El nuevo gobierno de RodríguezZ conlleva algunas reformas ministeriales vistosas, más allá de poner una mujer embarazada al frente del Ejército—pues al fin y al cabo ese ministerio sigue donde estaba. En lo que nos toca en la Universidad, nos han reubicado súbitamente, ya no estamos con Cabrera aunque ésta continúe, sino que estamos en el Ministerio de Ciencia e Innovación—o, como dice El País, Ciencia absorbe las Universidades. Con Cristina Garmendia (Carmen, la llaman a ratos en El País).
Innovar mucho sí que pretenden hacer en la Universidad, es casi una paranoia que les ha entrado de unos años a esta parte, cambiarlo todo de raíz si es posible (que luego no es, claro). El intento hasta ahora se ha llevado con más hiperactividad que talento. Baste recordar las manifestaciones en contra de la supresión de un grado de inglés hace dos años, y el cambio súbito de ministra y de planes de Bolonia que siguió a ese arrebato reformista descerebrado que le entró al Consejo de Universidades. Porque innovar, se puede innovar para bien o para mal. Ya veremos en qué para esta reductio ad innovatio. Porque las misiones tradicionales de la universidad venían siendo conservar el conocimiento, transmitirlo, y crear nuevo conocimiento. Supongo que algún elemento de la universidad se resentirá, o quedará dando vueltas como un pollo con la cabeza cortada (¿quizá la docencia? ¿quizá la conservación del conocimiento?), mientras otros elementos universitarios (¿los investigadores, quizá?) estarán, por fin, como pez en el agua succionando presupuesto.
Eso si se organizan en recios equipos y obtienen la etiqueta de denominación de origen... porque lo de ciencia e innovación me suena como a que las humanidades van a tener que asimilarse más al sistema de trabajo de las ciencias y tecnologías, si quieren innovar algo. Ciencia absorbe las Universidades, vamos. Algo que viene pasando, pues ahora más.
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