Es una cita repetida en The Air I Breathe—en español, Cuatro vidas. Un bonito thriller de cuatro historias casi independientes pero que se cruzan en un determinado momento. Con uno de los malos más malos que ha dado el cine, "Dedos" (Andy García)—un mafioso que según lo pone Ronnie Scheib, es "a menacing, soft-spoken moneylender legendary for exacting his pound of flesh in digits". Satisfactoriamente, este Dedos no es castigado ni amenazado en ningún momento. El malo controla el panorama, y la única salida es la huida, no siempre posible. Observo que las reseñas de esta película son extrañamente negativo-despectivas; la gente no parece apreciar su pesimismo. No hacer mucho caso, pues aunque la película no alegra la vida, se deja ver muy bien. (Veo, por cierto, que ha cambiado de diseño el IMDb).
Es también película con aparición súbita de una mariposa, pero en este caso es una falsa esperanza. El futuro del oficinista negro Happiness, que se vuelve atracador, está más que cerrado. En cambio, se abre inesperadamente el futuro para Pleasure (Brendan Fraser), el matón sensible que trabaja para Dedos, y que tenía la capacidad de ver el futuro. Se abre, digo, en cuanto se cierra esa capacidad de visión premonitoria. Un momento metafílmico:
It's the wildest effort when you know what's going to happen. Will watching a person's fate give it purpose? Or is it just the muted feeling of watching a movie when you know how it ends? And then something happens that I will never forget - I'm wrong. For the first time ever, fate takes a detour and I glimpse something strange and new. A future where anything can happen. It's a beautiful thing. And the feeling it gives me is as close as I've ever felt... to pleasure.
El flashforward no cumplido también libera un poquito al espectador, aunque nadie se puede librar de la lógica de la narratividad y de la clausura. Quizá embarcado en esta nueva sensación de apertura del futuro, Pleasure no ve venir su propia muerte (—dicen que nadie la ve). Tampoco la ve venir el espectador, curiosamente. Aunque nada es totalmente imprevisible, y menos en las películas. En todas es importante que vayan a parar a donde van a parar, auque haya alguna pequeña sorpresa por el camino—para eso está la ley del género. En lo tocante a la vida, nadie sabe a qué género fílmico pertenece—de todos se contagia, y a todos los contagia.
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