencer la creación de una federación europea— o de la tecnología, pues las máquinas complejas son diseñadas a partir de una composición de máquinas simples. Y el mismo principio aplica, según vemos, al pensamiento, a la narración y al discurso. Incluyendo, de modo reflexivo, su propia filosofía.

Es difícil imaginar una base conceptual más amplia y sólida para un estudio de la historia y estructura del discurso o para la narratología evolucionista.



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