"He comprado, después de muchas indecisiones, una silla de despacho en el Hipercor, y [mi hijo] me la ha montado. Ya soy incapaz de montar nada. Nunca entiendo las instrucciones. Me cabreo, me descompongo y acabo tirándolo todo por la ventana. He intentado tener una conversación con [mi hijjo]. Le he hablado del futuro, de que tendrá que tomar decisiones. Él tiene un futuro, y yo no.
"He recordado cuando yo lo tuve, cuando yo tuve un futuro.
"Es la sensación más preciosa de la vida, cuando nada ha comenzado aún. Cuando el telón aún no se ha levantado, ese momento.
"Yo sé que hay personas a las que ya no veré jamás, personas que fueron importantes en mi vida, y a quienes ya no volveré a ver no porque hayan muerto sino porque la vida tiene leyes sociales, culturales, no sé, en realidad son leyes políticas, son leyes atávicas, leyes que ayudaron a montar esto que llamamos civilización.
"Así funcionamos los seres humanos: hay personas a quienes, aun estando vivas, no volveremos a tratar nunca más y alcanzan así el mismo estatuto que los muertos.
"Todavía hay un grado mayor de dolor: saber que ya estás pensando en un vivo como si estuviera muerto. Me pasó con mi tía Reme: no iba a visitarla nunca. No podía ir a verla; me sentía culpable. Si iba a verla, me sentiría culpable; si no iba a verla, también, pero era más cómodo no ir a verla..."
(Manuel Vilas, Ordesa).
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