En sus años mozos, mi hermano Luis Alberto no tenía la vocación muy clara: si quería ser peón, o policía, o petrolero, o comando, o campeón de esquí... fue pasando por todo esto hasta que descubrió su auténtica vocación: el sillín de la bici. Con lo cual tuvo que reciclarse, y cambiar de constitución, como en la República: tenía que ponerse con tipo de ciclista, así flacucho y con carnes prietas, cuando estaba cachas como Rambo (recuerdo que es el único individuo al que he visto agarrarse a una barra de metal por encima de su cabeza y levantarse hasta la barbilla... con una mano sólo). Bueno, pues al ciclismo que se dedicó, aunque ya le llegó tarde para meterse a profesional, así que se ha dedicado a ganar pruebas amateur a medida que iba subiendo de categoría de edad... pruebillas así light, para cuarentones añosos... del estilo de la primera carrera Madrid-Gijón-Madrid de una tancada, que la ganó hace unos años. ¿El truco? No sé, alguna idea fija que lleva será, o quizá sea que pedalea su ración y también la mía, que se la pasé en bloque desde me bajé de la bicicleta allá por 1974...
Pues sigue pedaleando fuerte Luis. Me han contado que el otro día volvió a ganar una carrera de su categoría en las Baleares... ¿y quién iba pedaleando detrás intentando pillarlo? Pues otro de su categoría... ¡Miguel Induráin! Y no lo pilló, no. Para luego.
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