Es una película bastante buena sobre la ley del silencio, la ETA y el tribalismo en el País Vasco. Extraño que no se haya filmado hace veinte años ya, pero bueno, así están las cosas. Esta es la sinopsis que da la distribuidora:
El
joven Josu ha resultado herido al intentar saltarse un control de la
guardia civil despúes de haber incendiado un
camión. Una
bala ha impactado en el lóbulo izquierdo y ha perdido la
memoria. Es tratado en un hospital penitenciario, a la espera de lo que
decidan el juez y la autoridad competente. Él no sabe muy
bien
quién es, por lo que las monjas que lo atienden le
enseñan a rezar y a ser un buen cristiano. Pero otros
internos—de su misma organización—le
ayudan a
recordar que él es, en realidad, un valiente gudari, y que
pronto podrá reincorporarse a la lucha, si es que consigue
salir de la cárcel.
Mientras tanto, los sucesos siguen su curso en el País Vasco. Un profesor de Universidad, Xabier, es amenazado por sus opiniones muy críticas sobre la situación en Euskadi. Es un poco donjuán. Tiene amores con una de sus alumnas, Francesca, italiana, que naturalmente se sorprende todos los días ante lo que está sucediendo por las calles y lugares de Euskadi. Francesca, bella y simpática, es además psicóloga en un establecimiento psiquiátrico.
Xabier no renuncia a ir a las cenas de sus sociedad gastronómica pese a las advertencias que recibe por parte de la policía.
Una serie de comidas y cenas se repiten mientras Josu Jon, el activista desmemoriado, vuelve a escena, pero siempre bajo la supervisión de un centro psiquiátrico, precisamente el centro psiquiátrico en el que trabaja Francesca.
Entre Francesca y Josu Jon hay una corriente de simpatía. Francesca quiere ayudarle a recobrar la memoria. Pero ¿quiere Josu Jon recobrar la memoria o prefiere olvidar quién ha sido?
Mientras tanto, los sucesos siguen su curso en el País Vasco. Un profesor de Universidad, Xabier, es amenazado por sus opiniones muy críticas sobre la situación en Euskadi. Es un poco donjuán. Tiene amores con una de sus alumnas, Francesca, italiana, que naturalmente se sorprende todos los días ante lo que está sucediendo por las calles y lugares de Euskadi. Francesca, bella y simpática, es además psicóloga en un establecimiento psiquiátrico.
Xabier no renuncia a ir a las cenas de sus sociedad gastronómica pese a las advertencias que recibe por parte de la policía.
Una serie de comidas y cenas se repiten mientras Josu Jon, el activista desmemoriado, vuelve a escena, pero siempre bajo la supervisión de un centro psiquiátrico, precisamente el centro psiquiátrico en el que trabaja Francesca.
Entre Francesca y Josu Jon hay una corriente de simpatía. Francesca quiere ayudarle a recobrar la memoria. Pero ¿quiere Josu Jon recobrar la memoria o prefiere olvidar quién ha sido?
Llama la atención, en contraste con la película, que es abiertamente antietarra, la estudiada equidistancia de este resumen: "el joven" en lugar de "un pandillero terrorista", "su misma organización" en lugar de "los etarras", "gudari", "la lucha", "el activista"...
Las opiniones "muy críticas" de Xabier eran sólo atreverse a hablar a la prensa, y decir que si los etarras querían que se les perdonase tenían que pedir perdón por sus crímenes, en lugar de seguir ordenando atentados desde la cárcel. Claro que decir eso en el País Vasco es muy crítico: en su universidad le organizan pintadas y pitadas (patético el retrato de la Universidad del País Vasco que se ofrece en la película, y por desgracia se ven cosas así con bastante frecuencia). Tiene que llevar guardaespaldas, recibe amenazas y avisos, unos anónimos otros no, y empieza a morirse de miedo.
En el club gastronómico, muy bien retratado, no se habla de política. Xabier les molesta porque saca alusiones al respecto. Y es en el propio club gastronómico, donde uno de los socios, abogado de los etarras, le dice que disfrute de las cocochas, que serán las últimas que se va a comer. Los demás hacen como que no han oído nada, ante el horror de Xabier. En el baño, un viejo colega le confiesa que tienen que callar todos por miedo, como en efecto les echaba en cara Xabier. Es mejor para vivir en el País Vasco seguir la corriente, atenerse a los rituales tribales y no andar contra corriente. Hay una escena espeluznante en el club gastronómico, una vez se ha ido ya Xabier definitivamente, en la que están todos los colegas, hombretones de cincuenta y sesenta años todos, practicando toques de tambor para su desfile, tocando todos a una como zombis. La escena, grotesca y patética, capta a la perfección el insondable borreguismo colectivo de fondo del País Vasco, que es el que permite que la mafia etarra y los grupos nacionalistas lleven al país de la nariz a donde quieran, una vez desenchufado medio lóbulo cerebral de toda la población. Y encima todos tan contentos de estar haciendo patria y hay que ver qué vascos que somos.
Hay otras escenas bastante logradas: el principio de la película, con unas colinas primigenias del país Vasco, paraíso de los verdes valles, hasta que la cámara se mueve ligeramente hacia abajo y aparecen los característicos bloques de apartamentos de obreros (donde vive Josu) encajonados entre las colinas. O examínese la foto que he cogido: aparece Josu, antes perfectamente integrado en la pandilla de borrokas, un chico de la gasolina más, con el encefalograma plano como ellos. Ahora está con las ideas confundidas, medio subnormal (aunque en su caso es un progreso), y con los instintos divididos pues algo dentro de él le dice que pierda de vista a la banda. Pero estos lo presionan, lo vigilan... la imagen capta muy bien cómo el fantoche de la Eta, medio imaginario, medio pintado por ellos mismos, le apunta a la cabeza al propio "activista" que flojea. Y que es la misma pintada, con su presencia en la calle, la que recuerda quién manda allí. (Hay que decir que lo primero que necesita el País Vasco para ir a buenas es una brigada de arrancacarteles y borrapintadas—con manguera de pintura). En suma, que son los mismos vascos muy vascos quienes presionan y amenazan a los otros vascos muy vascos, y que en suma "todos están invitados" a los siniestros banquetes gastronómicos y peñas de chiquitos, que son la pantalla de humo nacional para no pensar en otra cosa—como decía Savater hace poco en un artículo muy atinado. (Por cierto, ha desaparecido la web de Basta Ya... mal síntoma, malo...). Para escenas que logren retratar vívidamente en una imagen la infinita hipocresía de tantos ambientes vascos, no tiene igual esta película.
Pasa con toda fluidez del realismo documental a escenas emblemáticas, simbólicas u oníricas. Por ejemplo, la siniestra llamada a la puerta con la que termina la película (—son sus colegas que vienen a pasar factura a Josu Jon). O las escenas en las que Xabier se siente perseguido y vigilado por todo el mundo al pasear por la ciudad: es un sueño paranoico, pero no tan distinto de las mismas escenas cuando se filman de modo realista. El mundillo asfixiante donde "todos se conocen", todos los ambientes están cercanos, y donde nadie mueve ficha porque todos saben que quedará fichado, todos haciendo como que no saben ni piensan nada, pero mirando con el rabillo del ojo al vecino—uf. No es de extrañar que el éxodo vasco se cuente por decenas de miles. Pero el terreno va quedando tomado por quienes se someten, o por quienes someten. Todo un viaje a ninguna parte, que queda aquí retratado de modo espeluznante.
El atentado contra Xabier tiene lugar, a modo también de contraste para la atención, enmedio de las fiestas: entre desfiles de cocineros, pachangas y alardes de fusileros decimonónicos, los bravos gudaris le dan un tiro por la espalda. Pero la gente sólo ve los fuegos artificiales. Lástima que esta escena de la película está montada de manera desmañada y confusa, y tiene (como alguna otra también) fallos de sonido—ahí hay que esmerarse más.
Como otros puntos flojos de la película, quizá la trama amorosa siempre viene a complicar todo un poco, introduciendo Hollywood donde quizá quedaría mejor una cosa más prosaica e hiperrrealista cutre, que es lo que le va al batasunamen. Josu Jon sabe que quieren asesinar a la Incontrada, la novia de Xabier, pero a él le gusta.... así que va siguiendo a los perseguidores, y les pega un tiro por la espalda cuando ellos la iban a matar. Vamos, que este será más candidato que Yoyes para pasar por la piedra. Esto hace dramático pero no es típico del ambiente borroqueño éste, para nada. El que un personaje haga un cambio de bando tan espectacular queda pues eso, más espectacular que atento al paisaje (y tampoco es que cambie Josu de actitud política, por la confusión de ideas del muchacho éste, que ahora parece medio lelo… pero eso no acaba de arreglar la cuestión). Hay una escena alegórica sobre una psicomaquia en la mente de Josu, donde una víctima del terrorismo hace de ángel bueno y la borroca batasuna de ángel malo, y esta escena también rechina un tanto. El personaje del cura no se entiende bien su actitud, parece inconsistente entre un apoyo más o menos implícito a la Eta o un disgusto por sus acciones. Aunque igual eso lo hace más realista, no sé. La actuación falla un poco en estas escenas, aunque en general están bien los actores. El tema lingüístico en cambio está mal orientado. No queda clara la poética traductológica de la película en sus escenas, no sabemos si los personajes saltan del vasco al español inopinadamente, o si sólo se nos indicaba con unas frases iniciales que están hablando en vasco. Quedaría mejor en vasco el vasco, todo el tiempo que hiciera falta, y con subtítulos.
El defecto más grande de la película no es su intencionalidad política, que es muy deliberada y necesaria, y en eso estamos y es un género. Es más bien que a pesar de su precisión en el retrato ambiental en tantas ocasiones, queda desdibujado el paisaje político. Vamos, creo que ni se menciona a la Eta—aunque igual podrías estar un año en el País Vasco sin que nadie la mencionase, no digo que no. Pero tampoco a ningún grupo, y mira que es un lugar de grupos y grupillos, que tienen tomada la vida pública, un vasco medio sin su peña no es nadie. Tampoco se nombra ni al gobierno vasco, ni a los partidos políticos—en este sentido queda un tanto incorpórea la historia. También este Xabier está totalmente aislado, al margen de sus cocinadores y co-cenadores: no está en contacto con ningún movimiento ciudadano ni político... para enfatizar el acorralamiento de fondo, supongo. Pero esto resulta en una extraña deslocalización que no me parece un acierto, queda una ficcionalización un tanto desetiquetada. Claro que... vete a mencionar a grupos y grupúsculos en el guión, supongo que sería una pesadilla legal: que para eso tienen sus abogados.
E igual hasta le cae algún pleito aún, al director, por ofender a la patria y al pueblo vasco, vete a saber. Porque la verdad es ofensiva. El retrato, desde luego, queda clavao—y es penoso, penoso de dar vergüenza ajena por las dobleces e hipocresías que llevan tantos vascos alrededor de sí, como un campo de fuerza, impregnando toda la atmósfera de mala conciencia cuando se juntan. Y decir que en la mitología nacional antes pasaban por sanotes y directos, los vascos...
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Todos estamos invitados. Director: Manuel Gutiérrez Aragón. Intérpretes: Oscar Jaenada, José Coronado, Vanessa Incontrada, Iñaki Miramon... España: Cipi Cinematográfica / Telecinco / Telemadrid / Alta Films, 2008.
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