Viaje al treinta y dos
El Parlamento catalán tendrá que hacer subsidiariamente una Constitución, una ley Municipal, una ley Electoral y probablemente la Reforma Administrativa. Para la Constitución, se ha nombrado una comisión jurídica que ya la está redactando. La ley Municipal es urgente, porque la Izquierda más que nadie—excepto, claro está, la ciudad de Barcelona—está interesada en acabar con la francachela que preside los destinos de esta ciudad, digna de mejor suerte. La ley Electoral deberá hacerse pensando en el nuevo censo, que entrará en vigor automáticamente el 25 del mes próximo. La reforma administrativa está hecha sobre el papel. Las actuales cuatro provincias catalanas se dividirán en 72 provincias más pequeñas. Se tendrá que hacer, además, el traspaso de servicios de la Administración regional, y eso será largo. Y para todo ello se necesita dinero, ¡dinero! ¿Dónde encontrarlo? Éste es el problema.
Así estaba la cosa hace ochenta años, y no salimos de las mismas. Esto viene de un libro que voy leyendo a ratos, La Segunda República Española, de Josep Pla. No tiene un final feliz.
También me estoy leyendo David Copperfield, y me está empezando a recordar Cataluña al Sr. Micawber. Constantemente en busca de alguien que le financie la independencia. Un hombre de aptitudes extraordinarias según su mujer, pero endeudado hasta las cejas y siempre al borde, según cree, de una transformación radical de sus fortunas y de un mañana idílico sin nubes en el cielo, una vez los demás reconozcan por fin su extraordinario potencial. Mientras, va sableando a quien se deja.
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