viernes, 8 de marzo de 2013

Ojo a los ojos

Hoy he hecho una incursión por el congreso de la Sociedad Española de Estudios Clásicos, para oír una conferencia de Carlos García Gual sobre el mito de Edipo, muy ilustradora como no podía ser menos, y sugestiva de los muchísimos sentidos y dimensiones que van saliendo en este mito conforme más de cerca lo mira uno. La cojera del nombre de Edipo, ¿prefigura de alguna manera que andará con un bastón, aunque no precisamente por cojo? Aunque cojo ya fue. ¿Es Edipo un nuevo Ulises, y un nuevo Polifemo, cuando dice que "nadie" le ha arrancado los ojos? Luego nos dice que el dios le hizo hacerlo, y así asoma otra vez Apolo de Delfos, al principio y al final de la historia....

Infinitas historias vienen a la cabeza. A mí me ha venido a la cabeza ésta: Freud y el enigma de la esfinge, texto enigmático que escribí a los cincuenta años.

En la sesión de preguntas, le he preguntado (siguiendo un poco la línea de Goux en Œdipe philosophe) si convenía el conferenciante con esta lectura del mito, y convenía: si podemos ver a Edipo como un presuntuoso adivinador (que no adivino), que cree haber descrifrado los enigmas del mundo, pero el mundo es un enigma permanente o un enigma que oculta otro, y a Edipo le queda por descifrar un enigma que le toca más de cerca, a su propia identidad y su propio destino. La respuesta correcta al enigma de la esfinge no es "el hombre" sino "Edipo". De modo más general, ¿no es un aviso terrible éste, al principio de la tradición humanista, en el arranque de la filosofía? Este Edipo confiado en sí mismo, decidido a hallar la verdad de las cosas, y de sí mismo, contra las advertencias del ya ciego adivino Tiresias...

...pero Edipo ha de llegar a su propia ceguera por sí mismo, y recorrer el camino del gnothi seauton hasta el final terrible. Es una tragedia no sólo sobre la voluntad de saber, sino sobre el destino trágico de la voluntad de saber. Hay que conocerse a uno mismo (conócete a ti mismo es el lema de la filosofía griega)—pero lo que hallemos al desvelarse el misterio no necesariamente nos hará más felices. Más sabios, sí, pero es una sabiduría desoladora. Con la que hay que vivir, sin embargo, y seguir andando, aunque sea a tres patas. Es un mito comparable al mito de la manzana del Árbol de la Ciencia, o al mito del pacto con el diablo de Fausto—un mito con un antes, y con un después, mito con anticipación ambiciosa e ingenua, y con retrospección horrorizada y desilusionada.  

La verdad os hará tristes—el ver claro os dejará ciegos. No estaría mal, para grabarlo como nota a pie de página, tras el conócete a ti mismo.



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Sobre un tema parecido puede leerse también mi artículo "Wilde y el Enigma de la Esfinge." Aquí está en PhilPapers; tenían el registro y he subido una copia para archivarlo allí.





 
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