miércoles, 6 de octubre de 2010

El autoengaño



Todos se engañan a sí mismos.  Sí, hasta yo mismo. Y hasta tú, hipócrita lector. No hace falta que lo admitas públicamente--sólo que, meditando un momento sobre la cuestión, pienses en la manera en que te engañas a tí mismo. 

¿Ya está? Era cierto, lo ves.

Bien, pues las malas noticias... es que, aparte de ése, hay otro autoengaño más fundamental que está más allá de lo que puedas pensar así a la ligera en un momento, y más allá de lo que pudieras reconocer ante tí mismo.

No te voy a decir cuál es, porque no soy tan listo. Ni sé si sería tan cruel. Aunque, de todos modos, tampoco te ibas a enterar, ni te lo ibas a creer, aunque te lo dijesen.


 
 

—oOo—

1 comentario:

  1. Digo a veces: "Una de las pocas cosas que he aprendido en esta vida es que la capacidad de autoengaño del ser humano es infinita".

    Por lo poco que he leído al respecto, el autoengaño es además una de las actividades de autoreparación más habituales y salutíferas del cerebro. Una perla: los optimistas hacen predicciones de la realidad exageradamente optimistas, luego erróneas, a la vez que puntúan alto en los test de salud mental; las predicciones de los pesimistas se ajustan a la realidad a la par que puntúan bajo en los test de salud mental. Lo sano es equivocarse.

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