Resumen del libro de Joel M.
Charon Symbolic Interactionism: An Introduction, an
Interpretation, an Integration (New Jersey: Prentice-Hall, 7ª ed.
2001). Traduzco los resúmenes que
hay en cada capítulo. Es la perspectiva de la psicología social que algunos llaman
"conductismo social"; tiene poco que ver con el conductismo,
pero sí mucho con la conducta en sociedad.
1. Qué son las perspectivas
1. Las perspectivas son puntos de vista—gafas, u orientadores de
la atención—que guían nuestras percepciones de la realidad.
2. Las perspectivas pueden describirse además como estructuras conceptuales—conjuntos de presuposiciones, valores y creencias que se usan para organizar las percepciones y controlar el comportamiento.
3. El individuo tiene muchas perspectivas. Cada una actúa como un filtro y por tanto no permite al individuo ver el conjunto de la realidad. Cada perspectiva se crea en la vida social del individuo. Y van cambiando a medida que cambian los grupos y roles del individuo.
4. Ningún objeto puede entenderse sin más desde una única perspectiva. Pueden usarse muchas perspectivas para ver el mismo objeto, y cada una de ellas puede mostrarnos algo importante sobre ese objeto.
5. Algunas perspectivas pueden considerarse mejores que otras, si estamos de acuerdo en que "mejor" significa más exacto, y si podemos medir la exactitud (tarea difícil). Entre las ciencias, algunas pueden ser más exactas que otras, pero las diferencias más importantes entre ellas derivan probablemente del hecho de que cada una enfoca un aspecto diferente de la realidad.
(Perspectivas cotidianas: estudiante, madre, peatón, parado, comprador..., formales: poeta, judío, chino, republicano, delantero izquierdo; científicas: biólogo, astrónomo, antropólogo, economista...; sociológicas: Marxista, postmoderno, interaccionista simbólico....— etc.).
Cada individuo está hecho de varias de estas clases de perspectivas y puede entrar en cualquiera de ellas en una determinada situación. De hecho, una vez está en situación, el individuo puede cambiar de perspectiva o incluso sentir que la perspectiva inicial se transforma a medida que interactúa con otros. Una persona puede ser en el mismo día estudiante, hija, madre, artista, asiática, americana, judía, bióloga, socióloga, marxista y Parsoniana. En cada perspectiva se verá un mundo diferente, y quizá se revelará una manera nueva de ver cosas viejas.
Es muy bueno entender la palabra perspectiva. También es, creo, una manera excelente de presentar este libro. Se titula El interaccionismo simbólico, y se propone centrarse en una perspectiva en el campo de la psicología social. El interaccionismo simbólico es una perspectiva—como lo son la física, la química, la sociología, el existencialismo, y la psicología, y eso significa que es una manera de comprender la realidad. Como es parte de las ciencias sociales, se centra en el ser humano, e intenta comprender el comportamiento humano. Como es parte de la sociología, intenta descubrir el significado de nuestra vida social. Sin embargo es incompleto, exagera algunas características del ser humano, e ignora otras características. Por tanto es limitado, pero también lo son todas las otras perspectivas. La pregunta real que hay que hacerse es cuánto nos dice sobre el ser humano, y cuánto ignora.
El interaccionismo simbólico es, creo, una perspectiva muy inusual. Es diferente de la psicología y de gran parte de la sociología. A algunas personas les parecerá de sentido común porque reconocemos que sus ideas explican muy bien lo que todos hacemos en las situaciones en las que nos encontramos. Sin embargo, para la mayoría estas ideas serán nuevas y a veces parecerán extrañas. Después de todos, nos hemos visto expuestos a otras ciencias sociales en nuestra búsqueda de la verdad—la psicología, la sociología, y la antropología, por ejemplo—y nos hemos familiarizado con ellas. El interaccionismo simbólico hará que con frecuencia cuestionemos algunas de las presuposiciones que hemos venido aceptando desde esas perspectivas, y es difícil romper, aunque sea temporalmente, con ellas. Te invitamos a darle una oportunidad a esta perspectiva. Está lejos de ser perfecta, pero sin duda verás que es muy prometedora. Empezaremos a verla en el capítulo 3. Antes, sin embargo, es importante ver algunas otras perspectivas de las ciencias sociales para ver el interaccionismo simbólico en un contexto más amplio y para reconocer mejor su particularidad cuando lo describamos en los demás capítulos.
2. La perspectiva de las ciencias sociales
Este capítulo describe las ciencias sociales y cómo ven al ser humano. Enfatiza que las ciencias sociales son de por sí una perspectiva, y que en el seno de las ciencias sociales hay varias perspectivas singulares. Cada una de ellas es un ejemplo de cómo algunos estudiosos intentan comprender al ser humano. Cada una de ellas es un enfoque determinado y hace presuposiciones sobre la realidad. Todas son limitadas, y sin embargo útiles, para examinar la realidad.
La obra de Kant se usó como recordatorio de que la ciencia misma presupone ciertas cosas sobre el universo. No estudia todo porque también ella es limitada. Las ciencias sociales, al aceptar un enfoque científico para la comprensión de los seres humanos, son por tanto también limitadas. Uno de los elementos básicos de la ciencia que examinamos aquí es la presuposición de la causalidad natural, que tiende a llevar a las ciencias sociales a adoptar una perspectiva determinista al intentar entender al ser humano.
Este capítulo examina brevemente la sociología, la psicología y la psicología social subrayando la tendencia que hay en ciencias sociales a intentar aislar las razones o causas del comportamiento humano. Aunque cada una de ellas enfatiza tipos distintos de factores causales, todas tienden a asumir un postura determinista. La sociología pone su foco en la sociedad, la psicología en el desarrollo de la persona a resultas de la herencia y del entorno, y la psicología social lo pone sobre las situaciones sociales en que nos encontramos.
Este capítulo también introduce al resto del libro al llamar la atención sobre una perspectiva particular de la psicología social llamada interaccionismo simbólico. Pasamos ahora a una introducción más detallada de esta perspectiva.
3. El interaccionismo simbólico como perspectiva
Este capítulo presenta la perspectiva del interaccionismo simbólico, dando una panorámica de las ideas centrales de esta perspectiva y comparándola con otras perspectivas. Describe los postulados básicos del interaccionismo simbólico para tener un contexto en el que situar los capítulos que siguen, y a la vez, subraya el carácter distintivo y único de estos postulados.
1. En su comprensión del ser humano, el interaccionismo simbólico se centra en la interacción antes que en la personalidad, la sociedad, o la influencia de los otros. La interacción comprende la interacción social y la interacción con uno mismo. Enfatiza que los seres humanos definen su entorno, en lugar de meramente responder a él; que un enfoque sobre la interacción y sobre la definición centra nuestra atención en la situación presente como causa de lo que hacemos. Los humanos se ven como perpetuamente dinámicos y activos, en lugar de estáticos y pasivos.
2. El interaccionismo simbólico está muy influido por la obra de George Herbert Mead, un filósofo y psicólogo que trabajó en la Universidad de Chicago a principios del siglo XX. La obra de Mead se vio muy influida por el pragmatismo, por Charles Darwin, y por el conductismo.
3. El pragmatismo es muy importante para el interaccionismo simbólico sobre todo por cómo trata la manera en que los humanos se relacionan con su entorno. Enseña que siempre intervenimos a la hora de determinar qué es real; que los conocimientos se creen y se recuerdan porque nos resultan útiles; que los objetos se definen en nuestro entorno según el uso que tienen para nosotros; y que hay que entender a los humanos ante todo atendiendo a lo que hacen en sus situaciones.
4. Darwin influyó a Mead en su manera de comprender la particularidad de los humanos en términos naturalistas, y en su manera de reconocer que a los humanos hay que entenderlos en términos dinámicos —que la especie, la sociedad, y el individuo están experimentando cambios constantemente. Mead fue más lejos que Darwin en su comprensión del ser humano al subrayar nuestra capacidad de ser activos en la naturaleza, incluso participantes activos en nuestra propia evolución.
5. Mead era un conductista en tanto que pensaba que siempre debemos centrarnos en el comportamiento a la hora de entender al ser humano, pero también era crítico con otros conductistas al no reconocer éstos la importancia de la singularidad humana, que incluye nuestra capacidad de actuación mental además de la actuación física y explícita.
6. Charles Warriner contrapone al interaccionismo simbólico con otras perspectivas naturales y de las ciencias sociales. El humano es "emergente", siempre cambiante al tratar con las situaciones. No somo simples productos de nuestro pasado ni del pasado de la sociedad. Lo que hacemos en una situación particular depende de nuestra definición de esa situación particular, y hace importante reconocer que hay que entendernos ante todo como seres sociales, simbólicos y mentales, antes que meramente físicos.
7. Tamotsu Shibutani muestra la importancia central de la perspectiva para entender cómo actuamos en las situaciones. Usamos las perspectivas para definir nuestro mundo, y éstas son siempre agentes sociales, dinámicos, y orientadores más bien que determinantes. Las actitudes no son centrales para el interaccionismo simbólico, porque implican un ser mucho más pasivo, que aporta cualidades a situaciones que conducen a una respuesta. La palabra perspectiva se refiere a definición más bien que a respuesta.
El interaccionismo simbólico, por tanto, es una perspectiva importante y singular que contempla al ser humano como alguien activo sobre el entorno; un organismo que interactúa con otros y consigo mismo; un ser dinámico; un ser que define las situaciones inmediatas según perspectivas que se desarrollan y se alteran en el curso de las interacciones sociales. Los presupuestos del interaccionismo simbólico contrastan de modo significativo con las tradicionales en las ciencias sociales. Cuando veamos los demás capítulos, hay que recordar que la relación con el entorno es esencial: para el interaccionista simbólico no respondemos meramente a nuestro entorno, sino que lo definimos, actuamos sobre él, y lo usamos. No somos sin más modelados, condicionados, o controlados por ese entorno (incluyendo a los demás), sino que actuamos sobre él según nuestras definiciones presentes, que surgen de unas perspectivas que son de por sí dinámicas.
4. El significado del símbolo
Los seres humanos aprenden sobre su entorno y llegan a entenderlo a través de la interacción con otros. Así pues, la realidad es para ellos en gran medida social. Este hecho no niega la existencia de una realidad "exterior", ni ignora el hecho de que los seres humanos también llegan a comprensiones singulares mediante la interacción consigo mismos.
Los seres humanos existen en un mundo de objetos sociales. Entienden y utilizan su entorno; llegan a comprender su entorno mediante la interacción con otros y consigo mismos; y el entorno siempre es cambiante para ellos a medida que cambian sus objetivos.
Una clase de objetos sociales son los símbolos, que son los objetos sociales usados intencionalmente para comunicar y para representar algo. Los entiende el actor que se comunica, y normalmente son interpretados por los otros. Los símbolos comprenden las palabras y muchos objetos, y casi todos los actos relativos a otros contienen un elemento simbólico. Las palabras son los símbolos más importantes, que hacen posible el pensamiento humano. Aunque otros animales se comunican, no parecen usar símbolos, y toda su relación con su entorno difiere enormemente de la del ser humano porque no usan símbolos.
Los símbolos son la base para casi todo lo que caracteriza al ser humano en la naturaleza. Para apreciar este hecho, examinaremos su importancia en el capítulo 5.
5. La importancia del símbolo
La importancia del símbolo para el individuo puede resumirse combinando todas estas contribuciones que hacen al individuo en un punto único central: el ser humano, gracias al símbolo, no responde pasivamente a una realidad que se impone, sino que crea y recrea el mundo en el que actúa. Los humanos nombran, recuerdan, categorizan, perciben, piensan, deliberan, resuelven problemas, transcienden el espacio y el tiempo, se transcienden a sí mismos, crean abstracciones, crean ideas nuevas, y se guían a sí mismos—todo mediante el símbolo.
Ernst Cassirer (1944) describe lo humano como el descubrimiento de "un nuevo método de adaptarse al propio entorno":
Entre el sistema emisor y el sistema efector, que se hallan en todas las especies animales, encontramos . . . un tercer lazo que podemos describir como el sistema simbólico. Esta nueva adquisición transforma el conjunto de la vida humana. Si lo comparamos con los otros animales, [el humano existe] . . . en una nueva dimensión de la realidad. Hay una diferencia inconfundible entre las reacciones orgánicas y las respuestas humanas. En el primer caso, se da una respuesta directa e inmediata a un estímulo externo, en el segundo caso la respuesta se postpone. Se interrumpe y se retrasa mediante un proceso de pensamiento largo y complicado. (pp. 24-25).
Probablemente no existe mejor resumen de la importancia central que los interaccionistas simbólicos le dan a los símbolos que éste de S. Morris Eames (1977):
[L]os seres humanos pueden construir símbolos y lenguajes, pueden hablar y escribir, y con estos medios pueden conservar sus experiencias pasadas, construir significados nuevos, y contemplar objetivos e ideas. Los humanos pueden hacer planes y llevarlos a cabo mediante una selección adecuada de los medios adecuados a los fines. Pueden escribir poesía y novelas, componer música y pintar, y emprender otras experiencias estéticas. Pueden construir hipótesis explicativas sobre el mundo y todo lo que hay en él, sobre los electrones, protones, neutrones y sistemas solares muy lejanos. Pueden soñar sueños, fantasear, erigir cielos por encima de la tierra que les alientan a llevar sus actividades a destinos lejanos, y pueden imaginar infiernos que estimulan temores a torturas eternas. Las funciones emergentes del comportamiento simbólico hacen posible que los humanos trasciendan en parte el entorno que están sufriendo y experimentando y saber que la muerte y todo lo que conlleva es parte de la vida orgánica. (Pp. 40-41)
Los símbolos, pues, contribuyen de tres maneras al ser humano: Son nuestra realidad, forman la base de nuestra vida social, y son centrales para lo que significa ser humano (ver figura):
6. La naturaleza de la identidad personal
El yo o identidad personal, como los símbolos, es un objeto social que el actor utiliza en situaciones concretas para conseguir objetivos. El actor actúa hacia los objetos del entorno externo; el actor también es capaz de actuar hacia sí mismo en tanto que objeto. Al hacer esto, el actor se transforma; nuestras acciones sobre nuestra identidad personal (la comunicación, la percepción, y la dirección) cambian la naturaleza de lo que somos. Quitamos algo de control al entorno externo, y somos capaces de elegir lo que hacemos en el mundo. No respondemos a los estímulos sin más, sino que actuamos sobre nosotros mismos: discutiendo, evaluando, conteniéndonos o dirigiendo la acción. ¿Qué mejor prueba puede haber de que los seres humanos son seres sociales? La identidad personal se crea socialmente. El "ego", comentado brevemente en este capítulo a veces se considera una parte de la identidad personal, pero para el propósito de entender la naturaleza del ser humano es más importante reconocer que es el yo mismo—el actor como objeto de sus propias acciones—el que juega un papel mucho más prominente en la acción humana.
La "mente" también forma parte de esta mezcla. De hecho, para Mead (1934) la mente es el "emergente gemelo del yo". El objeto que aquí hemos llamado "yo o identidad personal" y la actividad hacia esa identidad personal que llamamos "mente" surgen en la interacción social. De hecho, son realmente emergentes triples: la mente, el yo y los símbolos, todas las cualidades que son centrales para el ser humano, surgen juntas y están entrelazadas de modo inextricable. En cierto sentido, la mente es más fácil de comprender ahora que hemos hablado de los símbolos y del yo. Mientras que el yo y los símbolos son objetos sociales, la mente es un determinado modo de acción: toda la acción simbólica que el actor realiza hacia el yo. Esto será el tema del capítulo 7.
7. La mente humana
La mente, entonces, no es lo mismo que el yo o que los símbolos, pero la mente depende tanto del yo como de los símbolos. Definimos la mente como la acción simbólica constante que el actor emprende hacia el yo. Es el proceso constante de hacernos indicaciones a nosotros mismos acerca de los objetos que hay en nuestro entorno y en especial sobre su utilidad para ayudarnos a alcanzar nuestros fines.
La acción mental nos ayuda a controlar nuestras propias acciones explícitas, y de ese modo nos hacemos capaces de adoptar un papel activo en relación a nuestro entorno. La acción mental nos permite resolver problemas en las situaciones concretas, yendo más allá de la prueba y el error y de la respuesta habitual. La acción mental acompaña a toda la interacción social humana, ya que la interacción social exige una constante comprensión, interpretación, y definición de los otros que están en la situación.
Enfatizamos dos cosas sobre la mente en este capítulo. Al principio, enfatizamos que la acción mental es un proceso continuo del individuo haciéndose indicaciones a sí mismo todo el día. Esto lo enfatiza Blumer. El actor pasa de una situación a otra, definiendo objetivos y objetos sociales, pensando, ensayando, evaluando. A continuación enfatizamos que la acción mental tiene lugar en torno a problemas en situaciones concretas: cuando no se cumplen inmediatamente nuestros fines, tenemos que imaginar qué hacer. Donde la acción está bloqueada, tenemos un problema y tenemos que emprender acciones mentales. Esto es lo que enfatiza Mead.
Aunque son diferentes, ambas perspectivas son muy importantes para entender la acción mental. La acción mental se vuelve más consciente y deliberada cuando hemos de parar y deliberar cómo resolver un problema que se nos plantea en una situación. Pero Blumer también tiene razón al observar que la acción mental—a menudo menos consciente y deliberada—es necesaria a lo largo de todo el día, en cada situación. Cada situación es nueva para nosotros, al menos en cierta medida, y eso significa que requiere algo de resolución de problemas. Cada situación tiene objetos que convertimos en objetos sociales en torno a los objetivos que buscamos; cada uno de ellos requiere percibir al yo en la situación. Cada situación en la que entramos requiere cierto ajuste por parte nuestra, se presenta como un "problema" a resolver. Todas las situaciones requieren algo de acción implícita, alguna auto-indicación, algún ensayo de varias líneas de acción. Cuando hablamos con otros, el hacernos comprender puede que sea un problema mínimo, pero sigue siendo un problema, y debemos prestar algo de atención a organizar nuestra presentación. Entender a los otros normalmente es un problema menor, pero sin embargo sigue siendo un problema, y le tenemos que prestar cierta atención al significado. La actividad mental se hace más deliberada, y nos hacemos más conscientes de ella, cuando nos enfrentamos con un problema importante, y tenemos que sentarnos y analizar la situación con cuidado, tomando en consideración las consecuencias de lo que vamos a hacer. Habría que entender la actividad mental implícita como algo que está presente en todas nuestras situaciones, como un flujo constante de actividad, y esta actividad se organiza en torno a situaciones que encontramos, mientras que por nuestra parte se requiere que realicemos ciertas definiciones y ajustes. A veces es rápida y apenas nos damos cuenta de ella; a veces es obvia y deliberada; pero casi siempre acompaña a la acción explícita puesto que cada situación es singular y exige un grado de definición.
Somos, por tanto, usuarios de símbolos, poseemos una identidad personal, y emprendemos actividades mentales en el curso de todo lo que hacemos. ¿Queda con eso dicho lo que somos? Estas cualidades son interdependientes con una cualidad más, una que es central para todo lo demás, y que hasta ahora no hemos mencionado. Esta cualidad se llama tomar el papel del otro, y es lo suficientemente importante como para dedicarle todo el capítulo 8.
8. Tomando el papel del otro
El yo, la mente, y el tomar el papel del otro, que son el tema de este capítulo y de los dos anteriores, tienen que ver con la actividad humana implícita u oculta, una actividad que los demás no ven directamente sino que ha de inferirse. Este libro sostiene que este tipo de actividad es central en la vida humana, que los individuos y los grupos sólo pueden entenderse tomando en consideración esta actividad oculta, y que la actividad implícita u oculta es básica para todo lo que hacemos explícitamente con las cosas y con las demás personas. La figura siguiente resume los puntos principales que hemos presentado en los capítulos sobre el yo, la mente, y la toma de papeles:
Tomar el papel o rol del otro, que es el tema central de este capítulo,
es una capacidad realmente asombrosa. Hace que la interacción sea algo
más que la interacción de las bolas de billar o de otros objetos
físicos, puesto que nos hace incluir el intento constante de comprender
los actos de los otros poniéndonos en sus perspectivas. La toma de
roles entra en nuestra vida al menos de nueve maneras, y cada una
contribuye a que comprendamos la acción implícita y explícita a lo
largo de toda la vida. Es responsable de la emergencia del yo, y juega
un papel muy importante en la manera en que nos vemos y en lo que nos
decimos a nosotros mismos en cada situación. Aprendemos sobre nuestra
propia perspectiva al tomar el papel del otro. Sabemos cómo actuar
gracias a que hacemos esto, y conseguimos influir a los otros si
hacemos esto bien. Asumir el papel del otro es esencial para el amor,
para la cooperación humana, y para la comunicación simbólica humana. Y,
finalmente, nos permite imaginar el presente desde nuestras
perspectivas tanto pasadas como futuras. Es, en verdad, una de las
claves importantes para comprender toda la acción humana.
La actividad mental (incluyendo asumir el rol del otro) es sólo parte
de la actividad que realizan los humanos. La otra cara de la moneda es
la actividad explícita, que es la acción abierta a los sentidos de los
demás. La actividad explícita o visible es la que es necesaria en
nuestros tratos
con el entorno y para alcanzar nuestros objetivos allí; es la actividad
explícita la que tiene consecuencias sobre lo que hacen otras personas;
es la actividad explícita la que da a los otros claves sobre nuestra
actividad implícita; y es la actividad explícita de otros la que nos
permite comprender su actividad implícita u oculta.
Es hora, por tanto, de dirigir nuestra atención a la acción explícita,
y de allí pasar a comentar la acción social y la interacción social.
Eso hacemos en los capítulos 9 y 10.
9.
La acción humana
Este capítulo liga todo lo aparecido en los anteriores. Los
objetos sociales, los símbolos, el yo, la mente y el tomar el papel del
otro entran en juego en nuestra comprensión de la acción social. La
acción humana es altamente compleja, y este capítulo examina esa
complejidad subrayando los siguientes puntos:
1. Los humanos emprenden una corriente continua de acción, tanto oculta
como explícita, influida por decisiones en el curso de esa corriente,
que se ven influidas a su vez por la definición, la interacción social,
y la interacción con el yo. La causa es un continuo proceso de toma de
decisiones que surge de una definición continua. La acción tiene una
historia que es direccional. Las direcciones en la vida cambian a causa
de muchas decisiones, muchas definiciones y muchas acciones que
llevamos a cabo.
2. Para comprender esta corriente de acción, los
humanos normalmente la separan en actos separados. Un acto es un
segmento en nuestra corriente, al que se le da nombre y se le otorga un
significado. Un acto se convierte para nosotros en un objeto social
cuando lo aislamos y lo definimos según nuestros objetivos presentes.
3. La acción resulta de nuestra definición de la situación. La acción
se dirige hacia los objetivos y los objetos que consideramos
importantes. El ver la acción como algo que surge de la interacción
social, de la interacción con el yo, y de la definición, nos lleva a
poner el énfasis en las causas del presente antes que en las del
pasado. Las decisiones las hace el actor en el presente. El pasado no
es la causa de las acciones de un individuo, ni lo son los objetos del
entorno exterior.
4. Lo que otras perspectivas tratan como causas simples de la
acción—como son el pasado, los motivos, las emociones, otras personas,
la sociedad—los interaccionistas simbólicos las tratan como objetos
sociales, partes de nuestra definición de la situación. Aunque todas
estas cosas pueden a veces contribuir a la acción, y aunque el hábito
también puede entrar a jugar parte, los humanos se conceptúan aquí como
seres que están al control, por la manera en que continuamente definen
la situación y por la manera en que organizan continuamente su propia
acción con vistas a sus propios fines.
La acción humana, por supuesto, a menudo implica a otras personas. Las
otras personas se convierten en objetos sociales para nosotors, y
nosotros nos volvemos objetos sociales para ellos. Este es el lazo que
une la acción humana y la interacción social humana. Cuando la gente
organiza sus acciones teniendo a los otros en mente tenemos un caso de
interacción social. Este es el tema tan importante que examinaremos en
el capítulo 10.
10.
La interacción social
A estas alturas debería estar claro hasta qué punto la interacción
social es central para el ser humano. Toda esta perspectiva simbólica
interaccionista converge al introducir este concepto. Expongamos
brevemente las ideas centrales relativas a la interacción social—su
sentido y su importancia:
1. Los seres humanos son actores simbólicos sociales. Tenemos en cuenta
a los demás al actuar; nos comunicamos simbólicamente mediante nuestras
acciones; interpretamos las acciones unos de otros.
2. La interacción social es sencillamente la acción social mutua que
conlleva una comunicación simbólica y una interpretación de los actos
de los otros. La interacción social también conlleva la adopción de
roles y la organización de nuestros actos al tenernos en cuenta unos a
otros.
3. La interacción social crea nuestras cualidades como seres humanos:
los objetos sociales, los símbolos, el yo, la mente, y nuestra
capacidad de adoptar el papel del otro.
4. La interacción social es de por sí una causa de la acción. Lo que
hacemos en una situación depende de nuestra interpretación de las
acciones de otras personas, y su acción depende de la interpretación
que hagan de las nuestras. La acción se despliega en el tiempo.
5. La interacción social da forma a nuestras identidades. No son los
otros los que crean quienes somos, y tampoco lo crea sin más lo que
"somos en realidad" en nuestro interior. En lugar de eso, la identidad
resulta de un proceso de negociación que surge en la interacción
social. Etiquetamos a los otros en la interacción; intentamos dar forma
a las identidades de los otros mediante la interacción; y les decimos a
los otros quiénes creemos que somos en el curso de la interacción
social. Con todo esto acabamos por considerar nuestro yo como algo en
concreto: se forma una identidad. Y nuestra acción se ve influida ahora
por la persona que creamos ser.
6. Por último, la interacción social crea la sociedad.
11. La sociedad
Para el interaccionista simbólico, la sociedad siempre se está
desarrollando a medida que la gente interactúa. Decimos que la sociedad
tiene las siguientes características:
1. Se caracteriza por la interacción social simbólica. Los actores se
tienen en cuenta mutuamente al actuar; se comunican intencionalmente; e
interpretan mutuamente sus acciones.
2. Se caracteriza por un determinado tipo de interacción: la
cooperación. La sociedad consiste en la solución de problemas en
cooperación.
3. Posee cultura, una perspectiva compartida (una visión general de la realidad), y un otro generalizado compartido (un corpus general de reglas); todas estas cosas facilitan la interacción social y la cooperación.
Cada caso de interacción simbólica social que es cooperativo y que
desarrolla la cultura es una sociedad, desde los grupos muy pequeños a
las entidades muy grandes. Cada individuo es miembro de muchas
sociedades, y cada una de ellas juega un papel en la definición que de
la realidad hace ese individuo, y en el autocontrol que ejerce sobre sí.
Como todo lo demás en la perspectiva interaccionista simbólica, la
sociedad humana se considera como algo que crean, definen, alteran y
usan unos actores que son seres activos, que poseen identidades
personales y sentido de sí mismos, y que emprenden acciones mentales.
12. Erving Goffman (capítulo de Spencer Cahill)
Goffman centra la atención en "el orden interaccional". Todo está ligado a la interacción: las definiciones de la realidad, de la identidad personal y el yo, las definiciones del orden moral y del entorno social. Usando sus propios conceptos y sus propios énfasis, Goffman analiza lo que sucede a medida que las personas actúan unas con respecto a otras. Muestra cómo el actor da forma a sus propios actos, cómo los individuos construyen sus identidades personales en cooperación, y cómo, mediante los rituales, el control social se convierte en el tipo de autocontrol necesario para la continuidad de la sociedad. Su obra enriquece la perspectiva del interaccionismo simbólico y a la vez muestra sus lazos con la sociología.
Como hicieron Durkheim y Mead, Goffman (Frame Analysis) sostenía que "la sociedad es lo primero en todos los sentidos" (p. 13). Todos están de acuerdo en que la sociedad es central para formar lo que es el ser humano. Pero, más que Durkheim y más que Mead, Goffman muestra con detalle cómo la moralidad intrínseca al orden interaccional proporciona los ligamentos sociales. Tal como lo ve Goffman, las auténticas piedras angulares de la sociedad son entre otras: (1) una presentación de identidades personales que sean factualmente consistentes con las vidas sociales de los individuos; (2) Un apoyo mutuo a las identidades que proyectan los demás; (3) la protección mutua del rostro de los demás, y (4) expresiones rituales de respeto y consideración mutuos. Las estructuras y acciones sociales que disminuyen el compromiso de los individuos con estos principios morales básicos socavan los fundamentos mismos de la sociedad.
Aceptemos o no el conjunto de la perspectiva de Goffman, es prácticamente imposible ver el mundo o verse a uno mismo de la misma manera después de leer sus penetrantes análisis de la vida social. Goffman propuso en una ocasión1 que la finalidad que buscamos al analizar la vida social es "hacer que otros vean lo que no habían visto o que conecten lo que no habían relacionado" (p. 4). Ese era el objetivo de Goffman, un objetivo que sus propios estudios de la vida social continúan cumpliendo.
______
1. Erving Goffman, "Program Committee Encourages Papers on a Range of Methodologies." Footnotes 9 Aug. 1981: 4.
13. El interaccionismo simbólico: Valoración final
El interaccionismo simbólico es una perspectiva. Como todas las otras perspectivas, es limitada porque ha de centrarse en algunos aspectos de la realidad e ignorar o desenfatizar otros. Es diferente de todas las demás perspectivas de la ciencia social, y en parte es una crítica de las direcciones que toman estas otras perspectivas.
El interaccionismo simbólico cuestiona el determinismo dominante en gran parte de la ciencia social. Intenta mostrar que la posibilidad de la libertad se da sólo mediante el uso de los símbolos, de la identidad personal y de la mente. Y en lugar de aseverar ciegamente que los seres humanos son libres de hecho, el interaccionismo simbólico muestra muchos de los límites de la libertad. La libertad es una cuestión compleja; para los interaccionistas simbólicos su existencia es posible, pero es siempre limitada.
Los interaccionistas simbólicos se consideran a sí mismos científicos, pero su ciencia se basa en una metodología que enfatiza las entrevistas, el observar a la gente actuando en el mundo real, y el determinar cómo la gente define las situaciones en las que actúan. Entre los estudios representativos descritos en este capítulo había tres que entrevistaban a personas en diversas situaciones de la vida: solteros, drogadictas embarazadas, y reclusos. Un estudio entrevistaba a una sola persona para comprender mejor el desarrollo de su identidad como luchador de lucha libre. Otros dos se basaban en la observación de participantes: en un estudio se trataba de la vida en torno a una sinagoga; en otro se trataba de un equipo de béisbol juvenil. Siempre se enfatizaba la manera en cómo la gente define su mundo y cómo esa definición da forma a sus acciones.
A lo largo de este libro hemos intentado mostrar cómo el interaccionismo simbólico es una manera útil de comprender el mundo real. No se trata simplemente de una perspectiva que memorizar para un examen; antes bien es una que puede aplicarse fácilmente. En el capítulo final, mostramos aplicaciones de modo más directo: desde la comprensión de la sociedad, del racismo, y de la desigualdad de género, hasta comprender situaciones personales como salir con una pareja, socializar a los niños, o la vida universitaria.
Finalmente, es importante darse cuenta de que el interaccionismo simbólico es una perspectiva cada vez más influyente hoy en día: en la comunidad académica, en las ciencias sociales, y en la sociología.
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