No, no me traslado, aunque igual debería. Es sólo que esta mañana hemos tenido Consejo de Departamento (de Filología Inglesa y Alemana, Universidad de Zaragoza), y se ha elegido nueva dirección. Había una única candidatura, la del Dr. Ignacio Guillén, y ha salido votada con amplísima mayoría: 52 votos a favor, uno en contra (el de siempre, supongo), y dos votos en blanco (que curiosamente tenían que marcarse como "voto en blanco" en una tercera casilla de la papeleta). Con muchos votos "por correo" por si hubiesen sido necesarios. Al parecer no ha habido votos en blanco blanco de verdad; y las abstenciones y ausencias no se han contabilizado pero deben ser unas 15 o 20 así a ojímetro. Y personas sin derecho a voto debe de haber unas 30, sin contar a los estudiantes. Ya sé que tienen representantes, pero, si no me equivoco, no había ni un solo representante de los estudiantes presente.
Tras un aplauso, el nuevo director ha recordado cuál iba a ser su equipo: la Dra. Mª Dolores Herrero, Subdirectora de ordenación académica; la Dra. Martínez Falquina, secretaria, y la Dra. Pérez-Llantada, Subdirectora de gestión departamental. Enhorabuena y que Vds. lo subdirijan bien.
Cuando una elección es así a la soviética, con candidato único (o a la búlgara, que se dice últimamente), puede atribuirse a dos razones: una, que hay una situación de enquistamiento que se ve insalvable, con lo cual es inútil la presentación de otras candidaturas, o dos, que la situación sea ideal, la armonía plena y unánime y la felicidad perfecta. Yo siempre he sostenido la hipótesis del enquistamiento, pero a la vista de estos resultados creo que voy a reflexionar y me atendré a la hipótesis de la perfecta felicidad sobre la tierra. Está claro que nuestro departamento así en conjunto está encantado con el director elegido y no le ve peros.
Yo alguno más, por eso de mantener la llama del espíritu crítico. Mis objeciones a la vieja dirección (y a la nueva supongo, ya que el nuevo Director era antes Subdirector) eran en sustancia:
1) Se siguen criterios feudales en este departamento a la hora de asignar de docencia, al haberse convertido la pertenencia a los grupos de investigación de los coordinadores del máster en criterio excluyente para poder optar a la docencia de postgrado. No sabemos si esto va a cambiar este año o no.
2) Se vulnera la normativa universitaria, al no permitir la dirección de tesis doctorales en el programa de doctorado del departamento a profesores que cumplen sobradamente los requisitos legales para ello (como es mi caso). También para esto se saca el departamento una normativa ad hoc del bolsillo—hasta ahora con el visto bueno del antiguo y del nuevo director. Y por mucho que esa normativa la anulase el Rectorado, ahí sigue la misma lista de doctores "bien vistos" incólume, sin invocar criterio alguno que la justifique. Únicamente que no me quieren incluir, así por democracia. A mí y a tantos otros doctores de este departamento—claro que la mayoría parece que hacen este razonamiento, "¿Que me excluyen los Propietarios del Postgrado? Ah, bueno, sus razones tendrán. Yo por si acaso los voy a seguir votando".
3) Se tolera que se invadan las competencias estatutarias del Departamento, como es organizar la docencia en su área de conocimiento. LA DOCENCIA, digo, no LA DOCENCIA EN TITULACIONES OFICIALES, que es la única que parece existir para este Departamento, o al menos la única que se discute y reparte públicamente y siguiendo procedimientos administrativos (aunque sean incorrectos). Los estudios propios se organizan en clubes de amigos, y el Rectorado crea un Centro de Lenguas Modernas en el que el Departamento ni pincha ni corta, digan lo que digan los Estatutos. Creando serias interferencias de criterios y competencias, como no podía ser menos, e incertidumbres sobre la función de los profesores de lengua inglesa. Pero a la Dirección antigua esto le daba igual, o al menos no puso ninguna objeción administrativa a ese Centro de Lenguas Modernas. La nueva creo que hará lo mismo.
4) Se ha permitido que las enseñanzas ("reformadas") se organicen en reuniones a puerta cerrada de grupitos, sin discusión pública de ningún tipo ni política departamental conocida sobre cuál es la orientación que hay que dar a los estudios, titulaciones y postgrados. El resultado de esas reuniones es luego votado a la voz de ’¡AR! en el Consejo, o aprobado en reunión de urgencia por alguna comisión cuyo cometido no es ese. Todo sin discusión pública de objetivos, criterios, orientación, materias... Y repartiendo el pastel sólo a los previamente convocados. Veremos si en el diseño del grado ahora en curso se hace lo mismo otra vez.
Claro que ahora que se estrena un nuevo período de cuatro años hay ocasión de enmendar estos vicios. No es imposible que el nuevo Director se aplique a ello; así que démosle la enhorabuena por una elección tan unánime, y a ver si ahora se siguen los procedimientos administrativos de verdad (aunque el personal ya es feliz y parece que pasa del tema), y llegamos a la auténtica felicidad perfecta.
Únicamente le recomendaría, caso de que piense hacer algo más que subdirigir, prudencia en la manera de llevarlo a cabo. Si quiere ser un día catedrático—¿Y quién no quiere?
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