Nuestro Decano deja el puesto, llamado a nuevos cargos unipersonales (se supone que voluntariamente). Nos comunican a los profesores de la Facultad de Filosofía y Letras:
Finalizado el plazo de presentación de candidaturas para la elección de Decano y no habiéndose presentado ninguna, la Junta Electoral del Centro, en aplicación del Reglamento de la Facultad de Filosofía y Letras, proclama elegibles a todos los profesores doctores pertenecientes a los cuerpos docentes universitarios adscritos al Centro, salvo aquellos que renuncien expresamente y por escrito* ante la Junta Electoral de Centro en el plazo establecido, que finaliza el 30 de mayo a las 14 horas.
Así que no habiendo candidatos, me veo nombrado candidato, yo y todos los demás. Aunque por la presente renuncio (y lo haré también *según modelo que pueden recoger en Secretaría).
Por prudencia renunciaré, oigan. Porque al Decano lo elige la Junta de Facultad, elegida hace unos días (también sin candidatos). Y está claro que de la Junta de electos ninguno es candidato (voluntario) a Decano, aunque ahora ya lo son todos los no que no renuncien.
Así que no siendo ninguno candidato—igual querrían vengarse eligiendo a algún tercero, no sea que les toque a ellos.
Uno se pregunta—¿Por qué no hay voluntarios para presidir esta antigua y augusta Casa? ¿Al menos de entre los que han sido elegidos para la Junta de Facultad, qué menos? Una interpretación popular es que es algo así hecho por elegancia, por dejar pasar a los demás y falta de ganas de aparentar querer nada.
Aunque estudiando el ambiente, casi duda uno de que de un Decano nombrado por obligación, por electores que lo son sin desearlo, vaya a salir el nuevo Cincinato...
Como que está de tono bajo, la cosa.
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