viernes, 29 de octubre de 2010
Heredando a mi pesar
Muy a pesar nuestro, hoy nos dedicamos a heredar los bienes de mi padre. Aun si no contamos el Requisito Previo que las posibilita, las herencias suelen traer tanto de malo como de bueno. Cuántos hermanos acaban riñendo por la herencia. En fin, espero que no sea nunca el caso, aunque donde hay mucha gente será inevitable que haya alguna divergencia de ideas o planes. Que somos, aparte de mi madre, no menos de diez hermanos, y sus respectivas que tienen bienes gananciales, y las futuras viudas expectantes, y no contamos a los dieciocho nietos, que ya les tocará otro día. Pero desacuerdos no ha habido, para nada; lo más difícil ha sido conseguir reunir a todos para firmar papeles en el mismo cuarto, a los de Holanda, los de Biescas, los de Valencia, los de Madrid y los de Galicia. Pocas veces se ve esto ya, y menos que se verá supongo. Eso es algo que mi padre nunca entendió o aceptó: la manera en que cada generación se van distanciando un grado más los que se criaban juntos. A los hermanos se les ve cada vez menos, y los primos son, como los abuelos, una institución perteneciente a la infancia. La reunión familiar ha sido en Sabiñánigo, cuyas calles piso raramente desde los años del instituto, y luego hemos comido todos en Las Margas, encima de la pista de golf, desde donde se ve una perspectiva del valle que aún no conocía. He estado haciendo unas fotos por Arás, que estaba precioso con los colores de otoño. Donde fue la tragedia, titularé alguna de ellas. Y ahora estoy en Biescas; mañana llevaré unos cuantos holandeses y nholandeses al aeropuerto, todos de vuelta. Yo también, un poco más de todo.
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