Sociedades académicas
Publicado en Filología Inglesa. com. José Ángel García Landa
Acaban de anunciarme por la lista de AEDEAN la publicación del último número de Atlantis, la revista de la Asociación (Española de Estudios Anglo-Norteamericanos). Está disponible en red gratuitamente en su página
(aún figuro yo allí en el enlace del viejo Consejo de Redacción... y de
hecho creo que fui el primero en pedir que AEDEAN hiciera sus
publicaciones en Internet, hace como doce años.... claro que entonces se
me oyó como quien oye llover. Ahora sólo soy miembro de esta
asociación, lo más parecido a una asociación profesional de Filología
Inglesa que hay en España. Y a través de ella, también pertenezco a la European Society for the Study of English, ESSE, que aún tiene que ponerse más las pilas en esto de las internés.
Y pertenecía hasta este año a PALA, Poetics and Linguistics Association, de
modo intermitente, desde su fundación y cuando me acordaba de enviar el
cheque anual. Estos tienen menos picardía y no te envían un cargo
periódico al banco, con lo cual tienes que apuntarte cada año. Hasta
que este año tocaron fondo mis finanzas y ví que si pagaba la cuota
anual se me quedaba la cuenta en blanco, por no decir en rojo. Y claro,
llegados a ese punto.... aunque aún volveré por allí, supongo.
Por la misma escasez de fondos, en realidad, más que por otra cosa,
he dejado de ir a congresos. Antes iba como un clavo a los de AEDEAN.
Pero aun con la ayuda de la universidad, he comprobado que te sale cara
la osadía, a menos que tengas un proyecto de investigación
subvencionado. No está el sueldo como para ir por ahí haciendo turismo
académico.
Y visto que está la web, y hasta con contenido
gratis... nos atendremos a ella, de momento. Puede ser la sociedad
académica más extensa y más intensa, en realidad. Aunque todavía le
falte un hervor a la academia en red. Ya dijo Foucault que la academia
funciona mediante la rarefacción del discurso—ponerle obstáculos más que
facilidades. E Internet pone demasiadas facilidades, lo cual lo hace
sospechoso e indeseable.
Los académicos son esos entes
curiosos que se recomiendan mutuamente (¿no tan distintos de los
blogueros?) y que basan toda su actividad en la convención de que un
discurso o publicación que ha sido autorizado por otro académico, o una
pareja de ellos, pasa a un nivel superior de realidad, adquiere un aura
que lo transforma en un mérito a los ojos de cualquier otro académico
usador de baremos.
Es... una convención. Con efectos buenos,
y con efectos malos. Útil para unas cosas, inútil para otras. Sobre
todo porque a la hora de la verdad —a la hora de decidir sobre dineros,
honores o puestos de trabajo— los académicos tiran tanto de
sobreentendidos, normas no escritas, y telefonazos secretos, como de
baremos. Más, probablemente. Son los problemas colaterales de la
rarefacción del discurso, tanto más serios cuanto más se ha enrarecido
el discurso. Pero a esos problemas no se suele prestar atención (por
escrito, por escrito...) en la academia; y también se enrarece el
discurso sobre ellos—cosa que también es parte imprescindible de la
convención.
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