Veo que se habló de mí en un congreso sobre Nabokov en Niza, en 2006. Encuentro ahora este artículo de Zoran Kuzmanovich, "'Reading with the Spine' or Reading Nabokov with Huck Finn." (Cycnos 24.1- "Vladimir Nabokov: Annotating vs Interpreting Nabokov" Actes du colloque, Nice 21-22-23 juin 2006).
Es una respuesta a mi artículo "The Poetics of Subliminal Awareness: Re-reading Intention and Narrative Structure in Nabokov's 'Christmas Story'", que apareció en el European Journal of English Studies en 2004. Aquí hay una versión en red.
Aunque este artículo es interesante para narratólogos o nabokoveros, no recomiendo a quien no esté especialmente interesado en la cuestión que entre a examinar los detalles de la polémica—podría cansarse. En suma, Kuzmanovich se siente molesto por la interpretación que doy a su lectura de Nabokov en mi artículo, presentándolo un poco a modo de conejillo de indias o "crítico amistoso" que ejecuta los pasos que el autor ha marcado previamente para él.
De paso también critica ZK mi metodología (le parece "wobbly") y mi estilo (aburrido y lleno de latinajos). También se queja de que utilizo contra él argumentos "ad hominem"—cosa en la que creo que está muy equivocado; desde luego más cuestión de ataque personal se ve en su respuesta que en mi artículo. No entraré a polemizar más, diciendo sólo que si mi enfoque le parece a Kuzmanovich inconsistente u omnívoro es quizá porque intenta dar razón de la respuesta de los lectores a muchos niveles de análisis diferentes: algunos de los cuales refuerzan los anteriores y se edifican sobre ellos (la cuestión del uso narrativo de la proxémica/kinésica, por ejemplo) y otros requieren una distancia irónica por parte de un intérprete que contempla las limitaciones de otras perspectivas (una relación ésta que se da tanto dentro como fuera del cuento, o a caballo entre dentro y fuera). Mi artículo es muy ambicioso y complejo en su enfoque crítico, y seguramente también tendrá sus inconsistencias o limitaciones, no digo que no. Pero para seguir su argumentación habría que acudir a él en sus propios términos antes de leer la crítica de Kuzmanovich—que aparte de algunos errores de exactitud cuando me cita, no capta de modo satisfactorio, entiendo, todos los términos de mi propuesta interpretativa.
En cualquier caso, me felicito de que en última instancia Kuzmanovich reconoce que ("a pesar de sus inconsistencias" etc.—) sí que aparece en mi artículo una explicación del relato y de la escritura de Nabokov más consistente, satisfactoria o global que la que él proponía. Cosa que le honra, surgiendo esta valoración como surge en un contexto bastante polémico (aunque no era mi intención despertar polémica, sino comparar lecturas efectivamente realizadas del cuento). Cito el final de su artículo:
But, you know what folks, in the end I just could not hold any of that against Prof. Landa.
In my own reading of Nabokov’s story I had emphasized the differences between Nabokov and Novodvortsev and interpreted the story as a political satire of Soviet art, a satire offered as a consolatory Christmas gift by Nabokov to his émigré readers, a gift wrapped in irony, a trope that seems almost second nature to Nabokov. By refusing to absolve Nabokov of the sins Nabokov's own story catalogs against Soviet writers, Prof. Landa, for all the wobbliness of his methodology, reads the story's body language as Huck Finn would have and thus concentrates on the more private, subliminal reflections on time and loss through Nabokov’s engagement with writing on the Other. In so doing Landa seems to rescue Nabokov from his own irony in order to replace it with what the narrator of Joyce's The Dead calls “a strange friendly pity” (58) Even though I do not cherish or even recognize some of the positions Landa assigns to me, his chain of available subject positions within the drama of reading Nabokov, positions not separated by irony but united by pity, seems to me in the end preferable to the author’s secret I perhaps only half-subliminally but in complete kindness stumbled upon at least 22 years ago.
—Bueno, en realidad no creo que yo proponga una lectura à la Huck Finn. En todo caso a la Mark Twain—por aquello de que las noticias de la muerte del autor estaban muy exageradas. Aunque algo hubiese. Yo propongo tener en cuenta tanto al autor como al lector, y propongo un continuo semiótico entre uno y otro. Aunque tampoco renuncio a la distancia irónica—ni a la del autor ni a la del lector. El autor sigue vivo y escribiendo tras su muerte, e incluso refinando su estilo, pero sólo puede hacerlo gracias al lector. Y al crítico, al maltratado crítico, aunque en este relato, lejos de ser maltratado, tiene un papel irónico que no habría que infravalorar.
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