Un blog es un engendro obsceno. No me refiero a los techno-blogs, ni a los web-blogs, ni a los newsblogs, ni a los blogs literarios, ni a los blogs temáticos en general. Ni siquiera a los blogs pornográficos. Me refiero básicamente a tres tipos de blogs: a los boboblogs rosas (o de otros colores), a los diarios íntimos en red, y a los blogs "blogs" que tienen un poco de todo y mucho de nada.
De estos tres tipos me interesa sobre todo,
como imaginaréis, el mío, que no entra, por mucho que algunos digan lo
contrario, en la categoría de los boboblogs, ni en la de los diarios
íntimos, sino en la de
los blogs.
¿Qué es obsceno en el blog? Bueno, ligeramente
obsceno – tampoco voy a
decir que el mío destaque precisamente por su obscenidad.
Pues lo obsceno es la mezcla de niveles de
realidad, de roles, de ámbitos sociales y de géneros comunicativos – o
géneros vitales y emocionales, si vale el término. Un escritor
académico serio, por ejemplo, nunca ventila sus opiniones sobre
política en público, y menos aún en el mismo foro en el que expone sus
ideas sobre la materia que le proporciona su "aura académica". Tampoco
tienen sitio en el artículo académico las pifias de los nenes, ni
(viceversa) en el diario familiar las aburridas disquisiciones sobre
política departamental.
El blog contradice directamente el consejo de
Horacio, a saber, que tus escritos jamás te apresures a publicarlos,
sino que los eches al fondo de un cajón durante largos años, y que sólo
tras su relectura, con perspectiva, sean publicados. El apresuramiento
también es obsceno, y ya la publicación misma (aun de gruesos tomos)
tiene su lado de obscenidad, al permitir contrastar incongruentemente
lo que decías en el libro con lo que eres tú y tu existencia física y
tu cara y tus conversaciones chorras. Todo esto se potencia en el blog.
Si algo tiene de experimental la escritura en
un blog, es precisamente esta superposición caótica de momentos, roles,
impresiones, imágenes propias y ajenas, introduciendo en el orden de la
escritura pública algo que hasta hace poco se reservaba a los cuadernos
de notas, borradores, cajas de zapatos y en fin, a la visión entre
bambalinas que tiene cada cual de sí mismo y de sus diferentes papeles
teatrales y sociales, laborales, privados, de su ocio y de sus
obsesiones que no tienen por qué ser conocidas del vecino. ¡Existimos
en el mundo! Y tenemos otros rostros, otros círculos, opiniones, ideas
perdidas… Esto es para algunas personas bastante ofensivo. Y por
supuesto, es no tanto la coexistencia de estas perspectivas y marcos de
realidad distintos, cuanto su publicación, la que supone una cierta
alteración obscena del orden público. Y aún diré más… no tanto su
publicación, sino el hecho de que quede escrito, y accesible
inmediatamente, añadiendo a la superposición obscena de perspectivas y
rostros sociales, la superposición obscena de tiempos, el pasado
privado con el presente público, o viceversa. Quizá se vea demasiado el
andamiaje de lo que es una persona, lo que las imágenes públicas de
respetabilidad (selectivas como una cámara en Hollywood) tienden a
disimular, para ofrecer una visión pública de nosotros más unitaria,
más acabada, glossy que
dicen los americanos, menos obscena al ser más selectiva. (Hasta los
fotoblogs de japonesas desnudas son selectivos en este sentido).
Aunque tampoco es una obscenidad demasiado
grande la del blog, repito, no vamos a exagerar. Y en realidad el
público prefiere otros tipos de obscenidad.
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