Dos pasajes que señalan los elementos de totalitarismo que va adquiriendo el Estado moderno, ya sea abiertamente en un régimen fascista, chino o nacional-socialista, o bien de modo "amable" y más insidioso, en las democracias liberales :
Uno de Serrano Súñer, comentando que gran parte del totalitarismo nazi o fascista no les venía necesariamente a esos regímenes de su idearios autoritarios, sino ya de por sí de su mera cualidad de estados modernos:
Ces déviations réconnues, il faut dire également qu'une grande partie des vices que l'on impute aux systèmes totalitaires et fasciestes sont propres à l'État moderne, quelque soit son caractère. Et nous les rencontrons dans l'État libéral aussi bien que dans l'État socialiste ou dans l'État autoritaire. L'État-Léviathan de Hobbes n'a pas été inventé par Hitler ou par Mussolini, et les doctrines sur l'indépendance du pouvoir politique et sur la souveraineté illimitée, base de l'étatisation sociale, furent formulées quatre siècles avant que ne se soit publié Mein Kampf. L'État totalitaire a eu la sincérité de proclamer un principe qui se trouvait impliqué dans touts les systèmes politiques depuis la Renaissance: césarisme, absolutisme, ou autre. Quand l'État, dans les régimes les plus libéraux, monopolise l'enseignement universitaire ou soumet la vie municipale à une rigide uniformité, il ne fait qu'anticiper sur la nationalisation des assurances ou des banques. Ce qui arrive, c'est que l'étatisation ou "statalisation" de la vie sociale s'est trouvée accrue sitôt que le progrès matériel a mis aux mains de l'humanité des moyens de production et de circulation des idées et des richesse[s] dont l'existence ne pouvait être soupçonée à l'époque d'initiation du libéralisme. Le libéralisme n'est que l'âge de la machine à vapeur, alors que le fascisme est celui de la radio, de la rotative, du cinématographe, de la conquête de l'air et de l'énergie atomique. Des forces physiques sont apparues, susceptibles de se convertir en forces morales, et que l'État moderne ne pouvait laisser au pouvoir des particuliers, sous peine d'être menacé dans sa propre existence.
(Ramón Serrano Súñer, Entre les Pyrenées et Gibraltar: Notes et réflexions sur la politique espagnole depuis 1936. (Bibliothèque du Cheval Ailé). Ginebra: Constant Bourquin – Les Éditions du Cheval Ailé, 1947. (P. 303-5).
Encuentro que este pasaje resuena armónicamente con este otro de Jano García en El rebaño, su libro sobre la plandemia de control ideológico biempensante, "marxismo cultural" de mascarilla morada, y de corrección política virtuosa que nos asola con especial intensidad estos últimos años:
Algunos creen que como Gramsci aspiraba a convertir Italia en una república comunista de de corte soviético a través de la disciplina política, el orden, la organización social y la implementación de un sistema que pudiera ser infinito, la hegemonía cultural actual se centra en eso. Nada más lejos de la realidad. La hegemonía cultural opta por controlar a la población a través de luchas sociales impostadas y peligros inminentes de los que el Estado debe salvarnos, al mismo tiempo que apuesta por un sistema económico "capitalista" que, por supuesto, también pasa por la intervención estatal generando precariedad laboral, altas cargas impositivas y economías de pura supervivencia en el reino zombi que vive conectado a sus dispositivos móviles para expulsar su frustración. Una fusión que consste en que la "derecha financiera" compra el marco mental de la "izquierda antisistema" y la izquierda compra el sistema de la oligarquía derechista. ¿Acaso no le resulta curioso al lector que las conferencias contra el capitalismo estén patrocinadas por los propios bancos? ¿Por qué los antisistema occidentales consiguen obtener repercusión gracias a las subvenciones del sistema? ¿Por qué los supuestos rebeldes ocupan puestos de gran responsabilidad en el ámbito político y mediático? ¿Acaso el pensamiento alternativo real cuenta con la misma capacidad de influencia? Las respuestas son obvias.
En la nueva hegemonía, cuando un dogma queda caduco porque ya no se es capaz de anestesiar al pueblo, se sustituye por uno nuevo para que nunca falte pienso que pueda ser consumido. Encontramos un ejemplo evidente en la cuestión relativa a los homosexuales. En cuanto comenzó a aburrir a la población, el dogma fue sustituido por una larga lista de minorías para que tomaran el relevo. Es el win-win definitivo de un arsenal de cinismo, oligopolios, capitalismo subvencionado, cortoplacismo político y destrucción de los valores que auparon a Occidente. Te doy el problema y también la solución.
La hegemonía cultural dominante promueve la alogocracia presentando una visión maniquea de opresores/oprimidos, de buenos/malos, solidarios/insolidarios, redefine la democracia a su antojo utilizándola como coartada para la imposición, inventa una neolengua que se transmite con facilidad para determinar los límites de pensamiento, promueve las entidades colectivas sobre el individuo, la deconstrucción del viejo mundo y, por supuesto, la utilización de dogmas que sean fácilmente defendibles desde una perspectiva puramente emocional y no racional. Adriano Erriguel (o quien se esconde tras su nombre) recurre con acertado criterio a la obra La producción de la ideología dominante de los sociólogos Luc Boltanski y Pierre Bo[u]rdieu, que señalaban:
La filosofía social de la fracción dominante de la clase domannte ya no se presenta como defensora, sino como crítica frente al estado existente de cosas, lo que le permite acusar de conservadurismo a todos los que se resisten al cambio. El poder ya no teme la crítica; por el contrario, la moviliza: hay que cambiar constantemente —o parecer que se cambia— en todos los órdenes de la vida. (Adriano Erriguel, Pensar lo que más les duele, Madrid: Homo Legens, 2021, p. 130).Y eso hace exactamente la alogocracia bajo la hegemonía cultural actual. Transformándose o, en ocasiones, haciendo como que se transforma, consigue mantener la agitación política y neutralizar los verdaderos riesgos que podrían poner en peligro su poder, que no es otro que la movilización ciudadana de forma masiva. El individuo libre, designado como el gran enemigo, se halla rodeado de colectivos que se adueñan de la vida social y económica, convirtiendo cualquer reclamación de mayor libertad en una amenaza para la sociedad. así, ya no se trata de luchar contra el Estado o los poderes económicos, sino contra esos individuos libres a los que se debe silenciar acusándolos de realizar actos micromachistas, racistas, negacionistas y sexistas en su vida cotidiana. De esta forma, seguro que siempre quedará alguien que falta por ser reeducado y justificará el sistema establecido. Abordaremos en el capítulo dedicado al feminismo, otro de los grandes fenómenos que se utiliza para mantener viva la hegemonía cultural, cómo se hace pasar la excepción como norma. Los dogmas son removidos sin interrupción, a través del hecho aislado para transferir un sensación de peligro inminente que permita garantizar la continuidad del mensaje y su hipervisibilidad.
La hegemonía cultural preponderante expide certificados oficiales de moralidad y dignidad. No importa si tus actos contradicen tus palabras, si has sido agraciado con un certificado oficial podrás retyorcer el discurso la cantidad de las veces que consideres oportunas porrque la verdad es la que indica el mainstream. Bajo esta hegemonía pudes clamar por el respeto de todas las culturas al mismo tiempo que criminalizas la cultura occidental; señalar que no se debe juzgar a las personas por su raza o sexo, pero considerar peligrosos a los hombres blancos; menospreciar a la clase política pero, a su vez, pedir mayor presencia del Estado; insultar a los católicos mientras defiendes las prácticas del islam radical; exigir respeto por la elección de cada individuo, pero querer imponer a todo un país una moral; rasgarte las vestiduras por la libertad de expresión y dos días más tarde exigir la censura de aquellos que no comparten tu punto de vista. Esta lista de incongruencias es propia de la alogocracia que responde a la política de la cancelación. Todo es respetable, excepto si no piensas como yo. Se trata de seducir para posteriormente imponer, sustituyendo la racionalidad por un moralismo de bajo nivel que pueda ser com prendido por todos los segmentos sociales.
(Jano García, El rebaño: Cómo Occidente ha sucumbido a la tiranía ideológica. Madrid: Espasa, 2021. 5ª ed. 2022)
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