viernes, 4 de enero de 2019

Retropost (4 de enero de 2009): Gran golpe en Irlanda


Gran golpe en Irlanda

Capítulo 2 de 1599: A Year in the Life of William Shakespeare, de James Shapiro ( Londres: Faber and Faber, 2005).


(Capítulo 1: A Battle of Wills).

2. A Great Blow in Ireland.  La expedición a Irlanda de Essex, contra la rebelión de O’Neill, conde de Tyrone.

En 1598 moría el hombre fuerte del régimen de Elizabeth, el Lord Tesorero Burghley, experto en manejar las crisis y desactivar partidismos. A su muerte, los dos partidos se encarnarán en la persona de su hijo, Sir Robert Cecil, y el conde de Essex, de quien Burghley había sido tutor. El partido de los togados contra el de los soldados, respectivamente. Essex, contra quien se murmuraba que promovía la guerra en interés propio, escribió una curiosa Apology defendiéndose, con una evocación nostálgica del reinado de Enrique V y sus exitosas campañas militares en Francia, como un ideal patriótico y caballeroso. "Habiendo prometido escribir una nueva versión de Enrique Quinto, Shakespeare era muy consciente del equipaje político que acarreaba esta historia, tanto más una vez empezó a circular la Apología de Essex" (Shapiro 55, traduzco). Y se encuentran en la obra de Shakespeare numerosas alusiones, tanto implícitas como explícitas, a la campaña irlandesa de Essex.


Essex, favorito de la reina tras sus predecesores Leicester y Hatton, era menos prudente que ellos, además de treinta años más joven, y se indignaba cuando la reina no seguía sus sugerencias políticas. Una célebre bronca tuvo lugar con ocasión de enviar un nuevo administrador a un puesto un tanto envenenado en Irlanda. Essex no quería que Elizabeth enviase allí a su tío y aliado William Knollys, y le hizo un gesto de desaire a la reina, dándole la espalda con insolencia. Elizabeth le dio una bofetada en la oreja. Essex, airado, insinuó que si la reina no fuese mujer no le aguantaría esto—un primer episodio grave, sobre todo cuando Essex se empecinó en su honor combinando razonamientos aristocráticos tradicionales con argumentos modernos contra la tiranía—una combinación peligrosa a los oídos de la reina. Tales fueron los preliminares palaciegos de la expedición de Essex a Irlanda—un lugar donde era fácil fracasar.


En 1597 había habido una derrota sonada de los ingleses en Blackwater, con un ejército masacrado. Elizabeth preparaba la respuesta, y buscaba un jefe para encabezar una campaña de represalia en Irlanda. Essex se veía tentado por la aventura militar, a la vez que veía que era un paso peligroso. Se opuso a que encabezase la expedición de castigo alguien de menos rango que él. Pero Essex conduciría su campaña de modo ineficaz, atento más a su idea tradicional de la guerra que a las peculiaridades de la situación irlandesa—de sus lealtades inciertas, de su paisaje traicionero, y de la estrategia más localizada seguida por Tyrone, basada en el desgaste y en esquivar la batalla, en el empantanamiento del adversario, y el ataque por sorpresa. Volvió de Irlanda desconcertado y fracasado. Su sucesor Mountjoy, a quien Essex se había opuesto en un principio a enviar, siguió los consejos genocidas del poeta Spenser en A present View of the State of Ireland, y en lugar de perseguir a las partidas de rebeldes irlandeses sumió al país en el hambre y la desesperación antes de reducirlo militarmente. Esto no fue ni caballeroso, ni decente, ni ético—pero fue eficaz.


Por su parte, Essex, con su campaña desbaratada, frustrado, y ofendiendo a la reina con sus familiaridades, se vio despedido de la corte. Y cuando intentó a la desesperada montar un golpe de estado para imponerse frente al partido de sus rivales, en 1601, fue arrestado, condenado y decapitado.








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