Nos llega un mensaje del Decanato con un poquito más de Zeitgeist, para continuar abriendo boca a la brave new University:
"La implantación de la nueva estructura de estudios y de los Créditos Europeos (ECTS), dentro del proceso de convergencia hacia el Espacio Europeo de Educación Superior, exigirá la adaptación de las metodologías docentes existentes y modificar el sistema tradicional de exámenes para sustituirlos por formas alternativas de evaluación que permitan medir el esfuerzo del estudiante, ya que su trabajo se convierte en el eje de la organización de la actividad docente."
Pocas veces nos lo ponen tan claro...
O sea, que los exámenes se van a suprimir. Y se van a sustituir por formas alternativas de evaluación. Cuya finalidad no es medir el conocimiento de la materia por parte de los estudiantes, o su capacidad de razonar, o su capacidad de resolver problemas, sino su esfuerzo. Que uno puede ser un incapaz total pero descollar en esfuerzo, ojo. O sea: ¿a ese indocumentado le ponemos un sobresaliente, si lo que valoramos con el nuevo sistema es el esfuerzo? Es el trabajo del estudiante, y no los resultados de ese trabajo, lo que será el "eje de organización de la actividad docente". Los títulos, supongo, serán también una acreditación del esfuerzo realizado, no de la capacidad o conocimientos de una disciplina.
Bien. Vale. Genial. Pero, para más claridad, querría que se mojase aún un poquito más la Universidad. Que nos imponga a los profesores un porcentaje obligatorio de aprobados, blanco sobre negro. O mejor, aprobado obligatorio, que se suprima el concepto de suspenso. Bastante esfuerzo es pagar una matrícula, como para irse sin nada de la Universidad. ¿No habría de garantizar la realización de sus resultados una empresa? Pues la Universidad también: que garantice un título a quien se esfuerce, independientemente de lo que sepa o aprenda.
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PS, dicho y hecho: pocos años después se materializa un documento interno y de poca circulación (pero normativo) que señala que será objeto de investigación y seguimiento todo profesor que apruebe a más del 90% de los estudiantes (con lo cual por lo menos nos libramos del aprobado obligatorio) y también el que suspenda a más del 60% (me parece recordar) de los estudiantes. Con lo cual la cosa encuentra su justa proporción al entender del Rectorado. Yo no le hago mucho caso, pero creo que caigo espontáneamente dentro de las cifras políticamente correctas.
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