La dinámica ontofilogenética del lenguaje es por otra parte una cuestión que tiene muchos matices. Por ejemplo, las lenguas han adquirido presumiblemente ciertas estructuras complejas por evolución a partir de estructuras simples. Se podría hacer de este modo un estudio filogenético del desarrollo de estructuras subordinadas en la sintaxis, de formas complejas en la temporalidad verbal, de gramaticalizaciones.... o, siguiendo otra dirección quizá más factible inmediatamente, puede compararse el vocabulario básico compartido por las lenguas y ver en qué medida se correlaciona este léxico básico con la adquisición de vocabulario por parte de los niños. Evidentemente, los nombres de las partes del cuerpo (por ser obvios) se van a compartir más, y se aprenderán antes, si se comparan con el vocabulario especializado de una profesión, que será menos generalizado entre las lenguas, y menos generalmente adquirido por los hablantes en cada una. Baste decir que la cuestión del origen del lenguaje tiene muchas dimensiones que estudiar, y que la cuestión (mucho más específica) de los fenómenos filogenéticos en el origen y desarrollo del lenguaje es también potencialmente muy amplia. Aquí sólo me quiero centrar en un aspecto muy específico.
Como preliminares al estudio del origen del lenguaje, puedo remitir a mi reseña del libro de Derek Bickerton Adam's Tongue: How Humans Made Language, How Language Made Humans.
Y en lo referente a la adquisición del lenguaje por parte de los niños, y su relación ontofilogenética con el desarrollo fisiológico y la evolución de la especie, hice un pequeño apunte hace diez años sobre un par de primeras palabras, en mi artículo sobre Mamá y mamar, papá y papilla.
Ahora resulta útil repensar la relación de la simbolización con la ontogénesis del bebé, a cuenta de este artículo de Lock presentado a discusión pública. En estos párrafos comenta Anthony Lock la teoría filogenética del origen del arte y el simbolismo, en concreto la teoría que lo remite a la interacción entre la madre y el bebé, asociada a las tesis de Ellen Dissanayake.
Anthony Lock: "Evolutionary Aesthetics, the Interrelationship Between Viewer and Artist, and New Zealandism" —dos párrafos:
Mother-infant
interaction, including baby talk, operates very differently from adult
communication. Mothers, as well as any adult interacting with a baby,
pull faces at babies, talk in higher pitch, even though they know the
baby will not understand the words, and verbalize baby-talk patterns to
encourage an enjoyable emotional response from baby and mother. An
example Dissanayake uses is “Mommy loves you. Yes. Yes. Did you know
Mommy loves you? Yes she does. She does. She loves you” (2001, 30).
Such play-talk is structured like poetry or songs, with recognizable
stanzas and motifs that repeat with slight variation along a particular
rhythm. The fossil evidence (described in Leakey 1994) suggests that
mother-infant interaction through proto-aesthetics developed at least
1.7 million years ago, practised by both Homo ergaster and Homo erectus
(Dissanayake 2009). Because such interaction solidifies and develops
the first and most important relationship a child has in the world,
Dissanayake speculates that mother-infant proto-aesthetic interaction
is an adaptation in its own right, one not often explored by
evolutionary psychologists to probably its fullest importance. I agree.
The evidence from psychology about parent-child development is very strong, consisting highly of proto-aesthetic sensibilities and details about the development of babies minds and the necessity of proto-aesthetic interactions with babies in the healthy development of babies (Trevarthen 1987), and rich in information about how babies are born with brain pathways that are readied for detecting and encouraging baby-talk and interaction from adults in rhythmic and modal manners (Aitken and Trevarthen 1997) (Schore 1994) (for more, see Dissanayake 2000, chapter 1). Newborns can discern similarity between bright colours and loud sounds at the age of three weeks (Lewkowicz and Turkewitz 1980); mothers and babies follow regularities in improvised patterns of sounds, movements and facial play, adjusting responses to each other within fractions of seconds in order to stimulate, maximize enjoyment and freshness of their interaction (Beebe 1986), and strength of a mother's vocalizations can frequently be matched with kicks from her baby corresponding to the volume of her singing (Stern 1985). Aitken, Trevarthen and Schore claim that these rituals and patterns in baby-talk provide essential intellectual and linguistic practice and bonding, which is a crucial part of babies' neural development. Segments of baby-talk usually exist in spoken utterances and playful movements of around three-and-a-half to five seconds, the same common temporal length of adult spoken phrases, poetic lines and musical phrases (Lynch et al. 1995) (Turner 1985). If this developed before artification first occurred, and, as evidence suggests, appears to have been a major, or the chief, factor in the development of such sensibilities, Dissanayake's is a very solid argument.
The evidence from psychology about parent-child development is very strong, consisting highly of proto-aesthetic sensibilities and details about the development of babies minds and the necessity of proto-aesthetic interactions with babies in the healthy development of babies (Trevarthen 1987), and rich in information about how babies are born with brain pathways that are readied for detecting and encouraging baby-talk and interaction from adults in rhythmic and modal manners (Aitken and Trevarthen 1997) (Schore 1994) (for more, see Dissanayake 2000, chapter 1). Newborns can discern similarity between bright colours and loud sounds at the age of three weeks (Lewkowicz and Turkewitz 1980); mothers and babies follow regularities in improvised patterns of sounds, movements and facial play, adjusting responses to each other within fractions of seconds in order to stimulate, maximize enjoyment and freshness of their interaction (Beebe 1986), and strength of a mother's vocalizations can frequently be matched with kicks from her baby corresponding to the volume of her singing (Stern 1985). Aitken, Trevarthen and Schore claim that these rituals and patterns in baby-talk provide essential intellectual and linguistic practice and bonding, which is a crucial part of babies' neural development. Segments of baby-talk usually exist in spoken utterances and playful movements of around three-and-a-half to five seconds, the same common temporal length of adult spoken phrases, poetic lines and musical phrases (Lynch et al. 1995) (Turner 1985). If this developed before artification first occurred, and, as evidence suggests, appears to have been a major, or the chief, factor in the development of such sensibilities, Dissanayake's is a very solid argument.
Se refiere Lock no a la tesis del origen del lenguaje, sino a la tesis del origen de las formas artísticas, dos cuestiones ciertamente relacionadas. Obsérvese una cuestión que con frecuencia se pasa por alto, relacionada con la que apunta Stern. El bebé o pre-bebé puede detectar la vocalización materna antes del nacimiento, ya en el útero, y la madre suele responder sistemáticamente a las pataditas del feto hablando, comentándolo; con frecuencia también dándose golpecitos en la tripa a su vez. Pero en suma, responde interactivamente, y entre esa interacción empieza a tener lugar la interacción lingüistica. No es de sorprender que los bebés recién nacidos sean por tanto capaces de reconocer los patrones sonoros y tonales de la lengua materna: su formación como hablantes nativos ya ha comenzado antes de nacer.
Querría poner en relación lo ya dicho, y sobre todo las tesis de Dissanayake, con unas nociones expuestas por George Herbert Mead en su libro Mind, Self, and Society. El pensamiento de Mead desarrolla las implicaciones del interaccionismo simbólico en muchas dimensiones, tanto en psicología como en sociología—mostrando el desarrollo de un yo interaccional o dialógico, un yo social. Ver aquí por ej. mi artículo sobre la complejidad del tiempo humano en G. H. Mead, o este otro artículo sobre el teatro de la interioridad en Goffman—otro interaccionista simbólico. Esta descripción del teatro de la interioridad podría ser con la misma justicia o más aplicada a la teoría del sujeto de Mead, un sujeto humano dialéctico, interaccional y dramatúrgico. Entre las numerosísimas ideas originales que presenta Mead, algunas se refieren al desarrollo psicológico e intelectual del niño. En esto se adelanta Mead a Piaget, distinguiendo varias fases de imitación, adopción de roles, interiorización de la propia posición y la ajena, desarrollo e internalización de reglas sociales, y establecimiento de una dinámica entre la imagen propia recibida del entorno social y de los demás (el mí) frente a la acción vital y reactiva del individuo (el yo) —un proceso que en su conjunto da lugar a una identidad personal o self
Sí habla Mead en algún punto sobre el origen del lenguaje, y convendrá tener ese pasaje en mente para compararlo a los aspectos ontofilogenéticos que queremos extrapolar. Lo hace a cuenta del posible origen del lenguaje partiendo de la comunicación animal—dos cosas que Mead distingue cuidadosamente, pues en el lenguaje y en el simbolismo está supuesta una capacidad de tomar la perspectiva del otro (una teoría de la mente, dirían hoy) que no está implícita en la comunicación animal. Cito: complejo, dinámico, dramático, y en relación continua con la posición y acción social del sujeto. Muchos aspectos aprovechables tiene esta teoría, y algunos se pueden extrapolar desde su aspecto del desarrollo personal a la cuestión del desarrollo de las capacidades de la especie, algo que Mead no trató en demasiado detalle, a pesar de ser un pensador altamente comprometido con el evolucionismo.
I want to be sure that we see that the
content put into the mind is only a development and product of social
interaction. It is a development which is of enormous importance, and
which leads to complexities and complications of society which go
almost beyond our power to trace, but originally it is nothing but the
taking over of the attitude of the other. To the extent that the animal
can take the attitude of the other and utilize that attitude for the
control of his own conduct, we have what is termed mind; and that is
the only apparatus involved in the appearance of the mind.
I know of no way in which intelligence or mind could arise or could have arisen, other than through the internalization by the individual of social processes of experience and behavior, that is, through this internalization of the conversation of significant gestures, as made possible by the individual's taking the attitudes of other individuals toward himself and toward what is being thought about. And if mind or thought has arisen in this way, then there neither can be nor could have been any mind or thought without language; and the early stages of the development of language must have been prior to the development of mind or thought. (191-2).
I know of no way in which intelligence or mind could arise or could have arisen, other than through the internalization by the individual of social processes of experience and behavior, that is, through this internalization of the conversation of significant gestures, as made possible by the individual's taking the attitudes of other individuals toward himself and toward what is being thought about. And if mind or thought has arisen in this way, then there neither can be nor could have been any mind or thought without language; and the early stages of the development of language must have been prior to the development of mind or thought. (191-2).
Esta tesis es compatible con la expuesta por Bickerton. Bickerton asociaba el nacimiento del lenguaje a la comunicación entre grupos de carroñeros trabajando cooperativamente. El sistema de señales complejas para comunicar información grupal y localización habría resultado, retroalimentativamente, en el desarrollo de un universo simbólico. Es una tesis ligada a la ecología evolutiva y que tiene mucho sentido, pero que tampoco excluye la existencia de otras líneas de desarrollo que hayan venido a converger en ese desarrollo retroalimentativo. Por ejemplo, la cuestión de los procesos filogenéticos—que Bickerton no tiene en cuenta, pues su razonamiento e investigación va por otro lado. En cualquier caso, es concebible un universo de australopitecos u Homo habilis, una sociedad de animales modestamente racionales, que no han desarrollado un universo simbólico elaborado, pero que se comunican con lo que Bickerton llama un protolenguaje (o: con un lenguaje pero sin mente, diría Mead). Algo parecido hacen hoy algunos monos (ver "Monkey See Monkey Speak", o "Monos traductores"). Y posiblemente muchos animales más.
Falta cierto impulso retroalimentativo—una retroalimentación que no produzca un círculo vicioso sin más, sino una expansión, una espiral hermenéutica por así decirlo. Retroalimentación o feedback loops hay muchos en los animales, y Mead se interesa por la presencia en algunos animales de lo que otras veces considera un fenómeno característicamente humano: la auto-interacción. Así, tanto en la primera sección de Mind, Self, and Society como en uno de los ensayos suplementarios habla de las alternancias entre instintos contrapuestos en animales que les llevan a comportamientos alternados repetitivos (el perro que se acerca meneando el rabo y luego te se aparta y te ladra, y se vuelve a acercar, y vuelve a ladrar, etc.). También se interesa (una cuestión más propiamente lingüística) por la manera en que las aves son capaces de imitar a otras en el canto o el sonido, y también interactúan consigo mismas, se ven influidas al oírse a sí mismas cantar, con lo cual se crea uno de esos bucles de auto-interacción. No es algo suficiente como para hacerles desarrollar un universo simbólico, con lo cual habrá otros ingredientes que tengan que sumarse a estos bucles retroalimentativos de auto-interacción, o a la imitación sumada a la auto-interacción. Son ingredientes prometedores, pero no bastan para dar lugar al lenguaje. Como no basta tampoco el "lenguaje de hormigas" de los australopitecos carroñeros en el que se centraba Bickerton (ver "Fíjate en la hormiga, holgazán")
Pero las tres cosas juntas—la autointeracción unida a la imitación interactiva y a la cooperación social—ya nos hace pensar en funciones diversas del lenguaje; en un coro de protohumanos emprendiendo, tras la recolección organizada, ceremonias sociales de recitado, parloteo desbocado coral, o canto colectivo tribal—junto al campamento, y marcando territorio y status, y ensayando señales para la recolección de mañana. Por cierto que habría que añadir crucialmente, a esta socialidad grupal y comunicativa, la existencia de un espacio tribal central, una casa, cueva, choza o árbol de la sabana, pues el espacio compartido entre generaciones es crucial, según E. O. Wilson (The Social Conquest of Earth), para desarrollar una socialidad avanzada, lo que él llama la eusocialidad, que se da sólo en los insectos sociales y en algunos mamíferos como estos primates que somos. También en las ratas topo se da).
La conviviencia de varias
generaciones
en el mismo nido nos lleva también a la interacción entre miembros
separados por una generación. En torno a esta cuestión (y sobre el
papel de las
abuelas y grupos de mujeres en el cuidado infantil y la evolución)
pueden consultarse las
teorías de Sarah B. Hrdy:
Hrdy, Sarah Blaffer. Mother Nature: A History of Mothers, Infants and Natural Selection. Nueva York: Pantheon, 1999.
_____. "Evolutionary Context of Human Development: The Cooperative Breeding Model." En Attachment and Bonding: A New Synthesis. Ed. C. S. Carter et al. Cambridge: MIT Press, 2005. 9-32.
_____. Mothers and Others: The Evolutionary Origins of Mutual Understanding. Cambridge (MA): Harvard UP, 2009.
_____. "How Humans Became Such Other-Regarding Apes." On the Human 31 agosto 2009. http://onthehuman.org/humannature/?p=310 (Ya no disponible)
La relación madre-abuela, y la cría conjunta de crías desvalidas, estimula también la interacción social, y la cooperación. Todo esto se hace necesario a consecuencia de la prolongada infancia humana y los necesarios cuidados durante el parto, por esas grandes cabezas de los bebés.
Complicaciones que a su vez nos llevan a la neotenia, al bipedismo y sus consecuencias, y a toda una serie de procesos que se solapan y retroalimentan entre sí, y que han sido abundantemente discutidos. Incluso aquí: ver por ejemplo "Y el mono se irguió y habló". Sobre encefalización desmedida, bipedismo, flexibilidad cognitiva (neoténica) y evolución humana hablamos también aquí:
García Landa, José Ángel. "Forever Young." Vanity Fea 24 sept. 2011.
http://vanityfea.blogspot.com/2011/09/forever-young.html
_____. "How Hip Is Human Life History?" Vanity Fea 6 abril 2013.
http://vanityfea.blogspot.com.es/2013/04/how-hip-is-human-life-history.html
Como se ve, se abre un espacio de retroalimentación entre procesos biológicos y sociales que es intenso y multidimensional. Antes de volver a Mead, me interesa subrayar un par de aspectos en lo dicho:
- El periodo largo de dependencia y contacto constante entre el bebé y la madre, así como la presencia frecuente de otras/os cuidadoras/es, en interacción continua, mientras se construye extra utero el cableado cerebral, contribuye decisivamente a la creación de una realidad aumentada, realidad estructurada lingüísticamente y ya inscrita, por así decirlo, en la lengua materna que va construyendo el cerebro físico y el mundo imaginario del entorno cultural. (Ver La caverna del cerebro).
- Es también de notar la peculiaridad estructural que da al cerebro humano la hipertrofia de su córtex—o si se quiere la encefalización creciente que caracteriza al proceso de hominización humana; pues la complejidad de funciones, de áreas, y de interconexiones separa cada vez más el estímulo y la respuesta, y multiplica exponencialmente las posibilidades (físicas) de auto-interacción mental, de procesos retroalimentativos en el seno del cerebro mismo, que dan lugar así (en otro bucle retroalimentativo distinto pero no tan ajeno) a la socialización compleja en el seno de un universo social y simbólico.
El proceso de encefalización está retroalimentado y es en parte auto-selectivo (por competencia ecológica y competencia entre grupos). En este contexto biológico y evolutivo, la auto-interacción adquiere una dimensión especialmente importante, y se posibilitan procesos autointeractivos de complejidad diversa, según se activen mayor o menor número de áreas o funciones cerebrales diferenciadas. Así se posibilita la génesis de diversos niveles de interacción internalizada, con mayor o menor involucración del sujeto en las representaciones mentales que se activan; esto posibilitará la génesis de las dinámicas complejas yo/otro o yo-como-otro que son analizadas por Mead en su teoría de la identidad personal.
Y ahora paso a cerrar con una vuelta a los insights interaccionales de Mead en un pasaje de Mind, Self, and Society—que esto es un post y no quiero que degenere en tratado.
Mead tiene la virtud de que muy tempranamente, hace cien años, se hizo consciente de la importancia de muchas de estas dimensiones de interacción social, de la relación entre desarrollo y evolución, y de su relación con las peculiaridades estructurales del cerebro humano y de la cognición humana. Y de la importancia de la reflexividad, porque el texto en cuestión viene del ensayo "The Self and the Process of Reflection." Propongo releer estos pasajes de Mead a la luz de lo ya dicho.
Comienza Mead tratando aquí la auto-interacción y sus relaciones con los ya mentados conflictos de impulsos en los animales. Y pasa a ver la relación de la auto-interacción con las capacidades de imitación de los animales, incluyendo la imitación del lenguaje humano. Sigue ahí una interesante disquisición sobre cómo la interacción comunicativa social tiene también una dimensión crucial de auto-interacción, dimensión que para Mead sienta las bases de la construcción del sujeto humano. Pero comencemos con las aves:
"In these cases, the combinations of
phonetic elements, which we call
words, are reproduced by the birds, as the sparrow reproduces the
canary's song. It is a process of interest for the light it may throw
on a child's learning of the language heard about it. It emphasizes the
importance of the vocal gesture, as possibly stimulating the individual
to respond to itself. While it is essential to recognize that response
of the animal to its own stimulation can only take place where there
are impulses seeking expression which this stimulation sets free, the
importance of the vocal gesture as a social act which is addressed to
the individual itself, as well as to other individuals, will be found
to be very great.
Here in the field of behavior we reach a situation in which the individual may affect itself as it affects other individuals, and may therefore respond to this stimulation as it would respond to the stimulation of other individuals; in other words, a situation arises here in which the individual may become an object in its own field of behavior. This would meet the first condition of the appearance of mind. But this response will not take place unless there are reactions answering to these self-stimulations which will advance and reinforce the individual's conduct. So far as the vocal gestures in the wooing of both sexes are alike, the excitement which they arouse will give expression to other notes that again will increase excitement. An animal that is aroused to attack by the roar of its rival may give out a like roar that stimulates the hostile attitude of the first. This roar, however, may act back upon the animal itself and arouse a renewed battle excitement that calls out a still louder roar. The cock that answers the crow of another cock, can stimulate itself to answer its own crow. The dog that bays at the moon would not probably continue its baying if it did not stimulate itself by its own howls. It has been noted that parent pigeons excite each other in the care of the young by their cooings. So far as these notes affect the other birds they have the tendency to affect the bird that utters them in the same fashion. Here we find social situations in which the preparation for the sexual act, for the hostirle encounter, and for the care of the young, is advanced by vocal gestures that play back upon the animal that utters them, producing the same effect of readiness for social activity that they produce upon the individuals to which they are immediately addressed. If, on the other hand, the vocal gesture calls back a different reaction in the other form, which finds expression in a different vocal gesture, there would be no such immediate reinforcement of the vocal gesture. The parental note which calls out the note of the child form, unless it called out in the parent the response of the child to stimulate again the parental note, would not stimulate the parent to repeat its own vocal gesture. This complication does arise in the case of human parents, but presumably not in the relations of parent and offspring in forms lower than man." (360-62)
Here in the field of behavior we reach a situation in which the individual may affect itself as it affects other individuals, and may therefore respond to this stimulation as it would respond to the stimulation of other individuals; in other words, a situation arises here in which the individual may become an object in its own field of behavior. This would meet the first condition of the appearance of mind. But this response will not take place unless there are reactions answering to these self-stimulations which will advance and reinforce the individual's conduct. So far as the vocal gestures in the wooing of both sexes are alike, the excitement which they arouse will give expression to other notes that again will increase excitement. An animal that is aroused to attack by the roar of its rival may give out a like roar that stimulates the hostile attitude of the first. This roar, however, may act back upon the animal itself and arouse a renewed battle excitement that calls out a still louder roar. The cock that answers the crow of another cock, can stimulate itself to answer its own crow. The dog that bays at the moon would not probably continue its baying if it did not stimulate itself by its own howls. It has been noted that parent pigeons excite each other in the care of the young by their cooings. So far as these notes affect the other birds they have the tendency to affect the bird that utters them in the same fashion. Here we find social situations in which the preparation for the sexual act, for the hostirle encounter, and for the care of the young, is advanced by vocal gestures that play back upon the animal that utters them, producing the same effect of readiness for social activity that they produce upon the individuals to which they are immediately addressed. If, on the other hand, the vocal gesture calls back a different reaction in the other form, which finds expression in a different vocal gesture, there would be no such immediate reinforcement of the vocal gesture. The parental note which calls out the note of the child form, unless it called out in the parent the response of the child to stimulate again the parental note, would not stimulate the parent to repeat its own vocal gesture. This complication does arise in the case of human parents, but presumably not in the relations of parent and offspring in forms lower than man." (360-62)
Parafraseando y desarrollando lo que apunta aquí Mead, podemos decir que el lenguaje nace de nuevo constantemente en la relación madre-bebé (o en la relación del bebé con su entorno familiar y social). Por supuesto, es característico del lenguaje el llegarnos ya hecho; el lenguaje nos precede y debemos adquirirlo, no inventarlo—auque tengamos siempre que reinventarlo. Pero esto no quita para que desde el punto de vista del bebé el lenguaje tenga que ser rehecho a partir de cero, o a partir de la interacción en un entorno no lingüístico. El entorno es lingüístico para quien tiene lenguaje, pero no es lingüístico desde el punto de vista de quien carece de él. Y en esa interfaz, interacción y traducción necesaria entre lo lingüístico y lo no lingüístico, entre lo gestual y lo vocal, entre el contacto físico y la experiencia a distancia (otra gran temática en Mead, ésta) —allí es donde nace el lenguaje.
Volviendo a nuestro artículo sobre Pop & Pap— La P oclusiva del papá y de la papilla, en oposición a la m de la respiración nasal, asociada a la succión y la lactación, simboliza esa transición (lacaniana, si se quiere) al orden de lo simbólico. La m de mamá está unida al cuerpo de la madre, a la experiencia de contacto y de la lactancia que es (por otra parte) ya una primera experiencia semiótica de diferenciación yo/otro, además de una experiencia de contacto y de comunidad. Como bien nos podría explicar Derrida, en la génesis de la semiosis, la diferencia entre identidad y diferencia pierde su identidad, en una invaginación paradójica. Retomo aquí mi nota de 2005:
- "Mamá" y "papá" están entre las palabras más primarias y son utilizadas en varios idiomas indoeuropeos: provienen de raíces tanto germánicas como latinas, y se encuentran variantes suyas en inglés, francés, alemán, español, italiano, y muchos otros idiomas. A las explicaciones etimológicas convencionales de este éxito hay que sumar el papel que desempeñan la fisiología y la estructura de la familia y de la educación infantil en mantener estas palabras en convergencia permanente, siempre candidatas a perpetuarse como un par de opuestos relacionados en un idioma, o a importarse a otro con facilidad y garantías de éxito.
- El sonido "a" que tienen en común ambas palabras y que las asocia es la vocal más relajada del sistema vocálico español y la más central de muchos otros sistemas vocálicos, en especial cuando deriva hacia una schwa indefinida. Es por tanto el sonido más próximo a la vocalización primigenia, el sonido base con respecto al cual se han de crear, por diferencia, las demás vocales. No es extraño que aparezca asociado a las primeras palabras articuladas, a las más básicas.
- La palabra "mamá" está asociada al acto de mamar. En efecto, los bebés, pequeños primates, son capaces de respirar y tragar a la vez, y por eso pueden mamar, habilidad que se pierde al cambiar de forma la faringe con el crecimiento (a cambio adquirimos la capacidad de vocalizar mejor). Al mamar queda abierto el conducto nasal, con lo cual el sonido producido es nasalizado "m" y no "p". Y es bilabial por la forma que adoptan los labios al mamar: así tenemos "m" y no "n", lo cual nos da "mamá" como una palabra fisiológicamente asociada al contacto con el cuerpo materno durante la lactancia.
- El padre es un símbolo lacaniano de la entrada en el régimen simbólico: separación del cuerpo de la madre, iniciación a la cultura. Así, al nombrar al padre, éste aparece como un cuidador, una "segunda madre", pero diferenciado crucialmente de ella por el cierre del conducto nasal: el padre no da de mamar, y por tanto se indica su papel transformando la bilabial "m" en su equivalente oralizada "p" - en realidad la equivalente desnasalizada sería "b", pero el contraste articulatorio queda mejor indicado con un ensordecimiento y desnasalización simultáneos, a la vez que se conserva la huella bilabial que liga ambas palabras. "Papá" no da leche, aunque sí pueda dar "papilla": en todo caso, al destetar al infante, éste ingresa en el régimen de mayor autonomía corporal (anda) y simbólica (habla). Entra así, con su pequeño edipo a cuestas, en su casilla social de nene o nena (casilla que los demás conocían pero el/la no). La papilla está unida simbólicamente al ingreso en el orden social, que, como sabemos, es un orden patriarcal. También simboliza esa "p" la imposibilidad de comer y respirar a la vez: el ingreso en el orden humano inscrito filogenéticamente en el desarrollo de los órganos fonadores.
- De este modo, las primeras palabras que aprendemos contienen en
sustancia nuestro desarrollo tanto biológico como social, nuestros
cambios de régimen alimenticio y de la forma de nuestra cabeza; el
desarrollo de nuestra autonomía personal y de nuestra ubicación en la
familia, nuestra historia como individuos y como especie. (Vanity Fea, agosto 2005)
Los bebés inventaron el lenguaje, diciendo la palabra mamá, y luego la palabra papá, marcando así etapas de construcción simbólica del mundo y de semiotización de la experiencia. Esas palabras fueron (en el relato mítico-pedagógico que aquí proponemos) las primeras palabras del lenguaje humano, y lo siguen siendo—son el origen del lenguaje en el sentido de la adquisición de la lengua materna, y también en una dimensión histórica. No es casual que se encuentren entre las palabras más compartidas en lenguas de familias que nada tienen que ver entre sí—nada, menos el origen remoto del lenguaje en la génesis misma de la semiosis humana.
En la primera palabra del bebé está también, por tanto, el origen histórico del lenguaje. Uno de los orígenes. Uno muy importante.
El lenguaje lo inventaron los bebés (al menos hicieron su pequeña y crucial contribución), y lo reinventaron sus madres y cuidadoras al imitarles. Surgió el lenguaje en el proceso interaccional y comunicativo entre madre e hijo, y en el proceso social de enseñarlo y reinventarlo, de explicarlo e interpretarlo. A eso también señala Mead en el pasaje anterior. La madre no sólo le habla al bebé: le habla en lenguaje de bebé, y con prioridades cognitivas de bebé (es lenguaje más fático y de contacto que referencial y abstracto). Y le habla también en lenguaje normal (que incluye al de bebé). Hacerles arrumacos y ponerles vocecillas a los bebés, y achucarlos a la vez que se les habla, no es accidental ni gratuito, sino formativo y necesario, además de ser un retorno a los orígenes y una necesidad psicológica. Hay que inventar la traducción a la vez que se inventa el lenguaje, y la primera traducción es también la traducción del lenguaje de bebés al lenguaje de adultos (si no lo es, en un sentido más amplio la traducción de lo gestual a lo auditivo, o de lo táctil a lo visual).
Es bien conocida la relación existente entre la repetición, la asociación de ideas y la creación de conexiones neurales—es una línea de razonamiento que va de Locke a Spencer y a Ramón y Cajal. Lo que ahora sabemos sobre la plasticidad cerebral, y sobre la importancia de las experiencias repetidas y de la retroalimentación en la construcción de conexiones cerebrales, a nivel epigenético, no aporta sino nuevos argumentos que refuerzan la conexión firme entre el origen histórico del lenguaje (un origen largo y continuo) y la experiencia repetida y repetidamente intensificada de la adquisición del lenguaje en la infancia. El origen del lenguaje y su adquisición en la infancia están mucho más ligados de lo que suponemos habitualmente—y así, sin darnos apenas cuenta, vemos en cada niño que aprende a hablar el origen cotidiano y prehistórico de la lengua.
Hay que volver a insistir en la multidimensionalidad de los orígenes del lenguaje, como de la vida, de la mente o de la humanidad. Es una multidimensionalidad ecológica. Surgimos así, bípedos, implumes, y hablando, por todo un cúmulo de circunstancias; como Ortega, somos nosotros y nuestras circunstancias—todas ellas. Hay un continuo retroalimentativo entre todas estas circunstancias: hemos hablado de la relación de la neotenia con el desarrollo craneal, y de ahí con la infancia prolongada, y de allí con la inmadurez del cerebro, con la importancia de los cuidadores.... etc. Podríamos añadir a esta olla podrida la importancia de la mano, también ligada (como el parto prematuro) al bipedismo, y de ahí pasar a la importancia de la manipulación, de las herramientas.
(Mead, por cierto, también insiste en la importancia semiótico-cognitiva de la manipulación, que añade una dimensión más de auto-interacción al instituir un espacio intermedio entre el sujeto y el mundo, el espacio del objeto manipulable o la herramienta. La creación de un mundo de objetos manipulables, en la interfaz entre el cuerpo y el entorno, es otro ingrediente de este caldo gordo que hierve y se retroalimenta, dando lugar a la humanización y a la semiotización de la realidad aumentada circundante).
Todo el entorno, pues, es significativo, y todo es, además, semiótico en un grado o en otro. Pero hay grados de semioticidad, y hay procesos de retroalimentación especialmente significativos, o intensos, o identificables. De otro modo no tendría sentido elaborar una pequeña teoría sobre el origen del lenguaje, pues valdría con señalar a un entorno complejo, y decir "Surge el lenguaje de todo eso junto". Una teoría ha de ser más específica; señala a elementos concretos de ese entorno, mostrando procesos retroalimentativos especialmente activos, o que valga la pena destacar, o poco notados hasta entonces. Una teoría (a veces) simplifica el mundo, localizando el origen del lenguaje en una dimensión concreta de un entorno denso y complejo de interacciones. Una teoría también se vende a sí misma, vende su mercancía y su perspectiva.
Por tanto quizá convenga dejarlo en este punto, habiendo señalado algunas dimensiones de la autointeracción apuntadas en la obra de Mead, y habiendo indicado también cómo esa auto-interacción, en el caso de los bebés, entra en relaciones dialécticas complejas con muchos elementos del entorno que tienen también sus propias dinámicas complejas. Así podemos decir que hemos intentado mantener el equilibrio adecuado entre decir demasiado y no decir nada acerca del origen del lenguaje, ese misterio entre misterios sobre el cual muchos piensan que decir poco es decir ya demasiado.
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