El otro día le puse un comentario a este vídeo-conferencia (o esta videoconferencia) de Raymond Tallis—un ataque de Tallis a ciertos excesos de la psicología evolucionista, o quizá más bien a la psicología evolucionista en su conjunto.
Does evolution explain our behaviour? For Raymond Tallis the answer is no. The latest contribution to the forum On the Human is a humorous attack on the simplistic evolutionary theories of human culture promoted by sociobiology à la E. O. Wilson, à la Desmond Morris or à la Dawkins. The latter's theory of "memetics" gets a regular argumentative bashing. While I agree in part, as I have always found the notion of meme a bit mema, I counter with the following comment, a defense of evolutionary theory—minus the reductionism. So, yes indeed, evolution should explain our behaviour:
While one can enjoy this spirited attack on reductionism and “Dawkinism”, we should be wary of throwing out the baby of evolutionary thought with the bathwater of reductionism. I can’t see anywhere in Raymond Tallis’s account a proviso in this sense. Evolutionary thought, rightly understood, is attentive to emergent phenomena, such as language and the complexities of human culture, and will not try to reduce them to either memes or genes or primate behaviour in the savanna. But one thing it will do— it will attempt to trace both the process of emergence and the foundations that made it possible for these phenomena to emerge. I can see that Tallis’s contribution is interested in preserving the specificity of human behaviour. But I would insist that a historical sense of the human, when seen in the wider perspective, cannot help but tie up with the evolutionary development of the species. Bring in history, semiotics, science, cultural anthropology and all the disciplines which help to describe the complexity of the human phenomenon. They also have a history and a development, by the way. But do not stop at merely registering the complexity of humans: we should also try to understand how it came to be in the first place. If Tallis’s critique of some simplistic trends in evolutionary psychology helps to bring the real issues into focus, so much the better.
Sea como sea, la conferencia merece la pena, así que aquí la inserto. No perderse tampoco, por cierto, toda la serie de intervenciones en la Autonomy Singularity Creativity Conference, que aparecen en vídeos relacionados con éste en Vimeo.
Raymond Tallis, ASC from National Humanities Center on Vimeo.
Parte de la argumentación de Tallis va dirigida contra lo que él considera una especie de nueva frenología, la neurología que pretende localizar las funciones mentales en el cerebro. Su ataque es, como toda la conferencia, demasiado contundente, pues aparte de criticar los simplismos y excesos ridículos de lo que llama la "neuro-frenología" (o el memetismo de Dawkins, o las mescolanzas de la modernidad con el paleolítico en la obra de otros psicólogos evolucionistas), no matiza mucho Tallis su posición, y no aparta suficientemente sus cañones de los elementos valiosos de la psicología evolucionista o la neurología. Y así desaparece de su argumentación todo interés por los orígenes evolutivos del comportamiento humano, o por las bases neurológicas de la consciencia.
Sea como sea, la conferencia merece la pena. Es más, lo que dice sobre la "neuro-frenología" recuerda un episodio anterior de la filosofía, hace doscientos años, cuando Hegel criticó la frenología que causaba furor en su época. Por entonces se buscaba relación entre facultades mentales y la forma del cráneo o sus abultamientos óseos.
Según lo expone J. N. Findlay, para Hegel "no hay conexión inteligible entre la fuerza o debilidad de las facultades espirituales y el tamaño abultado o contraído de zonas del cráneo". Lo que hace la frenología es simplificar las capacidades y propensiones mentales, reduciéndolas a unas pocas diferencias "osificadas", para establecer una correlación arbitraria entre ellas y los bultos y huecos del cráneo. "En semejante correlaciones, una colección de huesos secos mentales se correlaciona con una colección física igualmente seca". Y cuando el comportamiento de alguien no se corresponde con sus supuestas propensiones, entonces se acude a explicar su comportamiento en base al libre albedrío, con lo cual los huesos del cráneo son señal de todo y de nada, una especie de astrología craneal. El caso de la frenología es especialmente obtuso para Hegel, pues, en palabras de Findlay,
"Reconociendo que la relación entre exterioridad e interioridad es contingente, la observación dejó de buscar un órgano que fuese un símbolo del Espíritu, y asignó su inmediatez externa en una Cosa muerta. La realidad del Espíritu se convirtió así en una cosa, y a un ser inerte se le atribuyó el significado del espíritu. Tratar el Espíritu como una cosa meramente existente, objetiva, es ciertamente hacer de él algo parecido a un hueso" (en Hegel's Phenomenology of Spirit 540).
Pero Hegel también veía que el mismo problema de dureza de mollera que aquejaba a los frenólogos podía darse en el estudio de las partes blandas del cerebro:
"Las fibras cerebrales y similares, cuando se contemplan como el ser del Espíritu, no son sino una realidad meramente hipotética que existe únicamente en la cabeza de uno—no la auténtica realidad que tiene una existencia externa, y que se puede tocar y ver; cuando existen allí fuera, cuando se ven, son objetos muertos, y entonces ya no pasan por el ser del Espíritu. (Hegel, Fenomenología del Espíritu § 346)
No descarta Hegel que haya racionalidad en buscar correlatos orgánicos a las facultades mentales, aunque sí se centra en el peligro de las soluciones simplistas y absurdas, como la frenología que causaba furor en su época. Con respecto a las "partes blandas" del cerebro es, como no podía ser menos, menos tajante, aunque insiste en la diferencia entre el estudio del Cerebro y el estudio del Espíritu:
"El sistema nervioso, por otra parte, es la respuesta inmediata del organismo en su movimiento. Los nervios mismos, es cierto, son de nuevo los órganos de esa consciencia que está ya inmersa en su actividad orientada al exterior; el cerebro y la médula espinal, sin embargo, pueden considerarse como la presencia inmediata de la autoconsciencia, una presencia que reside en sí misma, no es objetiva y además no mira afuera. En la medida en que el momento de ser que tiene este órgano es un ser-para-otro, es decir, una existencia externa, es una cosa muerta y ya no es la presencia de la autoconsciencia. Este ser-en-sí-mismo, sin embargo, es por su propia naturaleza un sistema fluido, en el que las ondas que en él se expanden se disuelven inmediatamente, y en el que no se expresa ninguna distinción duradera. Entretanto, ya que el Espíritu en sí no es abstractamente simple, sino que es un sistema de movimientos en el que se diferencia a sí mismo en momentos, pero en esta misma diferenciación permanece libre; y ya que el Espíritu articula su cuerpo en una gama de funciones, y asigna una parte concreta para sólo una función, así del mismo modo el ser fluido de su ser en-sí puede concebirse como algo articulado en partes. Y parece ser que hay que pensarlo de esta manera, porque el ser del Espíritu que, en el cerebro, se refleja a sí mismo, no es sino un término medio entre la pura esencia del Espíritu y su articulación corporal, un término medio que por tanto debe participar de la naturaleza de ambos; el aspecto corpóreo debe por tanto también estar presente en el término medio en la forma de un ser inmediato. (Fenomenología § 327)
De ahí pasa Hegel a dirigir su sarcasmo contra quienes, intentando dar solidez a sus intuiciones sobre la relación entre la mente y el cerebro, pasan a concentrarse sólo en las partes duras, errando totalmente el camino.
Vamos, que no conviene confundir el estudio de los huesos craneales con el del cerebro, ni tampoco desacreditar a quienes intentan buscar una relación racional entre las funciones cerebrales y los fenómenos de la consciencia.
Mucho ha avanzado la neurología desde entonces, felizmente, desde la frenología y desde Hegel, pero parece que algunas tendencias inherentes al estudio de la relación entre la mente y el cuerpo siguen ahí, abultando algunos cráneos.
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