Amenazan las absconditas autoridades de las comisiones europeas con reducirnos a método, por fin, a las humanidades, y construir un "European Reference Index for the Humanities" (ERIH), que establezca listados de calidad de las publicaciones, más en concreto de qué revistas están "in" y cuáles están "out". Como referencia para los sistemas de evaluación de la investigación a nivel nacional. Aunque ya avisan en contra de usar sus listas como índice único...
... y más vale, porque aparte de quién ha entrado y quién no, miren en la lista que sacaron en 2007 de revistas de calidad en Lingüística: cómo la misma revista con el mismo ISSN, "Le Français moderne", figura dos veces, una con subtítulo y otra sin (de ahí el error). Pero la que no tiene subtítulo es superguay, Categoría A, mientras que la que tiene subtítulo, ay, baja a categoría B.
Resultado o bien del trabajo a la mecagüen diez del comité, o bien de dos evaluaciones rigurosas mecánicamente procesadas por vía diferente, o de las dos cosas. Pero erratas semejantes son nimiedades, comparado con la presuposición básica del asunto: que un artículo debe valorarse más por haberse publicado en una revista de calidad teóricamente superior. Y parece razonable, parece... pero sólo es un parecer.
Además, al evaluar, pongamos, a un lingüista, en un sitio sumarán a piñón fijo sus puntos obtenidos en revistas de lingüística, y en otro le aplicarán un perfil corrector o una "subárea"... con lo cual se fue al garete la semblanza de objetividad. Los evaluadores evalúan en todo caso, y recopilan, evaluaciones previas de datos, nunca se ponen a evaluar "directamente" los méritos de un candidato. Y entre la evaluación primera, y la evaluación de la evaluación.... cualquier parecido con la calidad del dato original ya es remoto. Pero el mundo debe establecer índices "objetivables" para rodar, y para que las instituciones hagan actos administrativos. Ahora, que me esperen a mí a presentarme voluntario para establecer índices de estos y mover puntos virtuales de estos de aquí para allá. La vida, desde luego, está en otra parte—y la calidad que le importe a uno mismo (que no es una Administración con patas), también.
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